“Marcelo, la mafia y la estafa”: el valor de la honesta imperfección

Dos visiones sobre la película chilena “Marcelo la mafia y la estafa” tienen nuestros periodistas Ignacio H y Hugo Díaz. Por esta razón, decidimos publicar ambas críticas, y que el público, después de ver la película decida quien tiene la razón. Te dejamos aquí la respuesta de Hugo, a la crítica de Ignacio H (que puedes leer aquí)

Marcelo Gambardella (Ariel Levy) es un joven decorador de interiores abducido literalmente por su pasado cuando es forzado a heredar todas las deudas de su difunto y mafioso “nonno”.
 En un abrir y cerrar de ojos esta metido hasta el cuello contra las mafias china y turca, por lo que deberá dejarse guiar por Tony Macarroni (Daniel Antivilo) en el submundo delictual y reunir a un improbable equipo de ladrones para llevar a cabo una estafa que les permita salir del paso, eso sin poner en más aprietos su precaria relación amorosa con Cristina (Juanita Ringeling).

Comedia dirigida por Aníbal Herrera y Alejandro Salazar, dos estudiantes de la Uniacc, quienes empezaron la producción en el marco de un proyecto de tesis hace más de cuatro años y que por fin ven la luz al final del túnel estrenando en 20 salas a lo largo del país. Con referencias obvias a “La gran estafa”, “Perros de la calle” y me atrevería a decir “King Kong” de Peter Jackson, la película es un híbrido entre un Heist (película sobre robos planeados) y slapstick (comedia física) pero muy a la chilena y con resultados tan dispares como desopilantes.

Lo primero que se me vino a la cabeza mientras veía la película es que no recuerdo haber visto una trama en el cine chileno donde pasaran tantas cosas juntas, algo inherente al género que pretenden desarrollar y bastante atípico, por lo que de entrada se genera un valor positivo: Este tipo de películas son un aporte a nuestra cinematografía. El resultado, sin embargo, no hay que desmentirlo: Las actuaciones son dispares, los errores narrativos y estéticos son incontables, la construcción de algunos personajes no existe. No es una obra maestra. Aún así, logra dos cosas que grandes directores con elevados presupuestos y magníficos niveles de producción a veces no consiguen: que la película no deje indiferente y que sea entretenida.

Lo segundo que se me vino a la cabeza, es que esta película no hubiera podido ver la luz sin un buen trabajo de post-producción que borrara las cicatrices de un rodaje basado en la inexperiencia.

Aún así, los grandes problemas de producción son reemplazados con aciertos sorprendentes. Por eso, “Marcelo, la mafia y la estafa” tiene la misión vital de encontrar a su público, ese que en Chile no existe salvo en el anonimato del consumidor outsider disperso, que prefiere el cine como elemento de entretención pero coherente en sus principios, ese espectador que le da lo mismo que se refleje un micrófono en el espejo de un auto siempre y cuando el mafioso apuntando un arma le diga al héroe protagonista esa típica línea de diálogo “el jefe lo está esperando”.

En varios países de Latinoamérica, sobretodo en Argentina, este tipo de realizaciones independientes con historias fantásticas o de género, son pan de cada día. Por ejemplo, en el pasado festival de cine de Valdivia se estrenaron las tres “Plaga Zombie”, trilogía referente de ese cine de guerrilla independiente Argentino que ofrece sinvergüenza películas de género distintas a la cultura latinoamericana. En Chile eso no ocurre ( y si ocurre no se difunde apropiadamente), pues se valora muchísimo el nivel de producción y que la factura técnica sea perfecta, y que la visión del director sea una especie de aporte a la poética del cine, aunque ello signifique aburrir al espectador. En ese sentido, el desparpajo que presenta “Marcelo, la mafia y la estafa” genera un verdadero aporte y una honestidad que termina creando un efecto positivo que se traduce en que la audiencia le termina tomando cariño, ya que no hay sexo burdo, no hay truculencia y lo que se percibe son las ganas y la inocencia de contar una historia de mafiosos del absurdo. Una deuda, quizás, es que lo bizarro o el efecto caricatura pudo haber sido llevado a niveles más extremos para transformar muchos de los errores en verdaderos recursos.

La honestidad a la que me refiero tiene también que ver con que las promesas que intenta cumplir en forma embarazosa por problemas de forma, se suplen con las escenas que se cumplen en forma exitosa por el ingenio. Por ejemplo, durante la presentación de los personajes hay escenas con finales frustrantes, sin embargo, basta una acción hilarante durante una persecución y una carcajada borra con un cachetada el efecto negativo.

Las dispares actuaciones se notan debido a la naturaleza coral del filme. Sin embargo el problema se suple con actorazos que se roban la película con personajes bien construidos. Es el caso de Alex (Alex Rivera) un actor desempleado que se autodefine como “un hombre de acción” y Esteban (Jorge Alís) en instructor de spa argentino que se las da de galán. Ambos generan gracias a su contrapunto los mejores momentos de la película y podrían perfectamente generar una suerte de spin off. También salvan el nivel algunos personajes secundarios como el de Piotr Kozak como el Suizo Owenson y Álvaro Paltanioni interpretando al árabe Mahid Rahan.

Son tantos los personajes, tantas las subtramas que hay muchos elementos que parecen sobrar. Ello da la impresión de ver el resultado de la realización de un guión inacabado, al que le faltaron un par de ajustes. Sin embargo, existe un “fiato” (en el sentido chileno del termino) que se transmite a través de la pantalla entre el extenso reparto de la película, que da una sensación de calidez, o como una buena amiga decía “esa sensación de que lo pasaron la raja filmando la película”. Como una junta de amigos contando buenos y malos chistes en un asado. Por eso, cuando durante los créditos finales, los personajes salen contándose buenos y malos chistes, esa suerte de coherencia interna termina dejando un gustillo dulce y satisfactorio.

© Por Hugo Díaz

Dirección: Aníbal Herrera, Alejandro Salazar

Elenco: Ariel Levy, Daniel Antivilo, Alex Rivera, Jorge Alís, Max Meriño, Álvaro Paltanioni, Dadá Quñiut, Yamila Reyna, Miguel Ángel De Luca, Piotr Kozak, Carlos Embry, Rodrigo Peralya, Juanita Ringeling, Matías Castillo, Chia Huang Chu.

Chile, 2012, 90 minutos, todo espectador+7

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