Crítica de cine: “Ataque a la Casa Blanca”, Propaganda Gringa de la buena

 Crítica de cine: “Ataque a la Casa Blanca”, Propaganda Gringa de la buena

Un día cualquiera, Washington DC queda sorprendida por una audaz avanzada norcoreana, camuflada en el marco de la visita del primer ministro surcoreano a la Casa Blanca. El ataque es por tierra y aire, sorpresivo y brutal. Mike Banning (Gerald Butler), agente del servicio secreto que trabaja de administrativo, decide intentar contrarrestar el bestial ataque que no distingue entre fuerzas armadas y civiles. Eventualmente, se transforma en el único sobreviviente dentro del edificio, dejando en sus manos la posibilidad de hacer algo por la supervivencia de los rehenes, incluyendo al mismísimo presidente Benjamin Asher (Aaron Eckhart), con quien siente una prolongada deuda personal al no haber podido salvar la vida de la primera dama durante un accidente de tránsito.

Las motivaciones de los norcoreanos no son del todo claras para el vocero Trumbull (Morgan Freeman) quien junto a la directora del servicio secreto Lynn Jacobs (Angela Bassett) deberá hacerse cargo de la crisis. Una situación que a todas luces está destinada al desastre. No sólo la Casa Blanca ha caído, sino también el “Olimpo”, nombre clave del bunker subterráneo que protege a la cabeza administrativa de Estados Unidos y que nunca conoceremos en esta vida. Sin embargo, una posible esperanza surge cuando lo que queda del equipo de gobierno consigue establecer comunicación con Banning.

El guión de “Ataque a la Casa Blanca” tiene todos los elementos de una cinta de acción promedio, pero sin profundización y un relativismo moral impertinente. Si parece un trabajo escrito por un principiante, es por que lo es, de hecho son dos. No me malinterpreten, es una herramienta funcional, sin embargo, es un ejemplo claro de una formula aplicada, basada en el cliché, el conservadurismo y definitivamente sin mucha alma. Acá lo destacable es el suspenso gracias a la dirección de Fuqua y a la forma en que dirige a sus actores, quienes no destiñen, contribuyendo a la atmósfera súper tensa.

En este punto debo apelar al bipolar que todos llevamos dentro. Debo separar los aspectos técnicos-formales, de los aspectos sustanciales y, me atrevo a decir, éticos. Desde el punto de vista de la factura técnica, la película es impresionante. La perpetración del ataque terrorista tiene impactantes momentos, muchos de ellos con la referencia clara del 11 de septiembre de 2001. Debo admitir que muchas de las escenas también me recordaron al otro 11, ése de 1973. Los efectos de verdad contribuyen a generar ese ambiente asfixiante de destrucción, desesperanza e impunidad. Es un ejercicio de veracidad sobre un ataque organizado a un lugar que el inconsciente colectivo considera impenetrable.

Ahora desde el punto de vista de fondo, no es más que una absurda propaganda no muy diferente que otro tipo de filmes como “La caída del Halcón negro” (2001), pero años luz más evidente, en donde el “no-americano” es un ejemplo del  enemigo. Ahora le tocó a los norcoreanos. Para qué estamos con cosas, se la están buscando hace rato, pero existe una insistencia  sub-textual de que los estadounidenses son blancas palomas que no merecen la tirria del mundo entero incluyendo… a los musulmanes ¿Cuál es la necesidad de mencionar a pito de nada las desavenencias con los musulmanes? No importa, también son el enemigo. El punto es dejar muy en claro que, para los gringos, su bandera es sagrada, pero la figura de su líder es muchísimo más sagrada. De otro modo no se explica lo que para mí es un terrible agujero en el guión: ¿Vale la pena sacrificar a millones de personas para salvar la vida del “líder del mundo libre”?

Pero lo que vuelve esta propaganda más detestable es el disfraz que se utiliza para camuflarlo, es decir el repetido modelo del soldado superhéroe, un balance entre un Rambo, con elementos del Clint Eastwood de “En la línea de fuego” (1993) y definitivamente una potente dosis de John McClane, el personaje de “Duro de matar” (1988).

Después de la novedad del ataque, la película no se diferencia mucho de una cinta sobre atracos violentos y desde ahí los lugares comunes van en aumento hasta prácticamente el final: Metamos a la juguera el resto de las “Duro de matar” con “Avión presidencial” (1997), que a la postre no es más que una Casa Blanca con alas.

Por otro lado, la búsqueda de la redención de Banning es el fruto de una pobre presentación de su conflicto interno. Consigue reforzar la empatía con el “Cabeza-hueca-con-un-arma-que-salvará-al-mundo”, sí, pero se podía haber resumido con una escena, una frase, una buena construcción de diálogo. Porque la muerte de la primera dama era otra película, no la del ataque a la Casa Blanca. El uso del flashback nunca fue tan pertinente como en este caso. Sin embargo, la cronología lineal hace que la película, en realidad, se inicie a la media hora de haberse apagado las luces de la sala de cine.

Con la crudeza que lo caracteriza, Antoine Fuqua (“Día de entrenamiento”, 2001) retrata a sus terroristas de la manera mas realista posible, así como al resto del reparto. La calidad de los actores lleva la inverosimilitud a lo creíble, pero a qué costo. Se evidencia su sub-aprovechamiento se talentos. Hay una escena de tortura hacia una de los miembros de la administración del presidente que perturba por su violencia gráfica. A la actriz se hace difícil reconocerla, pero se trata de Melissa Leo, ganadora del Oscar por su rol secundario en el drama boxeril “El vencedor” (2011), pero que en esta película queda absolutamente camuflada.  Bien por ella, por su interpretación y por el director. Pero podría haber sido cualquiera, considerando que su papel no va a trascender. Algo así como Charlton Heston en “Mentiras verdaderas” (1994).

Sacándole todas las alusiones políticas, los pensamientos reaccionarios y el pathos de la tortura, la película es un ejercicio potente, técnicamente bien ejecutado desde el inicio del primer giro dramático (minuto 20) que entretiene a punta de zamarreos y que, finalmente, deja una sensación perturbadora entre alivio y una vocecilla en la cabeza que nos dice “esto no puede estar bien”.

©Por Hugo Díaz

Dirección Antoine Fuqua
Guión: Creighton Rothenberger, Katrin Benedikt
Elenco: Gerald Butler, Aaron Eckhart, Rick Yune, Morgan Freeman, Dylan McDermott, Angela Bassett, Finley Jacobsen, Melissa Leo, Ashley Judd, Radha Mitchell
EE.UU., 2013, 120 minutos, mayores de 14 años
Distribuye ©Diamond

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