Crítica: “Ash vs. Evil Dead”, recuperando los antiguos tópicos
Hubo una época en que el terror solo evocaba emociones básicas como temor, humor, suspenso, y acción. Nada muy elaborado ni rebuscado, así como el público al que iba dirigido. Poco a poco el género se fue reinventando y comenzó a indagar en temas sociales y ponerse más cabezón. “Evil Dead” fue una trilogía que explotó gran parte de los tópicos del terror clásico: maldiciones, héroes fanfarrones, gore y sangre por hectolitros. A cargo de Sam Raimi, le siguieron dos secuelas: “Evil Dead” y “Army Of Darkness”, cada una cargada de humor negro, violencia gratuita y mucha acción. Justo de lo que adolece gran parte del terror moderno.
El terror se ha vuelto más reflexivo y se ha suavizado con el tiempo. Los muertos caminantes se han convertido en víctimas de una enfermedad, y las personas que los combaten se han dedicado más a hablar y pelear entre ellos. Si tuviésemos que comparar “Ash vs. Evil Dead” con “The Walking Dead”, popular serie que sigue los cánones más romerescos del género, me atrevería a decir que a cada serie le hace falta lo que tiene la otra.
Por una parte, “The Walking Dead”, más que nada por su éxito, se ha convertido en un culto a la sacada de vuelta, al alargue innecesario y al relleno porque sí, concluyendo en episodios intragablemente largos en los que por aquí pasó el enfrentamiento con los zombies. El tiempo se suele rellenar con diálogos sin sentido y situaciones cotidianas que enfurecen al televidente más fiel, pero claro, todo esto con el propósito de elaborar análisis profundos sobre lo endebles que son las normas morales que dan forma a nuestra civilización, lo poco que hace falta para corromper a la raza humana, y lo importante que puede volverse sobrevivir frente a otros valores sociales que en circunstancias distintas no son sino lujos.
“Ash vs. Evil Dead” es todo lo contrario: cada escena está plaga de acción que mantiene al televidente en la montaña rusa todo el tiempo, la sangre y los cuerpos desmembrados están a la orden del día, lo que no deja mucho tiempo para reflexionar acerca de la condición humana. Toda la acción que hace falta en “The Walking Dead” está acá cuadruplicada, aunque del argumento no se puede esperar mucho, dado el género que nos ocupa. Me encantaría ver una serie que conjugue ambos extremos sin tener que exagerar mucho en uno solo, es decir, acción y análisis moral.
Ash es un personaje típico norteamericano, un John Wayne venido a menos: no le gusta trabajar en equipo, está solo contra el mundo, increíblemente fanfarrón, simplista y escandaloso. Tiene mucho del protagonista de “Torrente, el Brazo tonto de la Ley”, de Santiago Segura: Ridículo sin ser consciente de ello, superficial, promiscuo y antiheroico por donde se le mire. Sin embargo al mismo tiempo arrastra consigo un dolor y soledad que le dan un poco de profundidad al personaje, ya que su actitud se debe en parte (Siempre ha sido un idiota) a haber perdido a sus seres queridos en las películas que han precedido a la serie. La dosis precisa de patetismo y drama se conjuga con la idiotez y la simplicidad para dar forma a un personaje que escapa a ratos – solo a ratos- a la unidimensionalidad. Es decir, sabemos que Ash es algo más que un tarado pomposo, pero él parece decidido a mostrar que no es más que un tarado pomposo.
Sé que las comparaciones son siempre odiosas y la que acabo de hacer no viene mucho al caso, por tratarse de propuestas tan distintas, además este es un género que cuesta mucho calificar cuando está dirigido a una audiencia bastante específica. El público al que le gusta el gore es uno bien definido y constituye casi una tribu o cultura. Para serles franco, si bien hay escenas que me dan risa no logro desternillarme como muchos con la cantidad de sangre, gore y decapitaciones que para muchos son un culto. La novedad suele pasar con el tiempo, y si bien disfruté la trilogía de Raimi, creo que estoy demasiado acostumbrado a ver al gore de la mano con la precariedad como para asombrarme con una superproducción de esta envergadura. Si hicieran la serie de “Braindead” de Peter Jackson lo pensaría también antes de seguirla, ya que gran parte del encanto de estas producciones es que sabemos que no estamos viendo ninguna obra maestra, pero cuando en este caso se hace ex profeso, es como ir a ver a la Tigresa del Oriente esperando ver calidad musical.
Otra cosa que no le ayudan a la historia son los secundarios reciclables que suelen estar presentes siempre: Pablo es el latino apocado y miedoso que admira incansablemente a Ash, lo cual no es un buen precedente, y Kelly es la chica guapa que viene a poner algo de cordura y sentido común al trío. El clásico trío del cine plagado de estereotipos raciales y sexistas, que puedes revisar con mayor profundidad en este link.
A pesar de todos los detalles mencionados, “Ash vs. Evil Dead” tiene la ventaja de que no se trata de un simple spin off sin alma como “Fear of the Walking Dead”, tiene una vida y espíritu propios y puede ser disfrutada sin problemas por los fans del género, ya que está bien hecha y con respeto, está a cargo del director de la saga original, y no fue realizada solo para estrujarle billetes, como otra serie en la que estoy pensando que no voy a mencionar pero que comienza con “The Walking” y termina con D.
Por Felipe Tapia, el crítico que conoce tus secretos más sórdidos.
Fuente imagen: www.forbes.com