Crítica de cine: “La increíble vida de Walter Mitty”
Otra injusta adaptación
Walter Mitty (Ben Stiller) es un técnico de negativos fotográficos que trabaja en la revista “Life” en Nueva York. Está enamorado de su nueva compañera de trabajo Cheryl Melhoff (Kristen Wiig) y debe lidiar con un desagradable gerente de transición corporativa (Adam Scott) pues la revista ha sido adquirida y dejará de publicarse en papel. La vida de Walter es terriblemente aburrida, sin embargo, él sueña despierto y en sus ensoñaciones es capaz de transformarse en un ser de capacidades ilimitadas. Cuando pierde el negativo del que será la última portada de la revista, enviado por el famoso fotógrafo aventurero Sean O’Connell (Sean Penn), Walter debe recuperarlo si no quiere perder su trabajo de años. Para ello, debe dar con el paradero de O’Connell y seguirlo por el mundo, transformando sus sueños de aventura en una excéntrica realidad.
A lo largo de los años, el actor comediante Ben Stiller ha logrado construir una interesante carrera como director. En un análisis rápido podemos darnos cuenta de que la comedia es su tendencia primordial, el drama lo secundario y la sátira extravagante (más que irreverente) el eje transversal que en mayor o menor medida contribuye o desfavorece el resultado de su trabajo. Su debut “La dura realidad” o “Generación X” (“Reality Bites”, 1994) fue un inicio prometedor, pero que no dejó entrever el rumbo o intereses que Stiller desarrollaría en el futuro. Se trataba de una película interesante, pero “segura”. Posteriormente vinieron la comedia negra “El insoportable” (“The Cable Guy”, 1996), la sátira “Zoolander” (2001) y la parodia “Una guerra de película” (“Tropic Thunder”, 2008), quizás su filme mejor construido y más coherente en su contexto.
“La increíble vida de Walter Mitty” se trata, por lejos, de su película más ambiciosa y también la más dañada por el afán de experimentar distintos tratamientos en el estilo de comedia, una indecisión que afecta el resultado de tal manera, que la vuelven un producto que en ciertos niveles no funciona. Sin embargo, en otros si. Lamentablemente para Stiller, lo que no sirve es producto de su cosecha y lo que se puede rescatar es un dejo, atisbo, indicio del material original, la obra maestra clásica y más conocida del periodista y escritor estadounidense James Thurber.
“La vida secreta de Walter Mitty” es una historia corta publicada a fines de los años 30 en donde se describe el arquetipo del soñador con delirios de grandeza en una historia mínima cotidiana. “Mitty” vendría a ser un obvio juego de palabras con “Mito” y su repercusión cultural fue tal, que en el mundo anglosajón se hizo conocido el término “Ser un Walter Mitty” para referirse al ensoñador empedernido. En 1947 Danny Kaye le dio vida en la exitosa comedia musical del mismo nombre, película que sólo rescataba la anécdota de los sueños y que no adaptaba la historia original. La influencia del personaje fue tal que incluso Chuck Jones, el realizador de animación de Warner Brothers creo un personaje con las características de Mitty llamado “Ralph Phillips”, un niño que siempre se metía en problemas a medida que soñaba despierto mientras se creía un explorador contra los caníbales, un piloto de guerra contra los marcianos o incluso George Washington. La película de 2013 tampoco logra hacer justicia a la cotidianeidad de la historia original, situándola en un universo pequeñísimo y lejano como lo es el mundo interior de la revista “Life” en su época de cierre. Distante, al menos para nosotros como espectadores latinoamericanos, con la excepción de la escena muy-justificada-no-vergonzosa de los marinos chilenos interpretados por chilenos de verdad.
Desmenuzando el filme nos percatamos que la sátira de la historia original es transformada en un discurso posmoderno sobre el valor de la vida aventurera en los tiempos en que irse a la segura es sinónimo de mediocridad. Con esa debatible base estructural, el guionista Steve Conrad crea una historia de desencuentros con tintes de realismo mágico, que en una “dramedia” contenida habría funcionado como reloj, pero que añadiéndole las características del humor de Stiller, cargado a las referencias obvias, borra de un paraguazo la magia y emoción del relato. En otras palabras, cuando estamos emocionados pensando en cómo esta película nos recuerda estilísticamente a “Eterno resplandor de una mente sin recuerdos” (2004), nos llega como cachetada chistes rebuscadísimos basados en escenas espectaculares cargados de CGI. La espectacularidad no es el problema. El problema es que los sueños de Mitty no aportan a la historia y parecen de esas escenas borradas que se esconden en el menú de un DVD.
Las actuaciones están buenísimas, pero los personajes están subdesarrollados. Las secuencias entre Stiller y Wiig son soporíferas y aunque aportan a la historia, destruyen el ritmo. Parecen escenas improvisadas con diálogos repetitivos y eternos. Aún así, el reparto es espectacular. Se repite el fenómeno de “Una guerra de película”, pero en vez de Tom Cruise tenemos a un breve pero potente Sean Penn. Es una lástima que sea tan mal aprovechado, así como a Shirley MacLane en el rol de la madre de Mitty. Ben Stiller se esmera en contenerse, pero eventualmente la historia gira en torno a él, a su personaje y a su imagen. Hasta los sueños están pensados para su lucimiento. En consecuencia, pareciera que toda la película fuera un ejercicio de satisfacción para su ego.
Sin embargo, la película dentro de su irregularidad contiene secuencias realmente jocosas, así como otras realmente emotivas. Puede que para más de alguno se vuelva un placer culpable o una película especial, pero para el resto, sin lugar a dudas, la falta de enjundia va a penar.
© Hugo Díaz
“La increíble vida de Walter Mitty”
(The Secret Life of Walter Mitty)
Dirección: Ben Stiller
Guión: Steve Conrad
Reparto: Ben Stiller, Kristen Wiig, Adrian Martinez, Adam Scott, Sean Penn, Shirley MacLane
EE.UU., 2013, 114 minutos, todo espectador