Crítica de cine: “The Handmaiden”
Chang Wook Park es un cineasta que ha sorprendido dentro del cine coreano y en el mundo en general, por sus historias crudas, pero a la vez desgarradoras. Es decir, es muy fácil ser truculento o grotesco, de hecho es un poco la moda, lo difícil es añadir profundidad al desmadre. La Trilogía de la Venganza, “Thirst” y “I´m a Cyborg, but that´s OK” son historias visual y argumentalmente muy crudas y no aptas para sensibles, pero al mismo tiempo presentan personajes complejos, y desenlaces sorpresivos en lugar de historias lineales y predecibles.
“The Handmaiden”, basada en la novela de Sarah Waters y ambientada en la Corea de los años 30, es su nuevo trabajo y contiene una lectura social y política muy profunda, una lucha de clases encarnada en sus personajes que a la vez reflejas diferentes nociones de moral y ética. Ha Jung-Woo es un estafador que busca enamorar a la aristócrata Kim Min-Hee, para heredar su fortuna al mandarla a un manicomio. Su aliada en esta empresa es Kim Tae-Ri, una ladrona plebeya cuya tarea será convencer a Kim Min-Hee de que se enamore del falso príncipe, para ello comenzará a trabajar como su sirvienta. Por supuesto, entre ambas mujeres se generará un vínculo inusual que alterará los planes originales de todo el mundo.
La gracia de la película es que te sorprende y te vuelve a sorprender con giros argumentales y vueltas de tuerca que retuercen carnavalescamente los roles de personajes, así, durante el transcurso de la historia malos pasan a ser buenos y viceversa, engañadores pasan a ser engañados y viceversa, pero no solo una vez, lo que obliga al espectador a someterse a un ping pong argumental con la narrativa propia del director.
El subtexto social en el que se enfrentan las clases y se aspira a llegar al poder económico, se aleja de todos los clichés explotados y si bien los personajes son arquetípicos (El estafador ambicioso e inescrupuloso, la joven inocente, la oportunista), no son para nada unidimensionales, sino que constantemente se redefinen, cambian sus roles y se enfrentan entre sí. De hecho, en esta película se confirma la regla de que menos es más y más es menos, puesto que la historia, que dura más de dos horas, es llevada a cabo casi en su totalidad por los tres personajes y el tío de Kim Min-Hee, además de otros personajes seculares cuya importancia es mínima. Basta con pocos elementos para cocinar un buen plato narrativo.
Los escenarios también son parte importante de la película: gran parte de la historia transcurre en espacios cerrados, que combinan el costumbrismo oriental con el glamour europeo, donde los personajes campan a sus anchas para transitar en ambientes lúgubres que son un escenario ideal para sus anhelos, ambiciones, perversiones, intrigas y reflexiones.
Si bien no es tan cruda como “Oldboy” o “Sympathy for Mr. Vengeance”, la sordidez es sustituida por intenso erotismo y apasionadas sensaciones que son transmitidas físicamente por las magníficas actrices de manera totalmente íntima, quienes prácticamente nos hacen sentir lo que sienten a través de sus cuerpos en la pantalla. Las perversiones de Ha Jung Woo y el tío de Kim también son representadas para entregarnos personajes complejos en lugar de un vicioso aburrido y predecible. Por eso, pese a su larga duración y a su ausencia de acción y supremacía de diálogos y silencios intensos, la película es disfrutable de principio a fin, demostrando una vez más que no son necesarios los trucos baratos ni tenernos a cada rato en una montaña rusa para capturar nuestra atención.
Es grato ver que un autor consagrado como Chang Wook Park se reinvente a sí mismo en lugar de permanecer en la línea y la identidad que le han dado fama, algo parecido a lo que hizo David Lynch con “Una Historia Sencilla”. Quienes piensen que el alejarse de la brutalidad es un retroceso para el director, se tragarán sus palabras al ver este drama humano cargado de amor, pasión, libido y problemática social.
Por Felipe Tapia, el crítico que sueña cada noche con la coexistencia pacífica entre humanos y mutantes