Crítica de cine: “El niño y la bestia”

 Crítica de cine: “El niño y la bestia”

Ren es un niño que acaba de perder a su madre y no sabe qué es de su padre. Como no quiere caer en la custodia de un extraño, decide vivir en las calles, por su cuenta. Sin saber muy bien cómo, llega a una dimensión paralela habitada por mamíferos antropomorfos (Bastante especista la película, no vemos reptiles o anfibios inteligentes) en una realidad costumbrista y anacrónica, plagada de misticismo y bucólica.

Al llegar a esa realidad paralela, gracias a un callejón fabricado por los mismos que hicieron el ropero de Narnia y la estación de Harry Potter, Ren se encuentra con un conflicto entre dos animales que buscan suceder al Gran Maestro, quien planea convertirse en deidad. Uno de los animales es el jabalí Hichirouhiko: honorable, disciplinado,  sabio y tranquilo. El otro es el oso Kumatetsu: orgulloso, problemático, descontrolado, violento y maleducado. Por supuesto, nadie da un peso por él, y es por eso que nadie quiere ser su discípulo. Saltándose las reglas, decide tomar a un humano como alumno, el que resulta ser Ren.

En este punto, la trama entra en una dinámica bastante arquetípica del niño y la figura paterna caótica, algo parecido por ejemplo a la relación que tienen Hugh Jackman y el niño en “Gigantes de Acero”: En un comienzo la relación entre Ren y Kumatetsu es solo peleas, groserías y amenazas, y no se llevan bien. Kumatetsu no tiene la paciencia para ser maestro, y Ren no respeta lo suficiente a Kumatetsu como para dejarse enseñar. Al final cobrará forma aquel tópico de que un alumno también puede enseñar a su profesor, y claro, todo parece mejorar. Pero entre los animales antropomorfos hay quienes no ven con buenos ojos que un niño humano aprenda las artes de los espíritus animales.

La película está bastante bien narrada y es entretenida, y recoge una estética de la vieja escuela de anime, que recuerda un poco a Osamu Tezuka y sus contemporáneos, y la atmósfera colonial y costumbrista la dota de una estética interesante, además de personajes arquetípicos pero entrañables, por quienes uno puede llegar a interesarse verdaderamente por lo que les pasa. Tanto Kumatetsu como Ren son rechazados, outsiders, están solos en el mundo, su propia especie no espera nada de ellos, y eso es lo que los hace que logren entenderse a la perfección.

A lo largo de la historia Ren viajará del mundo de los humanos y al de los animales continuamente, cuestionando la figura paterna que representa Kumatetsu y haciendo que este último también se replantee lo que verdaderamente significa Ren para él. Una historia bastante tópica pero que a la larga funciona perfectamente, sin intentar redefinir el género del anime fantástico, más bien todo lo contrario, pues explota a los clásicos personajes de anime que discuten y pelean todo el tiempo, pero en el fondo se aprecian y a la hora de los quiubos son leales y entregados.

Por Felipe Tapia, cuyas críticas constituyen la mejor manera de procrastinar en la pega

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