“Si fueras Yo”: comentario de cine
Esta película claramente sigue el subgénero de las comedias en clave de “cambios de cuerpo” o “cambios de roles”. Su leit motiv apunta a la disconformidad y a la envidia y de cómo hay que tener cuidado con lo que se desea, porque no vaya a ser que se cumpla y no sea lo que se imaginaba en un comienzo. El film toca la tecla de otros más o menos en torno a la misma trama (“Viernes de locos”, “Este cuerpo no es mío”, “Viceversa” y un largo etc.), donde lo que opera aquí es el partir cuestionándose el que hubiese sido de los protagonistas si hubiesen tomado tal o cual decisión, si es que hubiesen hecho otra cosa, y de que en donde están en la vida no son felices y que el otro sí lo es y que, en el fondo, ambos quisieran ser el otro.
Los ejes centrales de esta historia los componen Mitch (Ryan Reynolds), quien trabaja de actor porno, tiene dinero y lleva una vida sin ataduras, pasándola bien y ligando cuanta chica tiene a su alcance (lo cual en esencia encarna el estereotipo de la “vida ideal” de lo que se supone es el género masculino: ganar plata por tener sexo con chicas curvilíneas, tener buen aspecto y arrasar con todas). Su único pero, en esa lógica, es que está solo. Por el otro lado está su antítesis, Dave (Jason Bateman), un hombre que, se supone, hizo toda la pega, es padre de familia responsable, tiene su mujer (por alguna razón la actriz Leslie Mann calza perfectamente con el prototipo de mujer-bruja y odiosa que ya hizo en la muy desechable “Ligeramente Embarazada”) y tres hijos pequeños (si, 3!) los cuales logran traspasar lo irritantes que pueden ser los niños en algunas circunstancias y lo incidentes que son en el stress personal y en cómo afecta eso en el trabajo y las relaciones de pareja.
En fin, lo demás empieza a caer por lo evidente por su propio peso: ellos se encuentran, conversan de la vida y de cómo han llevado las suyas, surge la envidia interna y cuestionarse lo que son, lo que tienen y de lo bien que está el otro en relación a como son ellos. ¿Resultado? La magia del cine permite que, al orinar en una fuente, esta sea puente de un inexplicable intercambio de cuerpos, donde deberán lidiar con lo bueno y lo malo de la vida que en un principio deseaban fuera la suya.
Aquí hay que hacer dos menciones: Primero, las interpretaciones. Los actores, por sí mismos, logran plantear el dilema, básico, pero dilema al fin y al cabo. Sus actuaciones alcanzan a convencer. El pero está en lo que ocurre cuando ambos aparecen en pantalla al mismo tiempo. Se supone que son amigos, pero no hay nada en la trama que haga creer en esa amistad que se intenta proyectar. La química entre ellos como amigos no existe casi. Responsabilidad para el guionista y el director por no generar diálogos y secuencias un poco más amables que dejaran más explícito que son amigos de toda la vida y que se guardan cariño.
El director (David Dobkin) traza esta comedia con claros tintes hacia el público adulto, aunque apelando a un humor básico, grotesco y adolescente al más puro estilo de “Loco por Mary”, apelando al absurdo, claro, pero con muchas obviedades que carecen de gracia más allá de la risa que no sobrepasa los 2 segundos. Lo único destacable es el intento por plantear como estas dos personas sobrellevan, con sus inevitables gags entre medio, el hecho de estar en dinámicas de vida que no les pertenecen y que, incluso, rehuían y menospreciaban.
La película cumple su rol, entretiene, e incluso puede dar algo para pensar, pero fuera de eso lo más inquietante de todo es que la película no cuaja completamente por tres costados: primero, la química, que nunca llega a ser entre los protagonistas y menos entre los secundarios. Segundo, el exceso de alusiones sexuales para los gags y los chistes. No siempre las escenas ameritaban una derivación sexualizada, ahí hay una carga por ese lado que estaba, a mi parecer, de más. Y tercero, en que si bien los personajes muestran un avance durante la película, los conflictos que motivaron esa sensación de envidia prácticamente se solucionan solos, y no hay una mayor búsqueda en justificar el mensaje que en clave de comedia pretende entregar la película: Valora lo que tienes, quiere a tus hijos, dale una nueva vista a tu matrimonio. Todo está bien, es solo que “las ramas no te dejan ver el bosque”. El mensaje claramente anglosajón y derivado de la cultura conservadora gringa, apunta hacia allá. El valor de la familia es lo primordial. Y si no la valoras, es por el stress. De hecho, el galán porno termina enamorándose de lo bello que es tener una familia y se encamina hacia allá, una especie de “normalización” social. ¿Recomendable de ver en el cine? La verdad, está mejor como película para ver en DVD o en casa, simpática pero desechable. Como todas las de su género.
Por Jorge Castro