Crítica de cine: “La habitación”

 Crítica de cine: “La habitación”

Si hay una palabra para definir a “La habitación” es Angustia, así con mayúscula. Esa es la sensación que produce en el espectador durante gran parte del metraje, y la que queda cuando uno se va de la sala. Una suerte de opresión en el pecho, un miedo de saber que algo así pudiese ocurrirle a uno o a un familiar, por difícil que parezca.

La premisa de la película es bastante simple. Una mujer vive con su hijo en una pequeña habitación de unos 20 metros cuadrados. En ese espacio está todo: el baño, la cama, la cocina, el rincón para lavar la ropa y luego colgarla. La situación describiría la de una familia en extrema pobreza, pero en este caso el contexto es más extraño, ya que esta mujer y su hijo no solo viven ahí, sino que llevan siete años encerrados en ese espacio, sin haber salido un segundo.

Esta madre y su hijo están ahí porque fueron secuestrados por un psicópata, tal como ocurrió en casos reales muy conocidos en la prensa como el de Natascha Kampusch, quien estuvo en cautiverio por ocho años. Jack (el niño de la cinta) nació ahí, por tanto no conoce el mundo fuera de la habitación, no distingue qué es real y que no de lo que sale en la televisión, el único contacto que tienen con el exterior.

Un día el pequeño cumple 5 años y su madre, Joy, decide que es tiempo de explicarle la situación y planean juntos un arriesgado plan de escape.

El primer acto de la película es realmente asombroso desde el punto de vista de la cinematografía y el montaje. Es increíble como ese minúsculo sitio se ha convertido en todo un mundo para el niño; a pesar de la dura situación, no es un lugar claustrofóbico, porque Joy con su amor ha logrado convertir el espacio en un hogar para su hijo, en una situación dolorosamente dulce. Así, el sufrimiento lo vive ella y Jack dentro de lo aceptable, es un niño más o menos normal y feliz.

La película luego nos traslada hacia otros espacios, físicos y metafóricos. Joy y Jack ahora están fuera, pero renacer no será fácil. Es difícil ponerse en el lugar de los protagonistas de una situación tan extrema, pero la película lo logra sorprendentemente bien. Por un lado, para Jack todo es un descubrimiento, el mundo es infinitamente más grande de lo que pensaba y eso es complejo para cualquiera. Sin embargo es más difícil aún la adaptación para su madre y para su entorno. La actriz Brie Larson logra hacer con Joy un personaje humano y creíble, con pequeños detalles, sin sobreactuar jamás. Uno puede ver en sus ojos ese profundo amor de madre que se ve en una mujer cuando ve a su hijo triste o en peligro.

Por otra parte el pequeño actor Jacob Tremblay se adueña de la pantalla desde el primer instante, y es capaz de sostener sobre sí el peso en varias de las escenas más complejas de la película.

Finalmente y a pesar de toda la Angustia que produce la cinta, es una de aquellas que uno agradece ver, no solo por las maravillosas actuaciones y lo impactante del relato, sino porque es de esas películas que permiten apreciar la vida de otra forma, y lo hace desde la vida misma, sin grandes frases para el bronce ni los clásicos discursos morales que aparecen en de vez en cuando en el cine. Esta es una película cuyo mayor virtud es la honestidad y eso se agradece.

Por Juan Carlos Berner

En Twitter: @jcbernerl

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