Crítica de cine: “El Hobbit: La Batalla de los cinco ejércitos”
El problema no es la película, el problema es la trilogía (Como diría Arjona).
Allá por el año 2001 (Dios mío, qué viejos estamos), se estrenó “La Comunidad del Anillo”, la primera película de la Trilogía del Señor de Los Anillos. Era una buena idea y tenía sentido, eso de la trilogía ¿No? Tres libros, tres películas, una por cada libro, viene ni que pintado. Pero incluso diría que se quedaron un poco cortos. Por ejemplo, no vimos a Tom Bombadil y varias de las aventuras fueron quitadas en la saga cinematográfica de Peter Jackson. Pudimos ver finalmente una película por año y la saga acabó dignamente, sin ser una obra maestra, destacando por la espectacularidad de los escenarios y la estética visual muy bien trabajada, logrando ser más digna que la trilogía nueva de Star Wars, aunque tampoco eso es un gran logro ¿Verdad?
Como a Peter Jackson le faltaban algunos dólares para tener una bóveda de dinero en la que nadar cual Rico McPato, decidió echarle mano a la precuela de la historia: “El Hobbit”. Me pareció bien, a quién no le gustaría ver las aventuras de Bilbo, el héroe que preparó todo para la saga de “El Señor de Los Anillos”. Aunque no comparto la opinión de quienes idolatran a Tolkien, es un clásico de la fantasía heroica y merecía su adaptación. Además permitía que actores como Sir Ian MacKellen pitutearan y se ganaran las lentejas unos tres años más. Pero una trilogía era un ejercicio descarado de explotación comercial, y oigan, está bien, sabemos que la industria de Hollywood no está compuesta por buenos samaritanos y no me molesta, pero si te embarcas en un proyecto como tomar una historia de 300 páginas y adaptarla en tres películas de aproximadamente 3 horas cada una, debes estar dispuesto a llenar ese tiempo con material de calidad y no relleno. Justo lo que no hicieron.
Para ser justos, una película habría sido quedarse corto. Se habría tenido que resumir y cortar varias partes y francamente no quería un segundo Tom Bombadil. Probablemente, de haberse hecho una sola película de “El Hobbit”, nos habríamos quedado sin Beorn, o arañas, o trolls, o qué sé yo. Y después de años de sabiduría y experiencia, creo que la medida justa para esta adaptación habría sido dos películas, en otras palabras, una bilogía. O quizá una película muy larga, de tres horas. Pero claro, una bilogía no es tan comercial ni épica como una trilogía, concepto que la posiciona inmediatamente en la misma vitrina de “Star Wars”, “Indiana Jones”, “Volver al Futuro”, “Batman”, “El Señor de los Anillos”, etc. Y bueno, al final, qué le vamos a hacer, poderoso caballero es Don Dinero.
El resultado final fue una saga llena de rellenos y arcos argumentales innecesarios y molestos, como el insufrible triángulo amoroso entre Kili, Tauriel y Legolas. O la interminable y latera escena de videojuego del enfrentamiento con Smaug (Voz a cargo de Benedit Cumberbatch, de “Sherlock”). Aunque lo confieso: algunos de estos rellenos me gustaron, como la aparición de Sylvester McCoy (El Séptimo Doctor de “Doctor Who”) interpretando a Ragadast el Pardo, o el conflicto entre Bardo y el ruin Alfrid. Sea como sea, no puedes esperar ver una trilogía de 8 horas de un libro y no encontrar relleno, eso ya nos quedó más que claro luego de la saga de “El Hobbit”. Donde más se sintió el material inútil y absurdo fue en la segunda película de la saga, y se reservó la conclusión para La Batalla de los Cinco Ejércitos. ¿Cuál es el problema con esta película? Ninguno, salvo que no es una película, es un clímax y desenlace.
“La Batalla de los Cinco Ejércitos” recupera todo el encanto y espectacularidad del género de fantasía heroica, mostrándonos planos generales repletos de criaturas machacándose el cráneo, ejércitos dando lo mejor de sí y secuencias de acción maravillosas. Si “Game Of Thrones” se ha posicionado como otra saga emblemática de fantasía heroica medieval a través de un sello propio sórdido, político y adulto, esta película demuestra que Tolkien y Jackson son los amos de las batallas épicas (Aunque GOT nos haya mostrado algo de eso en su cuarta temporada, durante el asedio a la Guardia de la Noche). Pero lamentablemente no puedes parar una película solo con batallas, y menos si esta dura dos horas veinte.
Los primeros diez minutos de la película están dedicados a la lucha contra Smaug, luego tenemos unos treinta más en los que Thorin se dedica a armar pataletas sobre su oro, y la acción del principio es desplazada por conversaciones y burocracia interminables. Y luego más de la mitad de la película se enfoca en la espectacular batalla, lo que deja muy poco espacio para un argumento como lo conocemos: inicio, desarrollo, clímax, desenlace. Sí, soy a la antigua, soy clásico ¿Y?
Otra cosa que me pareció curiosa es que el título de la película no encaja mucho con el material expuesto. Me explico: en el libro de Tolkien, los cinco ejércitos eran, por un lado tres: hombres, enanos y elfos, y por el otro, trasgos y wargos. Acá tenemos elfos y enanos por un bando, y un grupo de campesinos humanos armados de palos y piedras que no sé si alcanzan a ser un ejército. Del bando de los malosos tenemos orcos, y wargos, aunque en la adaptación de Jackson estos últimos seres no constituyen un enemigo de por sí y hacen más las veces de cabalgadura de los orcos, así que desde mi punto de vista no les daba para ejército. A sus filas hay que sumarle trasgos, trolls (Que no sé por qué no se convierten en piedra con el sol), gusanos gigantes, murciélagos gigantes y otras criaturas, así que el concepto de cinco ejércitos acaba siendo un poco pervertido de su idea original.
La tercera película de la trilogía está repleta de relleno, como era de esperarse, sin embargo, este relleno es manejado de manera menos grotesca que en la película anterior. El triángulo del enano y los elfos es desarrollado al mínimo, el combate entre Gandalf y Sauron no empañan la historia central, aunque por esto hay que mamarse mucho rato de batalla épica, que hay que decirlo, está muy bien lograda. La Batalla de los Cinco Ejércitos habría sido una gran película, si no hubiese sido una película, sino solo la conclusión de una, que tenga una trama que se pueda seguir. Incluso los capítulos finales de una serie tienen un argumento, pero esta película arranca de lleno con el dragón dejando la tendalada, y una sensación de que falta un inicio, algo de qué agarrarnos para empezar la historia.
Ahora que acabó esta trilogía, me atrevo a decir que “El Hobbit” no fue una saga que vimos para disfrutar, sino más bien por cumplir. Es un poco lo que pasa cuando te enganchas a una serie y esta guatea en la tercera temporada, pero aunque sabes que es mala, necesitas saber cómo acaba o no estarás tranquilo. Como cuando vimos la nueva trilogía de “Star Wars”, y luego de la horrorosa “Amenaza Fantasma”, ya no esperábamos mucho del resto, solo vimos las entregas siguientes porque queríamos que acabara dignamente, sin llegarle ni a los talones a la trilogía original pero por lo menos que lograse ser un producto digerible. Y eso fue la saga de George Lucas, ni más ni menos. Con el Hobbit fue parecido. Había que verla, porque es el Hobbit. Sabíamos que tres películas era un exceso, pero luego de dos películas innecesariamente largas, necesitábamos ver cómo acababa todo, para que el universo pudiese finalmente descansar en paz.
¿Cuál es la historia que sigue para sacarle más lucas a la franquicia, Peter? ¿”El Silmarillon”? Sí, podría hacerse una serie tipo Game Of Thrones, con muchos capítulos, porque la película (O películas) quedaría medio rara. Pero te tienes que apurar, eso sí, antes de que Sir Ian MacKellen estire la chala.
© Por Felipe Tapia, el crítico que goza y se regodea con tu sufrimiento.