“Cara Cortada”: los viejos cánones culturales siguen aplicándose a la actualidad.

Es un buen año para los chicos malos del cine. Primero se reestrenó “El Padrino”, y ahora la famosa película “Scarface”. Y resulta motivante y a la vez desafiante revisar esta historia con el cristal de la actualidad y los nuevos cánones culturales. Por eso viene como anillo al dedo el contexto y apertura de este filme, en la actualidad donde los líderes de ambos bandos son cuestionados, donde la política de Cuba está por enésima vez en la mira debido a la visita de la famosa dirigente, pues resulta que la llegada de Tony Montana a Miami fue por obra y gracia de un barbudo a quien Estados Unidos en un principio vio como aliado, y luego como a su archinémesis.

Tony Montana es el arquetipo del oportunista ambicioso que surge desde abajo, el carismático tipo duro que ni se arruga al jotearse a la mujer del jefe. Que no se conforma con ser un delincuente de poca monta. Ni siquiera se conforma con el segundo lugar. Quiere ser el mejor. La historia es el retrato de un exitismo que nos vienen inculcando culturalmente desde hace décadas, debes alcanzar el éxito como sea, si no lo tienes no eres nadie. Debes conseguirlo ya sea legal o ilegalmente. Y por éxito no me refiero a plenitud, realización personal o amor. Éxito es tener más que el otro, demostrar, aparentar, andar con la mina más rica no porque te guste, sino para que te vean y poder decir “cachen con la mina que ando”. La mujer es vista en el filme como una posesión o manera de mostrar superioridad frente a los pares. De esta forma, Tony Montana es solo un producto cultural, una víctima. Sí, una víctima con más cojones que corazón, con un arma cargada y la moral de un refrigerador, pero víctima al fin y al cabo. ¿Cómo culparlo?

Él mismo dice en la película que él no es el peor de los tipos malos. La película se encarga de hacer ver la paradoja de que el mismo país que gasta millonarios recursos en financiar campañas policiales contra el tráfico de drogas, es el mismo que gasta diez veces esa inversión en promoverla y distribuirla. Ya por esa época se sabía que la ilegalidad era la mejor manera de hacer del tráfico de drogas un producto rentable. Los verdaderos villanos son los políticos. Como dijo Animal Man: “Los supervillanos no quieren dominar el mundo. Ya lo hacen”. Los gángsters, los mafiosos, los lanzas, son solo el síntoma, no la enfermedad.

Recuerdo una fábula que narra la vida de dos ratones, uno vivía en una bodega y otro en la calle. Este último era muy pobre. Un día, el que vive en una bodega invita a comer al que vive en la calle, y cuando este acude, no puede contener su asombro al ver tantos manjares y exquisiteces con los que el ratón rico se agasajaba cada día. De pronto, escuchan un ruido y viene la dueña de la bodega, y ambos ratones deben huir para salvar sus vidas. De esta manera, el ratón pobre desiste la invitación y se va, diciendo que prefiere la seguridad de las migajas de pan en la calle que arriesgar su vida cada día para darse esos lujos. Esta fábula griega, narrada hace siglos, demuestra la misma premisa que Scarface. La disyuntiva acá es entre vivir holgadamente pero cuidando siempre tus espaldas, o vivir modesta pero seguramente. Tony quiere vivir de la primera forma, y ya ven el resultado. “Scarface” es la historia de la vida de un tipo que asciende vertiginosamente en su rubro laboral gracias a sus indiscutibles cualidades, pero por ese mismo motivo su panacea es más efímera que de costumbre. El Amanecer y Ocaso de un maloso. Por eso, no puedo no reparar en la siguiente paradoja: Que una sociedad donde se nos enseña a ser ambiciosos desde siempre, se esfuerce por emitir estas películas donde  la ambición es la causa tanto del éxito como del fracaso. Es como si se nos enseñara a ser malos para luego soltarnos el mensaje moral de que ser malo es malo.

La razón de esto se debe a que, pese a que el cine miles de veces nos muestre el ser criminal como algo atractivo y genial, el mensaje está cargado de una moral indiscutible: el crimen no paga. Pero no lo notamos, estamos tan  preocupados de la coca, los balazos y las piernas de la rubia como para fijarnos en el subtexto moralista de la historia. De lo cool a lo mamón, hay un paso.

Pero oigan, para mí eso está bien. No es una crítica, es así como debe ser. La moral siempre es buena, siempre y cuando esté bien manejada como en esta magnífica película. No es un panfleto antidrogas como “Requiem For a Dream”. Y me gusta que el bien triunfe, caramba. Puede que algunos encuentren choro que el malo gane, a lo mejor algunos habrían encontrado fantástico que Tony Montana se saliera con la suya, pero así se habría transformado en una película policial común y corriente.  Solo superficie, solo rufianes, estereotipos raciales y balazos, ningún subtexto. He visto un par de películas donde gana el malo y me he quedado con una sensación amarga. De que algo no encaja. Llámenme mamón, llámenme llorón, pero es así. Son pocas las historias con un protagonista malo, ejemplos hay pocos. Estamos acostumbrados a que el protagonista sea bueno y gane. Por eso esta premisa nos descoloca. Pero ni siquiera Macbeth gana al final.

Y es por eso que “Cara Cortada” es un clásico. No cae en el facilismo. Es una historia cruda, excelentemente bien contada, con una narración audiovisual que te mantiene atento todo el tiempo. Pero no se queda en eso. La película tiene una trama compleja, y que resiste el paso del tiempo. Retrata problemas y personas que encajan maravillosamente con la realidad actual, y probablemente seguirá encajando diez y veinte años después. Así son los clásicos.

Por eso me alegra que las nuevas generaciones tengan esta oportunidad de ir a verla, entre tanto bodrio estrenándose. Y ahora, en la era de la truculencia mediática, del libre acceso a la información, donde los lolos están cada día menos impresionables (Nota personal: Decir “lolo” no es de lolo), amablemente se baja el rango de censura de Mayores de 18 a Mayores de 14.

Ahora que ya tiré todas las flores, vamos a escupir mala onda a ver si me deshago de la frustración acumulada por la espantosa vida que llevo: Aunque aplaudo esta iniciativa, podrían haberse esmerado más en la parte de la remasterización. Me parece espléndido que se reconozca que ya no les queda talento y prefiero mil veces el reestreno de un clásico que una secuela o precuela, un remake a alguna imbecilidad de ese estilo. Por eso, si van a dejar intacta la película, podrían haberse concentrado en mejorar la calidad de imagen. Digo, para que justifiquen su sueldo. Pero tampoco se vayan al chancho con la remasterización. No vayan a salirme con un “Scarface 3D”, miren que los mato. Pero tampoco se ve mal, solo es que es casi como ver el DVD.

Y este es un mínimo detalle. Sobran motivos para ir a ver esta película: Para reencontrarse con un clásico, para llevar a las nuevas generaciones a despertar el bichito por las fabulosas historias de la época, o para ver rayas de coca y agujeros en el pecho con un mensaje político sustantivo. Aproveche, si no después, cuando la cartelera esté llena de bodrios y se muera por ir al cine, lo va a lamentar.

Dedicado a Macarena, la única que hace que ver una lluvia de sangre y explosiones me haga sentir como en el cielo.

© Por Felipe Tapia, el gángster de la crítica.

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