Crítica de cine: “Leviatán”, solo contra el mundo.
En estos tiempos en los que la política ha perdido más credibilidad que nunca, no es muy difícil llevar a la pantalla una película en la que el villano es alguien que pertenezca a ese rubro. La novedad de este filme radica, sin embargo, en el panorama desesperanzador y derrotista que ofrece. En la mayoría de las historias de corrupción política todavía permanece el aura de western o superhéroes, esa lógica de que el bien siempre gana y el mal nunca triunfa. Pero en “Leviathan”, película dirigida por Andréi Zviáguintsev, lo realista se impone a lo escapista, igualando este mundo desolador en el que el que tiene el poder te va a ganar, aunque la justicia esté de tu lado. La pesadilla de cualquier idealista.
“Leviathan” fue nombrada mejor película del 45º Festival Internacional de Cine de la India, y además estuvo nominada a la Palma de Oro a en el Festival de Cine de Cannes 2014. Ese mismo año ganó el Globo de Oro por la mejor película de habla no inglesa, y hasta tuvo una nominación al oscar, para que se hagan una idea.
Kolia (Aleksei Serebryakov) quiere aferrarse con dientes y uñas a su negocio de mecánica automotriz, pese a que no le ha ido muy bien últimamente, y está decidido a protegerlo del corrupto alcalde Vadim (Roman Madyanov), quien busca embargar la propiedad del protagonista amparándose en sucios y corruptos resquicios legales y todas las herramientas que le otorga sus posición de autoridad.
Para defender lo que él considera justo, Kolia buscará apoyarse en su amigo Dimitri (Vladimir Vdovichenkov), además de su familia y amigos. Sin embargo, a lo largo de toda la historia nos vamos dando cuenta de las puertas que se le van cerrando una por una, y como la traición es uno de los pilares de este filme. La sensación de “Solo contra el mundo” nos vuelve a mostrar un vaquero, un héroe, pero que no logra imponerse frente al decadente mundo político al que le hace frente, además de la decepción que experimenta por parte de las personas en las que más confiaba.
“Leviathan” desnuda al animal humano con todas sus yayitas y ofrece una visión bastante pesimista de la realidad, en la que un hombre justo e idealista, que hace las cosas como corresponde, tiene todas las de perder. Como un capitán Ahab incapaz de atrapar a la ballena de la vida, esta metáfora se manifiesta en la película como el esqueleto de una ballena que yace en una playa a lo largo de toda la película, constantemente presenciado por el hijo de Kolia, la última víctima inocente que termina cobrándose este mundo sombrío y adulto. Este esqueleto simboliza la muerte inminente de los sueños de Kolia, el desolador panorama que se avecina, y la lucha contra el sistema que parece tan fútil como intentar engañar a las leyes de la naturaleza. Pero ¡Hello! Es mi interpretación pasada a caca y engrupida, cada uno puede buscarse la suya, así que le recomiendo ver esta película.
Para acentuar el ambiente de frialdad e indefensión ante lo omnipotente, los escenarios de la película transitan en gélidas mañanas y oscuras y tenues tardes en las que uno como espectador parece experimentar el intenso e inclemente frío junto con los personajes, quienes nos recuerdan que Rusia es un territorio inhóspito en todas sus dimensiones. Todo esto hiperboliza el patetismo de la situación y es casi imposible no empatizar con la desgracia de Kolia, a quien le llueve sobre mojado, a veces literalmente. Pero a pesar de toda la angustia que manifiesta la película, se nos ofrece una hermosa historia conmovedora y profunda, que muestra una vez más, que en el género del drama el fracaso es más bello que el éxito.
Por Felipe Tapia, el crítico que baila mientras hace el aseo.
Fuente imagen: Infobae.com