H. R. Giger: Uno entre los grandes
Desde pequeño, cada vez que observaba la lengua de la criatura extraterrestre amenazar a una joven teniente sobreviviente de una masacre, en una pequeña cápsula espacial, me despertaba una mezcla de curiosidad y repulsión. El asco provenía de la baba, pero la curiosidad era porque en mi mente sabía que estaba viendo un artefacto mecánico retráctil con una mandíbula en la punta, mecánico, sí, pero al mismo tiempo orgánico. Es decir, era una lengua, parecía de fierro, pero no era de un robot, sino de una especie de alimaña horripilante. Una tensa formación muscular asesina. La imagen marcó mi imaginación para siempre, como a muchos.
Los diseños del suizo Hans Ruedi Giger generan siempre un tenso desconcierto. Amplían los límites del morbo visual e invitan a admirar la belleza siniestra, desde un punto de vista orgánico y lúdico. A días de su muerte, podemos convenir que la obra surrealista de H.R. Giger se ha vuelto trascendental.
Decir que su mejor trabajo fue el diseño de “Alien” (1978) podría ser injusto y quizás errado, pero no menos cierto es que se trata de su obra más famosa. Desde ilustraciones y figuras biomecánicas como Li II, hasta artículos personalizados como el pedestal del grupo Korn, Giger siempre torció de manera hábil el atractivo de las formas redondeadas y a veces femeninas, proyectándolas de una manera inquietante y provocadora.
Su expresión de la pesadilla iba de la mano con la suciedad de lo industrial, lo mecánico, lo frío y muerto. También de lo sexual, aunque siempre sugerido, como la fálica cabeza del Alien, o las lenguas de los seres en la portada del disco de Danzig “How The Gods Kill”.
Aunque gozó de fama internacional y de culto por fanáticos, también sufrió importantes reveses, tanto en su vida personal como artística. Recordemos que su lado oscuro proviene en gran medida de la trágica pérdida de su novia, la artista Li Tobler. Algunas de sus frustraciones incluyen el que sus diseños increíbles para el proyecto de largometraje “Duna” de Alejandro jodorowsky, nunca hayan sido realizados. O que su versión del más allá de “Poltergeist II” (1986) haya sido pobremente traducida a nivel de efectos visuales. O que su versión del batimóvil para “Batman Forever” (1995) nunca haya visto la luz por decisiones de producción.
Pero, en conclusión, en su vida destacan más los aciertos artísticos, más allá de las incomprensiones de la forma o la indiferencia a favor de la belleza decorativa. Para Giger lo que si prevalece es su genialidad, la que hizo que el mismísimo Salvador Dalí lo recomendara, admirara y lo definiera en la tajante y decisiva frase: “por fin he encontrado un alma gemela”.