Crítica de cine: “Aquel martes después de Navidad”, crisis en slow motion

Que una película venida desde la lejana Rumania logre atravesar los océanos (físicos y culturales)  y se estrene en la cartelera comercial, habla de una hazaña, que aunque no inédita debido al éxito internacional de otros films (“4 meses, 3 semanas, 2 días” “Bucarest 12:08”) produce inmediata atención.

En este caso las expectativas se cumplen ya que “Aquel martes después de navidad” es un drama que se defiende perfectamente por su notable autenticidad, quietud y excelentes actuaciones.

Lo cierto es que el tema no es para nada original: Un hombre en crisis, una infidelidad, un matrimonio que no lo llena. Sin embargo la forma en que Radu Muntean (que escribe y dirige) cocina la trama, cautiva. Lo hace, por decir lo menos, a fuego lento. Así con largos planos, muchos silencios y situaciones cotidianas, dibuja la tensa previa a la difícil decisión de acabar o no con un matrimonio.

La trama pone en primer plano a Paul (Mimi Branescu)  quién lleva 10 años casado con  Adriana (Mirela Oprisor) con quien tienen una hija de 6 años. Ambos viven en un amplio y moderno departamento, tiene auto y un buen nivel económico. No se llevan mal y al contrario se podría decir que armonizan. Sin embargo, él lleva una doble vida desde hace seis meses pues mantiene una relación paralela con Raluca (Maria Popistasu), la dentista de su hija bastante más joven que él.

El problema de Paul es que no se trata de una aventura, él está enamorado y cada vez se le hace más difícil mantener la situación.  El gran valor  de la cinta es que no construye el dilema a base de discursos, sino de emociones reconocibles en la rutina diaria. No es necesario que Paúl verbalice su drama, pues lo exhibe con notable precisión en escenas que pueden parecer anodinas, pero que reflejan sus cambios de ánimo, el coqueteo y la vitalidad que le inyecta la relación con su amante y al contrario la falta de pasión, pero al mismo tiempo tranquilidad y confianza que vive con su familia.

Así  la rutina clásica de cualquier familia antes de Navidad adquiere un aire enrarecido y denso que Paul (y el director) sortea con gran entereza.  Y es que “Aquel martes después de Navidad” se alimenta de esos momentos personales que no cambian el mundo pero que pueden transformar una vida. Evadiendo cualquier tipo de exceso  y lugar común, sin músicas que acentúen el drama o símbolos para crear elevadas metáforas, esta cinta resuena por su sencillez y por otorgarle un tono profundamente enigmático a una situación común y archi vista en el cine y la vida real también.

(c)Por Aldo Vidal

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