Crítica de cine: reconstrucción de una anécdota sexual: “Hysteria”
El antecedente de la irrupción del vibrador en Londres, a fines del siglo XIX, para combatir las “alteraciones conductuales” entre las mujeres es la piedra basal para construir “Hysteria” (2011). Claro, anécdota de proporciones si se hace una revisión por la historia de emancipación de la mujer y su libertad sexual. Aunque tampoco sería osado enfatizar en que la dirección y producción de la cinta hayan sido forjadas desde una perspectiva femenina. (Un año antes, “The King’s Speech”, otra anécdota, pero resultante de la “tartamudez real” fue elevada entre los certámenes y la audiencia… A la vista, una tendencia hacia un cine con rol de “anecdotario”).
“Hysteria” tiene como escenario la época victoriana de Londres, a partir de 1880, que incluye su revolución médica. Revolución en la que está involucrado Joseph Mortimer Granville (Hugh Dancy), joven, educado y apuesto especialista preocupado por la “teoría del germen”, arista de escasa relevancia –incluso blanco de mofas– entre sus colegas si se parte de la regla básica de lavarse las manos antes de estar en contacto con los pacientes. Simultáneamente, más de la mitad de las mujeres londinenses sufren de desórdenes emocionales y nerviosos, que causan desde insomnio hasta ataques de ansiedad, y de los que el reputado Doctor Dalrymple (Jonathan Pryce) se está encargando de combatir con “terapias de masaje”. Tras perder su trabajo en un hospital y en busca de mejores expectativas y reconocimiento, Granville se une a Dalrymple para, como manifiesta el segundo, batallar contra “la plaga de nuestros tiempos”.
Para Granville, esta misión no sólo involucra descubrir una dimensión ignorada en su faceta profesional, sino compenetrarse y estrechar lazos con la esfera familiar de su distinguido colega: las hijas de Dalrymple, Emily (Felicity Jones) y Charlotte (Maggie Gyllenhaal). La primera respeta y procura seguir los dictámenes de su padre, desplegando una afición por Chopin, la filosofía y la frenología; Charlotte, “la oveja negra”, se inclina por reñir contra las reglas establecidas desde el mundo masculino mediante un discurso socialista y protector hacia las mujeres, además de ofrecer servicios para la comunidad vulnerable. Figuras que sitúan a Mortimer –con sus convicciones, dilemas y anhelos– a un enfrentamiento personal. Y que tendrán resonancias desmesuradas tras el invento de su amigo Edmund St. John-Smythe (Rupert Everett), un entusiasta en innovaciones tecnológicas y eléctricas, y la contribución de Molly, la ex prostituta y empleada de los Dalrymple.
Dirigida por Tanya Wexler (“Finding North”, “Ball in the House”), “Hysteria”, contemplada en la selección oficial de Toronto y Tribeca, puntualiza una narrativa clásica y una progresión de personajes esperable de acuerdo a los conflictos expuestos: obtención de fama, velar por la reputación familiar, mantención del prestigio y el aferro a las convicciones éticas y morales (acentuados en Granville y en Charlotte). Si bien la historia está justificada por la explosión y fama de este aparato que favorece el deleite sexual, es inevitable hacer hincapié en que las figuras femeninas (la presencia de Gyllenhaal define sustancialmente la propuesta) se vuelven concluyentes para las decisiones del “revolucionario” Mortimer. Asimismo, reivindica un argumento explorado en la cinematografía –post 2000, Mike Newell y su inflada “Mona Lisa Smile”–: impedir confinar a la mujer como un mero objeto doméstico (dueña de casa y crianza de los hijos). Con decorados de cuidada factura que se amoldan convenientemente sin aspirar al protagonismo, sobre todo cuando los personajes irrumpen plano tras plano, el filme circula y se ajusta en la comedia que dosifica con gracia la picardía de la sociedad acomodada de la edad victoriana, más por las escenas de las pacientes sometidas a las “terapias de relajación” que podrían hacerse recordables. Eso sí, no sería prudente hablar de una cinta que defina lo que ha transcurrido de este primer semestre (por lo demás, llega con delay) ni una versión elevada con ribetes libertarios, pese a los fehacientes cambios de carácter socio-cultural registrados en Inglaterra ad portas del siglo XX, y el efecto en el mundo tras la aparición del vibrador.
©Por Leyla Manzur H.