Crítica de cine: “Yo vi al Diablo”
Hay un dicho que reza “Ya se han contado todas las historias, así que si vas a contar una por lo menos hazlo bien”. “Yo vi al Diablo”, dirigida por Kevin Greutert, no es el caso.
La historia nos muestra la típica/tópica pareja joven que se va a vivir a la típica/tópica casa embrujada, esta vez ubicada en un viñedo. La trama es la clásica pero saltándose varios pasos: La protagonista Eveleigh (Isla Fisher) empieza a ver cosas raras y comienza a preocuparse, y su marido David (Anson Mount) le dice que se calme, que es su imaginación. Lo extraño es que acá la mujer deduce inmediatamente que se trata de actividad paranormal, a la primera visión tenebrosa. Normalmente, esta clase de personajes necesitan de varios eventos para derribar su escepticismo, pero ella parece ser más ecléctica y abierta de mente, y asume de inmediato que hay fantasmas.
A estas alturas uno se pregunta por los roles de género en la historia. Es decir, es norma que sea la mujer la que anda nerviosa y saltona y el hombre el racional que contenga. Me pregunto cómo quedaría una historia con un marido histérico que ve fantasmas y una mujer que le dice que es su imaginación. Eso sería una vuelta interesante que por supuesto acá no ocurre. Los personajes latinos son extras prescindibles, supersticiosos e ignorantes, como en toda cinta gringa de medio pelo. Además la justificación para las alucinaciones es insistente y ridícula: el embarazo de Eveleigh, lo que la vuelve susceptible y paranoica. El concepto está mal desarrollado y no convence, además de que el médico que la trata es Sheldon Cooper.
Como en toda película del género, aparece una médium cuyo aporte es poco y nada a la trama, salvo ser un personaje unidimensional que se comporta raro porque sí, y que no contribuye en nada a que la protagonista resuelva el misterio. De hecho al principio es hostil y esquiva porque sí, pero luego acepta ayudar de inmediato a Eveleigh, también porque sí ¿Por qué va a su casa al principio y arranca, en lugar de advertirle? El resto de la historia son solo escenas típicas de historias de terror (sangre, siluetas, cosas que se rompen solas, etc.), el archivisto conflicto de irse del lugar o quedarse porque ya lo pagamos, el clásico llanto de “nadie me cree que veo cucos”, y la música de violines que suele acompañar estas escenas.
Si hubiese que rescatar algo de la película es el final, que es novedoso aunque tampoco tanto, pero se esfuerza en dar una vuelta de tuerca (Que uno puede especular) y al menos alejarse del clásico final de película de casa embrujada. El resto es una película bastante olvidable, cuyos personajes femeninos, sean buenos o malos son emocionales e histéricos; y los masculinos, buenos y malos, racionales y mesurados.
Por Felipe Tapia, el crítico al que rechazaste por pobre y que ahora es tarde para que lo recuperes porque es rico y famoso