Crítica: J’Acusse de Roman Polanski

 Crítica: J’Acusse de Roman Polanski

En una época en la que constantemente se plantea la disyuntiva de si debería separarse la obra del artista, Roman Polanski es sin duda uno de los ejemplos más recurrentes, junto quizá con Woody Allen y Alfred Hitchcock, aunque este último no se encuentra entre nosotros hace mucho.

La historia narra el caso real de Alfred Dreyfus, un judío acusado injustamente de traición. El oficial Georges Picquart, interpretado por Jean Dujardin, es ascendido producto de la enfermedad de su predecesor, y al asumir su cargo se entera de que posiblemente Dreyfus fue víctima de una conspiración antisemita, para inculparlo por un crimen cometido por un espía que aún se encuentra entre ellos.

Picquart arriesgará su carrera enfrentándose a la corrupción de las autoridades, quienes no quieren que se sepa la verdad. Ayudado por un puñado de hombres íntegros, entre los que se encuentran la familia de Dreyfus y el mismísimo Émile Zola (Àndre Marcon), se enfrentará a todo el aparato para restituirle su dignidad, reputación y libertad a un hombre que no conoce.

En términos de realización el filme se jacta de una precisión indiscutible en los detalles históricos: las vestimentas, escenarios y toda la puesta en escena. Es lo mínimo que uno esperaría de un director como Polanski. La historia se basa en la novela “An Oficial and a Spy” de Robert Harris.
Una mención aparte merece la escena en la que se conoce el famoso artículo de Zola llamado J’Acusse publicado en L’Aurore, en donde denuncia la conspiración en marcha, desatando toda la ira antisemita, acusando a toda la cadena de traición compuesta por oficiales de todos los rangos, así como todos los actores burocráticos que permitieron, avalaron o hicieron la vista gorda cuando se condenó a un inocente. La heroica publicación le costó una temporada en la cárcel, una multa y, presumiblemente según algunos, muerte por envenenamiento.

Los personajes también son muy interesantes. El protagonista lucha contra todo el aparato, no por altruismo o integridad sino movido por un rígido y militar sentido de la justicia, una obsesión por la verdad y hacer lo correcto que proviene de un sentido del deber inculcado por años. Detesta la corrupción no porque sea inmoral, sino porque las leyes no la permiten. Uno no sabe si creer que esa manera de pensar es algo bueno o malo, si Picquart tiene una brújula moral que le impediría cometer una atrocidad en nombre del deber o, por el contrario, cruzaría líneas solo porque su deber como oficial se lo dicta.

Si la película fuese de cualquier otro director, probablemente no habría segundas lecturas. No obstante, al tratarse de Polanski, uno no puede evitar buscar subtextos en donde puede o no haberlos. Una historia en la que una persona es objeto de condena y escarnio público, víctima del desprecio de toda la sociedad, para luego ser erigido casi como un héroe y sus detractores como una chusma influenciable y traicionera, da para pensar. ¿Está el director intentando redimirse a sí mismo, o tratar de representarse como una proyección de Dreyfus en nuestras conciencias? Después de todo, ¿quién es él para contarnos una historia sobre justicia e injusticia?
Pero hagamos el ejercicio de ver la película sin mirar los créditos. Se trata sin duda de una gran historia, sobre un suceso histórico que, por desgracia, no ha mejorado con la modernidad. En los tiempos actuales, la difamación y juicios prematuros se han convertido en un popular deporte y, sin duda, si el caso Dreyfus hubiese tenido lugar en la época de las redes sociales, la gente habría tildado a Picquart de protector de traidores, a Zola de amarillo, y vaya uno más a saber qué. ¿Es lo que Polanski intenta decirnos? ¿Qué quienes arremeten contra él por las cuantiosas denuncias por violación son una jauría que se deja llevar por acusaciones sin fundamento?
Pero yo soy de la opinión de que hay que separar al artista de la obra, para usar un cliché. Muchos discrepan conmigo y definitivamente no verán esta película por el oscuro historial del director. ¿Qué puedo decirles? Ellos se la pierden. Además, tendrán que revisar todas las películas, series, libros, videojuegos y toda clase de productos culturales, verificar si sus creadores tienen todos un comportamiento intachable, y comprometerse a no verlos bajo ninguna circunstancia si no es el caso. Podrían toparse con más de una sorpresa. ¿Estarían de acuerdo a hacer ese compromiso?
Bueno, cada quien tiene el comportamiento de consumo que se le da la gana. Yo personalmente los invito a echarle un vistazo al último trabajo de Polanski, pues es una historia interesante sobre un evento crucial de nuestra historia. Y no tienen por qué aprobar la conducta del director mientras la ven.


Por Felipe Tapia, un crítico que se ve calladito pero se las trae.

Cine

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