Crítica de cine: “El precio de la codicia”, el precio del formato elegido
¿Cuáles son las cuatro etapas de un proyecto?
1- Entusiasmo desmedido.
2- Desconcierto general.
3- Identificación de los culpables.
4- Castigo de los inocentes.
Ese podría ser un buen resumen del argumento de esta singular película del guionista JC Chandor.
La Industria del cine no da puntada sin hilo: Todo, absolutamente todo, es tema para una película, si suscita el interés adecuado. Los mineros atrapados, la falsa autoría de Shakespeare, tú solo escoge el tema y contrata a un guionista. La extensión más lógica de esta premisa es “El Precio de la Codicia” (“Margin Call”), película cuyo tema central es la Crisis del año 2008. La película intenta transmitir un mensaje sólido acerca de los riesgosa que es la especulación financiera, y de las dañinas consecuencias que suelen afectar más al ciudadano común como usted o como yo, que a los peces gordos. Y en parte, lo logra, pero de una manera quizá muy racional y fría para una película.
El filme parte con una secuencia en donde un grupo de ejecutivos se acerca a una oficina, causando el temor de todos los trabajadores. Lo acontecido se describe como una maniobra de ruina, en la que cada ciertos días se despide a un puñado de trabajadores, que son desechados como piezas defectuosas o fichas de ajedrez. Todo para ilustrarnos acerca del frío e inhumano mundo de los negocios.
La historia no se queda corta en lo que a cuestionamientos profundos se trata: Cuando queda una embarrada, los que tienen que dar la cara rara vez son los culpables; los empresarios son capaces de todo con tal de salir bien librados de los problemas, y si amasas una enorme fortuna, un traspié te puede dejar en la calle, son algunas de las ideas desarrolladas en el filme. Hasta acá todo bien. Pero con los populares que son hoy en día los documentales y el periodismo de Denuncia, como La Doctrina del Shock de Naomi Klein o Capitalismo de Michael Moore, no pude evitar cuestionarme por qué no escogieron ese formato, más ad-hock al tema, y sí realizaron una película. La única razón que se me ocurre es que trataron de mostrar el lado humano detrás de las grandes empresas, el ser humano de pies de barro a cargo de las omnipotentes corporaciones. Si así fue, el trabajo no fue del todo satisfactorio, cree su seguro servidor.
En primer lugar, porque la película nunca aterriza a la clase trabajadora. Es verdad, era una película más sobre la causa que las consecuencias. Lo malo es que los personajes son todos negociantes acaudalados, que se ven en el terrible predicamento de que a partir de ahora van a ganar solo 10 y no 100 millones. De la gente que queda en la calle, no se dice nada. Uno no ve que los personajes estén nunca comprometidos, incluso los despedidos salen libres de polvo y paja, mucho más que yo cuando me he mandado condoros a escala menor, mucho menor. La única preocupación de los protagonistas es que el jefe no se vaya a enchuchar, y pese a los dilemas éticos planteados, no agarran suficiente fuerza para que sean una motivación para los personajes.
Segundo, la falta de dramatismo en una historia acerca de números y datos demográficos a la que le cuesta llegar a un plano más emotivo. Si vas a contar una historia sobre la crisis, debes hacerlo sobre la gente, no sobre los números. Lo tremendo de una crisis no son los altibajos en las cifras, sino las consecuencias para la gente, y acá se ven poco y nada. Los personajes, pese a ser interpretados por buenos actores como Demi Moore, Kevin Spacey o Jeremy Irons, carecen de un motivo más allá del que no los despidan o que tengan que ver reducido su sueldo a miserables dos millones mensuales. El cinismo imperante entre los oficinistas inescrupulosos contribuye a templar demasiado el espacio psicológico de la película, al cual le falta pimienta.
No me malinterprete, es una buena historia, excelentemente documentada y que ilustra bastante bien cómo debieron haber sido esos momentos cuando los corbatudos se dieron cuenta de que la habían cagado épicamente. Pero insisto en que un documental, de carácter más informativo que literario, habría sido un formato mejor aprovechado para el tema.
Porque para ser una película que denuncia los abusos y arbitrariedades del mercado, es demasiado políticamente correcta y le falta mojarse el potito. Sí, leyó bien, puedo escribir la palabra potito en esta página. La empresa de la película debe hacer todo lo que esté a su alcance para no quebrar luego de la embarrada, aunque ello implique despedir gente, desviar culpabilidades o mentir y seguir especulando, vendiendo acciones a la rápida y matrañas así. Pero uno nunca ve que exista un obstáculo real en la historia, y eso hace falta para una película. El anticlímax generado al final es prueba del tratamiento emocional de la película, que es bastante plano y con una tensión muy leve.
Lo más potente de la película son los diálogos, que acarrean críticas a la desigualdad salarial o la deficiente meritocracia, como la escena en la que el maga hiper ultra jefe le pide al empleaducho que detectó la cagada que le explique el problema como si él fuese un niño o un perro Golden, porque él no está aquí por su inteligencia, a diferencia de sus subordinado que tiene un doctorado. Sij embargo, pese a lo potente o profundo de los diálogos, le falta una historia que articule los sucesos aislados y le mueva algo a las entrañas del espectador, para que deje de ser un ejercicio meramente intelectual.
Sé que muchos de los lectores que me desean la muerte deben estar pensando: “Este tipo vive alegando por el cine superficial y efectista, y ahora le ponen una película profunda y alega que no tiene suficientes explosiones”. Pero no es así. Porque lo que yo creo que le hace falta a la película es emociones que complementen a las cifras, no que las remplacen. Tampoco pido efectos o acción, sino personajes más dinámicos y una historia más humana y menos matemática. Y además, porque pese a todas las críticas que he emitido con respecto a esta nominada al Óscar, sigue siendo una buena película, pero quizá, solo quizá, habría sido mejor aprovechada en otro formato, como el documental.
(c)Por Felipe Tapia, el crítico que alega por todo desde un PC pero nunca le ha ganado a nadie.
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