Y “Lost” se salió con la suya

Se ha producido un interesante debate en torno al final de “LOST” lo que no hace más que corroborar el impacto que la serie dejó en la historia de la televisión mundial. Como revista especializada, nos interesa exponer distintos puntos de vista. Frente a los múltiples posteos que han llegado al comentario de Felipe Tapia, se suma hoy este completo e interesante artículo escrito por Hugo Díaz.

El debate recién está comenzando…

Finalmente terminó una de las series más populares e innovadoras de los últimos tiempos. La fanaticada ha quedado destrozada. Los no tan adictos han pensado que se trató de la campaña publicitaria más efectiva de la historia ¿Por qué? Simplemente porque la cantidad de marketing viral entorno a esta atípica historia de náufragos fue tal, que “Lost” no sólo logró un decente éxito de audiencia, sino que ganó el status de “culto” y pasará a la historia como un fenómeno televisivo que tardará años en repetirse. No está mal, si consideramos que al menos la mitad de su audiencia encontró el final no sólo decepcionante, sino francamente incomprensible.  Ante este hecho hay que ser estricto: si no entendiste el final de “Lost”, es porque no entendiste nada. La serie le hizo, hasta el último fotograma, honor a su nombre. La idea del show era justamente esa, que al verla uno quedara “Lost”, es decir, perdido, no en un sentido metafórico, sino absolutamente literal.

Un poco de historia personal

Corría el 2004 y debutaba una nueva serie por las pantallas de la cadena norteamericana ABC. El canal por cable AXN lo promocionaba en Latinoamérica como la sensación del momento.

Personalmente, al ver la foto que venía dentro del reportaje de la revista del cable que mostraba a mucha gente con cara de enojada mirando a la cámara, en una playa paradisíaca rodeada de escombros de lo que parecían restos de un avión, nada me llamaba la atención salvo por un detalle: de todos los rostros desconocidos del reparto, destacaban un ex-hobbit (Merry para ser mas específicos) y un ex integrante de la familia Salinger (el hermano mayor de “Party of Five”).  La serie, según el artículo, prometía drama, acción y una inquietante dosis de misterio.

Su afiche destacaba varios náufragos en un horizonte nublado tipo “La Dimensión desconocida” lo que ya sugería el tono. Para los viudos de “Lord of the Rings” o “The X-Files”, como yo, la premisa era como la miel. O sea yo era la mosca.

Debo admitir que la empecé a ver desde el capítulo dos (Pilot, Part 2) y quedé lo suficientemente intrigado como para ver el piloto completo en una repetición semanas después. Para ese entonces, las ganas se habían transformado en necesidad al punto que cometí el error de empezar a grabar los capítulos (en esa época la banda ancha de Internet no era tan ancha ni los portales de Internet dedicados al inocente respaldo de series tan numerosos). Y digo error ya que de saber que serían más de 100 los capítulos  y que, con el venir de los años, se podría descargar hasta una serie completa, no lo hubiera hecho (¿Han tratado de grabar una teleserie?).

El piloto y el resto resultaron ser acción pura, y espectacular, con turbinas que succionaban gente y luego explotaban, gruñidos misteriosos en medio de la selva, osos polares en el trópico, números malditos y personajes trancados, hipertrofiados por tantos secretos, y hasta de cuyos nombres se podían sacar dobles lecturas.

De los tres niveles de intriga: suspenso, misterio y sorpresa, “Lost” los tenía todos y los manejaba muy bien. Cada personaje, representado en un flashback y en montaje paralelo con su historia isleña, no sólo gozaba de excelente salud narrativa (dimensiones, arco, backstory, etc) sino también, y, salvo contadas excepciones, con un excelente actor muy bien escogido que sabía sacarle el jugo a su papel. John Locke, por ejemplo, sacó del anonimato a Terry O’Quinn y mostró al mundo lo que un actorazo podía hacer levantando medio milímetro de su ceja izquierda. (Después fue capaz de interpretar en forma sutil dos personajes, dentro de un mismo cuerpo físico, una verdadera locura).

Los seguidores empezamos a familiarizarnos con el término “Cliffhanger” (eso que hace que uno quede metido y diga “Ooooh, pero cómo…No puede terminar así”) y con las a veces tan absurdas teorías que siempre desembocaban en la misma pregunta “¿Qué diablos es la isla?” (Eso finalmente nunca se resolvió, pero como veremos más adelante, nunca fue el punto).

Se dijo que la isla era el cielo, purgatorio o el infierno; que los personajes habían sido abducidos; que era un reality muy extravagante; que se encontraban en el futuro, en el pasado o en una extraña realidad paralela; que el monstruo oculto era un dinosaurio, etc. Ahora, con el paso de los años, sabemos que era todo eso junto (sin el dinosaurio) y mucho más, pero de una forma bastante más sofisticada de lo que pensábamos.

Súper estructura narrativa

Al inicio, eran los flashbacks y la historia isleña. A medida que la serie avanzaba, y se intentaban explicar uno que otro detalle, luego aparecían diez mil otras cosas más sin explicar. Esta sensación de que a uno le estaban tomando el pelo, o que los guionistas escribían sobre la marcha, alejó a muchos televidentes. Sin duda muchas subtramas se fueron quedando en el camino.

Como muestra, un botón: en la primera temporada se sugería que el personaje de Walt, era un niño sobrenaturalmente poderoso. A eso se le agregaba Aaron, un recién-nacido-mac-guffin, además del embarazo del personaje de Sun, la coreana que por estar embarazada en la isla, estaba condenada a morir. Pues bien, todo eso quedó en nada, así como los números de Hurley, el yate de Libby, la locura de Libby, la muerte de Shannon, las joyas de Nikki y Paulo, el hermano fantasma de Mr. Eko, el mismo Mr. Eko, las virgencitas con droga, la misteriosa base en la antártica, etc. la lista podría hacerse muy extensa, pero para entender el por qué y quedarnos conformes, hay que aceptar que todo ha sido sólo condimento, especias listas para sazonar el plato de fondo, la historia de fondo, que por supuesto se resume en el concepto de la dualidad.

La dualidad fue la marca registrada y la identidad de este show de TV.  ¿Es la vida una serie de coincidencias o estamos atados al destino? ¿Existe el libre albedrío? Preguntarse eso es como preguntarse si existe Dios. “Nosotros somos los buenos” decía el personaje Ben Linus, (interpretado por un memorable Michael Emmerson,) también conocido como el líder de “Los Otros” (Gente que ya estaba en la isla antes del accidente del vuelo Oceanic 815), pero lo decía con cara de loco y diez capítulos después lo veíamos matando a diestra y siniestra.  Eso era contrapunto en gloria y majestad. Curiosamente, ahora que todo acabó, nunca dejó de tener algo de razón. Ben en realidad era bueno. Lo que pasa es que el fin no justifica los medios pero eso a él nadie se lo enseñó. Además, era un “resucitado”, como Sayid.

Los Beatles o los Rolling Stones, el Colo- Colo o la U de Chile. Blanco y negro. Bien y mal, Ciencia y fe. Jack y Locke en un inicio, Jacob y el Hombre de Negro al final. La línea general, la que abarca toda historia  que empieza con “este dedito compró un huevito y este otro se lo comió” nunca varió en la súper estructura narrativa de Lost.

Lo que pasa es que la fantasía de relleno en su espectacularidad, disfrazaba lo medular de esta producción, y es esa sustancia lo que perdurará, por que al final de cuentas todo se trataba, simplemente de la lucha entre el bien y el mal. El eje actancial más simple de la historia, oculta en un torbellino de subtramas, sobrecargada de recursos narrativos, todo estructurado para hacer que lo que el espectador crea, no sea. Además, la clave del éxito no era sólo la eterna búsqueda del contrapunto, sino también de lo impredecible.

Un ejemplo de impredecibilidad increíble: Durante toda la tercera temporada, fue tan obvio para el espectador que las historias no isleñas se trataban de flashbacks, que todo el mundo lo daba por sentado, armando en sus caldeadas cabezas puzzles interminables, intentando darle sentido a escenas inconexas, generando historias ridículas en base a lo que se creían eran eventos pasados. Para cuando un desesperado, drogadicto, alcohólico Jack Shepard, a 30 segundos del final, en esa memorable escena nocturna junto a una pista de aterrizaje en la ciudad de Los Ángeles, le grita desesperado a una Kate Austen (que para variar huye) “We have to go back!” (¡Tenemos que VOLVER!). Ahí se produjo un gol de media cancha de los guionistas que hizo que la audiencia explotara. Lo que llaman los gringos, un auténtico momento televisivo. En forma instantánea se generaron 10 mil nuevas preguntas en las mentes de los millones de telespectadores quienes vieron cómo en esos treinta segundos no sólo cambió todo lo que se creía de la serie, sino la forma en que se contaba la serie, en un giro de 180 grados.

¿Vimos un Flash…forward? ¿Entonces salieron de la isla? ¿Y entonces quien es el muerto? ¿Y quiénes salieron? ¿CÓMO, por Dios Santo? Estoy seguro que todos sufrimos de lo mismo. Y después de varias horas, cuando uno lograba sobreponerse del terremoto mental y le daba algo de sentido a todo lo que había ocurrido, uno terminaba con la pregunta que cambiaría todo el sentido del “Lost” científico a un “Lost” místico ¿Y quién diablos es Jacob?

La Vida es Lost

Los recursos de forma ayudaron a hacer de “Lost”, algo más que una simple serie dramática. Ver “Lost” era un juego.

¿A quién no le ha pasado? Te demoraste una eternidad en la cola del supermercado y llegaste tarde a una importante reunión de trabajo, para luego darte cuenta que tu futuro jefe se trata de… tu mejor amigo del primer año de colegio. Sólo que no se recuerdan. Y lo que no sabes y nunca sabrás, es que él también estaba en la fila del supermercado dos lugares detrás de ti. Comprándole un chocolate a su esposa, quien resulta ser la mujer que te rompió el corazón en la universidad… pues bien,  esas cosas, como lo estipulaba Paul Thomas Anderson en “Magnolia”, pasan.

Bueno, ver un capítulo de “Lost”, era como ver un tejido tipo “Magnolia” una, otra y otra vez. Era un recurso estilístico que no necesariamente iba aparejado a la historia de fondo. Esa característica confundió muchas veces a los espectadores, quienes al borde de la neurosis o paranoia no soportaban tanto nudo sin resolver.

Pero, si uno en la vida uno no se cuestiona ese tipo de coincidencias excepcionales mientras no las sabe (y que la metafísica podría explicar de mejor manera) no habría que hacerlo, tampoco, dentro de un universo de ficción. Esa imperiosa necesidad de llegar al fondo de la verdad ante un detalle tan prosaico como un desencuentro, es obviamente inútil. “Lost” estaba plagado de esos misterios y el no explicar la gran mayoría de ellos, creo que fue un acierto. ¿Se imaginan si el programa hubiera sido un eterno relato de explicaciones racionales ante cada fenómeno? Habría sido un bodrio infumable. La serie hubiera tenido que llamarse Found (Encontrados).

De los personajes a la acción

“Lost” ha sido una de las pocas series dramáticas que le ha dado la importancia que se merece al desarrollo de personajes. Y esto es porque en este caso el drama surgía del personaje. Los eventos, como ya dije, eran la excusa, los aliños del guiso.

Jack, el protagonista, el primer ojo que se abrió en la serie, fue el personaje mejor desarrollado. Completamente racional, exasperante en su deseo de ayudar, líder natural, un desastre emocional, pasó a transformarse en un viaje dramático de largo aliento, en un ser creyente, espiritual, relajado sin dejar de ser él. Por sus malas decisiones murió la mitad del reparto de la serie. Para cuando le causó la muerte sin querer a Julliet Burke, su contraparte femenina (entiéndase arquetipo, no compañera sentimental) se provocó el principio del fin.  Hubo un click que se sintió hasta en la Antártica y el viaje empezó a terminar. Jack Shepard, el neurocirujano que lo arruinaba todo temporada tras temporada, para la última, tenía que hacerlo bien.

Al final de la sexta entrega, su obvio destino no era otro que volver a tomar nuevamente el toro por los cuernos, sobre el destino de los sobrevivientes y el futuro de la isla, como lo hizo en todos los finales de temporada. Uno entendía a Jack pero, nadie quería estar en sus zapatos y siempre llegaba el momento en que uno, como espectador, le gritaba a la pantalla de TV “¡Pero cómo puedes ser tan imbécil!”. Pues bien, su destino nos enseñó que la sexta es la vencida. Finalmente le achuntó.

Mi personaje favorito, siempre fue Sawyer, el estafador, porque siempre tenía una respuesta para todo. Ahora bien, Hurley, el gordito de origen chileno, representó fielmente lo que Frodo en el universo de Tolkien. La cosa mínima llevada a su máxima y, en este caso, gloriosa expresión.

Raya para la suma

Mucho se ha hablado últimamente del tedio que significó para muchos el paso de personajes de ciencia a personajes de fe. De la ciencia ficción pura (viajes en el tiempo incluidos) de la quinta temporada, a este final místico pseudo-religioso de la sexta. Pues bien, no es otra cosa que la búsqueda de innovación, en este caso, complementando. Siempre se trató sobre  la construcción de un universo complejo, incluyendo su propia mitología. Estamos hablando de universos. Como “Star Wars” o la Tierra Media.

Si se quiere cerrar un universo, donde ha tenido protagonismo una “iniciativa Dharma,” en una “estación Cisne”, duplicando conejos en “incidentes electromagnéticos”, que dan como resultados “colisiones espacio-temporales”,  entonces es necesario mostrar la contraparte, aquella de “seguidores” en “templos”, resucitando cuerpos cerca de “fuentes de luz blanca”, etc. Es el paso lógico a seguir. No todo puede ser simplemente caos.

SPOILER (si no ha visto el final y no quiere saberlo pare aquí.) SPOILER


Por ello, toda la línea argumental de la última temporada, generando un universo paralelo (que no es otra cosa que la evolución natural del recurso flashforward, el cual a su vez evolucionó del flashback) era la camita blandita para que los personajes, que tanto vimos sufrir, cayeran y encontraran un poco de redención y paz.

Es verdad que la última escena fuera de la isla parecía reunión de colegio, pero ha sido probablemente los reencuentros más emocionantes que se hayan visto en un drama. Al ver a los muertos resucitados, cualquiera se sobrecoge. Si Shannon murió en las brazos de Sayid, ese reencuentro fue fenomenal. Si Julliet murió en los brazos de Sawyer, ocurre lo mismo. Jin y Sun murieron juntos sabiendo que dejarían a Ji-Yeon, su hijita, sola y huérfana. ¿Cómo se habrán sentido cuando tomaron conciencia de que ya no estaban muertos, porque nunca lo estuvieron, aunque recuerdan sus respectivas muertes, y que, de algún modo, la vida les brinda una nueva oportunidad de vivir juntos el nacimiento de su hija? A eso llamo yo amor por los personajes. Si el universo paralelo es real o no, da exactamente lo mismo.

¿Qué es la isla? ¡Qué importa! ¡Charlie está vivo otra vez! ¡Claire se reencontró con Aaron, así como Desmond con Penélope!. Todo es muy extraño y a la vez satisfactorio, porque al ver tanta felicidad gratuita uno recuerda que junto a los personajes, durante seis largos años, vivió también mucha desgracia gratuita.

Un detalle memorable antes de cerrar seis años de historia televisiva: Ya a cincuenta capítulos del final, cualquier “Lost-adicto” lanzaba el chiste de que si se moría Jack se acababa la serie. Que los guionistas hayan tomado esta broma y la hayan aplicado al pie de la letra me parece un ejercicio de consecuencia notable.

En conclusión, “Lost” se salió con la suya, porque la mezcla confusa del final, donde existe esta realidad clásica, donde hay un Sawyer saliendo por fin de la isla en el avión Ajira junto con Kate, Claire, Miles y Frank, volando ante los ojos de un Jack moribundo, y que no se empalma con la otra realidad alternativa, donde hay otro Sawyer, que está conciente que salió de una isla, junto con la misma Kate que está besando a un Jack que sabe que murió, es de lo que se trata todo. Parece chiste, pero en realidad tiene todos los ingredientes que se necesitan para que uno como espectador empiece a cuestionarse de nuevo todo y termine algo confuso y…perdido, o mejor dicho “Lost”.

Por Hugo Díaz (Un viudo de Lost)

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4 Comments

  • No vi ni un capítulo, pero me ha parecido estupenda tu explicación y elaboración de lo que sentiste te provocó la serie. la verdad es que dan ganas de verla, aun sabiendo el final. Felicitaciones!

  • Recogiendo el guante de tu metáfora gastronómica: Soy una persona que no solo disfruta el sandwich, también me gusta saborear la cebolla, la lechuga y el queso. Si como lasaña, degusto tranto la masa como la carne, el orégano y la pimienta. Los detalles son para mí importantes. Y concuerdo que para bien o para mal, Lost fue una serie que dejó una huella imborrable, y el final efectivamente creó un debate enorme. Pero no podemos evaluar algo por el impacto que causó, también podríamos haber impactado al público creando una relación homosexual entre Sayid y Sawyer, pero no se justifica. no creo que fondo y forma estén divorciados, creo que son interdependientes. Lo mismo, claramente es lindo que Charlie se reúna con Claire después de que éste murió por ella, pero haberlo resucitado en la isla con un artefacto mágico habría producido el mismo efecto.

  • Quiero dejar aqui mi teoría del final, creyendo con absoluta convicción que es lo que los realizadores trataron de explicar.

    No es un universo paralelo, no es un purgatorio, las palabras del padre de Jack son literales: “Es el lugar que ustedes hicieron para reunirse”. Es un mundo donde todos están muertos, si, muertos, pero un lugar sin tiempo, donde la cronología importa un carajo, un lugar al que llegaron luego de vivir sus respectivas vidas y sus respectivas muertes sin importar el donde y el cuando. Los mitos en torno a lo que ocurre después de la vida se reflejan a través de las imagenes religiosas, un vitral, un candelabro judío, una escultura virginal, etc. En el capítulo 1 todos llegaron a un lugar mejor y no se dieron cuenta, lejos de sus terribles dramas personales, la isla se convirtió en su hogar y los naufragos en su familia. Abundan las historias de personas que cercanas a la muerte ven a sus familiares muertos y a los que no, es un punto de inflexión entre las supuestas dos vidas, un perdón profundo y la redención de nuestras culpas, no como convención social como dice Felipe en el articulo anterior, si no como una liberación del daño que hicimos a otros y cargamos en nuestras conciencias.
    La accidente y lo demás, fue el momento más importante y trascendente de sus vidas y eso lo explica todo, lo único que queda inconcluso son las aventuras de Hurley y Ben y como cuidaron la isla luego de la partida de Jack, Como lograron ayudar a Desmond a regresar con su familia y las vidas que siguieron Sawyer, Kate, Lapidus, y los demàs pasajeros del Ajira. Los Kwon no se aliviaron por recordar su muerte y ahora estar vivos, lo hicieron porque ya se sabían juntos para siempre y la muerte no era algo por lo que preocuparse, porque no era tan terrible como parecía. Nada de eso importaba, pues el reencuentro, el perdón, la comprensión y aceptación los hizo finalmente libres.

  • Estimados amigos de cineytvynosequemás…
    Les dejo el link a mi reflexión personal de la finale de LOST. Se agradece el debate con altura de miras.
    Saludos
    http://elabuelocine.blogspot.com/

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