Crítica de cine: Elvis

 Crítica de cine: Elvis

La gracia de las biopics acerca de artistas musicales en general es que, aparte de observar una historia medianamente bien contada teniendo o no el visto bueno de la celebridad en cuestión, se puede jugar abierta y efectivamente con la espectacularidad que nos da el personaje. Y no se necesita una estrella que de por sí sea extrovertido para poder jugar con las mismas herramientas en una película, solo se requiere tener un buen director y una historia clarita que contar.

Acá nos encontramos con una de esas películas sobre un artista que nos faltaba, una de las estrellas más rimbombantes que ha tenido la música universal, la vida de Elvis Aaron Presley.

Dirigida por Baz Luhrmann –“Moulin Rouge!” (2001, por la que fue nominado al Oscar de la Academia), “The Great Gatsby” (2013)-, cuenta con todos los elementos técnicos, visuales y sonoros que ya hemos podido ven en otras biopics –“Bohemian Rhapsody” (2018), “Rocketman” (2019), por solo nombrar algunos-, porque la ganancia está en como acomodar una secuencia de escenas en algo que explote, que prenda fuego, que cobre vida y que emocione a quien quiera que la ve. Y Luhrmann lo logra, porque aprovecha de jugar con la emocionalidad utilizando al protagonista que ya cautiva por sí solo, con solo pararse en el escenario. También jugó con la ansiedad del espectador, al no mostrar el rostro de Presley en sus inicios de joven cantante hasta alrededor de los primeros 15 minutos del filme.

Es que la calidad de Presley es innegable, debía ser una muy mala película para desaprovechar una imagen que de por sí brilla con luz propia.

Elvis Presley está personificado por el actor estadounidense Austin Butler -“Había una Vez en Hollywood” (2019)-, quien canta la totalidad de las canciones que aparecen en el filme, lo que le significó tiempo de ensayo no solo en lo actoral para moverse y sacudirse como Elvis, sino que lograr el timbre de voz tan característico del cantante. Y como en toda buena historia debe existir un antagonista, el rol recae en Tom Hanks como el famoso Colonel Tom Parker, representante del artista, y que quien como él mismo indica al inicio de la película, lo culpan de “matar” a Presley.

Como no todo es solo escenario, el papel de Priscilla Presley es interpretado por una muy buena Olivia DeJonge, quien se encarga de poner la luz y la sombra en la vida íntima del artista, y es donde se desarrolla la parte más dramática del filme. Sin excesos ni violencia, podemos presenciar como es el interior de la familia Presley, como lidian con la fama y con la posterior adicción de cantante.

Exponer los inicios de Elvis hace que, para los que nunca nos interiorizamos demasiado en la vida del cantante, comprendamos muchas cosas acerca de sus influencias musicales y como se fue forjando la imagen que todos conocemos. También sabemos quiénes lo rodearon, quiénes fueron buenas y malas personas, cuanto influenció el círculo íntimo en la vida de Presley.

¿La película adolece de algo? Si bien los 160 minutos condensan bien muchas cosas que se deben contar, quizás faltó ahondar en algunos episodios del cantante, pero habría extendido en demasía la duración de la cinta. Sería lo único, porque técnicamente es una película que cumple en todos los aspectos, fotografía, montaje, edición, efectos especiales, todo está ahí.

Una entretenida biopic la cual recomiendo ver en cines por todo el despliegue luminoso, escénico y auditivo que posee. Si hasta el logo de WB se engalanó de oro para tal exclusivo evento.

Y con toda responsabilidad digo: Elvis está vivo.

Escrito por: ©Daniel Bernal

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