Crítica de cine: “Deadpool”

 Crítica de cine: “Deadpool”

Antes que nada, los voy a latear con un poco de historia. No se levanten, siéntense, les aseguro que si lo leen van a encontrarse con una sorpresa increíble. Y deberían sentirse agradecidos de leer a un crítico tan importante como yo que además los quiere tanto, pues.

En primer lugar, los años 90 fueron considerados unos de los peores de los comics de superhéroes: mucha superficie, poco contenido, dibujantes efectistas, portadas desplegables, colecciones paralelas, y personajes unidimensionales. La época ya no era tan ingenua y el antihéroe pasó de ser la ruptura a la norma. ¡Se llenó de antihéroes! Tipos sin código moral, repletos de armas, músculos y testosterona, una actitud “badass”, tanto que terminaron cansando. En este contexto nació Deadpool, un mercenario superficial obra de RobLiefeld, uno de los peores dibujantes y horripilantes guionistas traumado con la milicia, los músculos y la violencia gratuita. En este contexto de cero contenido, Marvel estuvo a punto de quebrar. A nadie le hacía gracia comprar 10 títulos mensuales, y la otrora Casa de las Ideas había encontrado a su archinémesis: la bancarrota.

Fue en ese momento en el que yo dejé de leer superhéroes, era estudiante, mi presupuesto no me permitía comprar tantas revistas, y francamente me aburrían los antihéroes, eran todos iguales: tipos hechos para satisfacer la frustración de los ñoños que encontraban nuevos modelos en personajes crueles tipo Lobo o Venom. Si te hicieron bullying, era normal que fantasearas con esa clase de violencia escapista. Pero yo era demasiado cool para que me hicieran bullying y demasiado idealista y buen tipo como para interesarme en antihéroes.

Pero llegó al rescate el más poderoso de los héroes: el Dinero. Vendiendo sus derechos a FOX y Sony, la editorial se salvó de la bancarrota. Así, comenzó a principios de milenio la moda de películas de superhéroes, quienes llevan 16 años en las pantallas grandes. Un fenómeno que todos ya conocen. El momento fue propicio: a fines de los 90 la tecnología dio un salto gigantesco, permitiendo efectos acordes al universo superheroico.

¿Y qué pasaba por mientras en el comic? Bueno, como a muchos personajes les ha pasado, a Deadpool lo agarraron un par de buenos guionistas que le dieron un giro, lo convirtieron en un payaso dicharachero, volviéndolo único. Claro, uno podría pensar que un héroe que tira la talla a estas alturas no es nada sorprendente, los hay por miles (Flash, Spiderman, la Mole), pero Deadpool se reía de sí mismo, tenía un humor políticamente incorrecto, su humor tiene doble sentido, con una alta carga homerótica, y además tendía a romper la cuarta pared, hablándole al lector. Los demás héroes lo veían como una molestia, y era capaz de hacer enojar al mismísimo Wolverine, poniéndole apodos a los héroes, mofándose de poderes y uniformes, y ostentando salidas totalmente fuera de tono que rompían con la atmósfera normal de los comics. Así, Deadpool se ganó una legión importante de fans, porque no se tomaba en serio en un universo plagado de tipos que se tomaban demasiado en serio a sí  mismos, y eso siempre agrada. Yo nunca le conocí, en eso momento andaba en busca de nuevos horizontes narrativos, más literarios, más profundos, en una palabra, más como yo. La pubertad me abandonaba, pero yo seguía con mis hormonas alborotadas y en busca de mi otra mitad (Sí, mi mitad después de que la partiera en dos en el ring de las cuatro perillas).

Y mientras Deadpool se desarrollaba como personaje, el cine de superhéroes Marvel explotó a casi todo el universo: 4 Fantásticos, X-Men, Spiderman, Vengadores, Thor, Ghost Rider, Hulk, Blade, Capitán América, IronMan, Guardianes de la Galaxia, si era rentable, tenía su película. Y claro, luego de 15 años la novedad comenzó a pasar, es lógico. Era difícil sacar un producto nuevo que sorprendiera y mucho menos que reinventara al género. “Deadpool” es lo que más se acerca a eso.

Con una campaña publicitaria políticamente incorrecta y una película que rescató la esencia del personaje del cómic, Deadpool es un personaje que no se toma nada en serio, esconde un corazón sensible en contraste con el exceso de testosterona al que nos tienen acostumbrados, y a diferencia de los otros chistositos del género, no es un tipo fanfarrón, sino al contrario, conserva esa cuota de perdedor que produce empatía y cariño por el héroe. No es el típico bufón que hace comentarios irónicos mientras patea a los malos, sino que muchas veces él es el pateado o ridiculizado.

Wade Wilson (Parodia del personaje Deathstroke de DC, cuyo nombre es Slade Wilson) es un mercenario que se somete a un experimento para ganar súper poderes, lo que le arruina la vida. Con un sentido del humor infantil y sumamente negro, toma una actitud de “a mal tiempo buena cara” y decide continuar en su carrera como mercenario, ya que no se considera un héroe.

La película es un reflejo del personaje, ya que tampoco se toma en serio, se burla del género desde los créditos del comienzo, y deja bastante en claro que no espera mucho de sí misma. Luego de eso la cinta es talla tras talla: el protagonista no respeta a nadie y caen como moscas actores, personajes de otras franquicias e incluso el mismo Ryan Reynolds no se salva. El humor no es el típico bobalicón de Disney y por eso sorprende una película que aparece justo en una época que exigía nuevos aires.

Otra cosa que resalta bastante es que si bien puede calificarse dentro del género de superhéroes, sería más correcto enmarcar a “Deadpool” en el género de romance, ya que es básicamente una historia de amor con explosiones. El protagonista no salva el día, los villanos no tienen un plan maestro y al final solo queda un tipo pretensioso y ridículo en busca del amor verdadero. Y no es el típico machito de cuarta que tanto le gustan al tarado promedio y que aburren a tipos sofisticados y evolucionados como yo, esos personajes que esconden sus sentimientos pero al final se revelan como sensibles. No, acá Deadpool reconoce desde un comienzo que es un tipo delicado, sensible y que se deja conmover hasta por las fotos de gatitos, lo que contrasta con su uniforme de tipo rudo.  Atrás quedó esa actitud de “me importa una mierda todo”, para dar paso a un nuevo paradigma de “todo me importa más que la mierda”: la vida personal del taxista, la opinión del resto, la imagen personal, en resumen, todo aquello que han negado los héroes durante años. Si bien el antihéroe caló profundo en la cultura porque el pueblo empatizaba con un personaje de moral más ambigua y realista que los héroes clásicos, Deadpool es un nuevo paradigma, más cercano, amable y dispuesto a escucharte, no importa lo pequeño que sea tu problema.

Quizá dentro de los defectos del filme podríamos mencionar las constantes referencias a otras producciones, y el espectador poco versado dejará pasar varios momentos hilarantes. También se nutre demasiado del universo Marvel. Por ejemplo, la escuela de Charles Xavier y Coloso son introducidos de repente en la historia, y se asume que uno conoce a los personajes y su relación con Deadpool, una relación que se pudo desarrollar mejor. Puede que a estas alturas los X Men estén tan instalados en la cultura popular como Batman o Spiderman, pero creo que es el deber de toda nueva franquicia (Sobre todo en un personaje no tan conocido por el común de la gente como Deadpool) explicar brevemente a sus personajes, y sus orígenes.

Otro defecto que creo conveniente señalar es que si bien al principio la pachotada es novedad, al ratito se convierte en la norma, lo que hace que uno ya espere varios de los momentos desmadrados. Al tratarse de una parodia de género (Tipo “Scary Movie”, ponte tú), hay momentos que se supone son dramáticos, pero como no es la tónica de la historia, uno ya puede predecir que van a salir con alguna payasada.

En fin, “Deadpool” no es ni por asomo una obra maestra de la comedia, pero sí es muy recomendable para quienes buscan algo distinto en materia de superhéroes, una historia liviana que no se tome en serio a sí misma, o desee conocer a un personaje nuevo sin tener que mamarse un universo de precuelas. Para los que buscan acción, efectos, risas políticamente incorrectas y romance (En serio, se lo juro), “Deadpool” les viene ni que pintada.

¿Qué cuál era la sorpresa increíble que mencioné al principio?  No existe, soquetes. Me estaba burlando de todos, tal y como hace Deadpool, rompiendo la cuarta pared de la crítica, hablando de mí mismo mientras comentaba la película, y echando por tierra cualquier expectativa. Lo que pasa es que ustedes se toman muy en serio todo.

Por Felipe Tapia, el crítico que es más grande que tu problema.

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