Crítica de cine: “Juntos… pero no tanto”
Es un hecho, la población está envejeciendo. Durante la colonia, la esperanza de vida no pasaba de los 30 años, y eso fue hace sólo un par de siglos atrás. Hoy, sin embargo, no es raro encontrar a personas que superan los ochenta años y están tan lúcidos como alguien de veinte.
Lo importante ahora es, cómo es la calidad de vida de las personas mayores, o más básico aún, si son felices o no. Esta duda es la que nos plantea “Juntos… pero no tanto”, la nueva comedia de Rob Reiner, y que tiene como protagonistas a dos grandes del cine: Michael Douglas y Diane Keaton.
La historia va más o menos así. Oren (Douglas) es un viejo corredor de propiedades, que está buscando vender su última casa antes de retirarse. El inmueble en cuestión es su propia casa, donde compartió su vida con su único hijo y su difunta esposa. Lamentablemente, Oren no ha podido superar la pérdida de su mujer y tiene una pésima relación con su hijo, a quien considera un perdedor.
Oren es un tipo amargado y terco, de aquellos seres que piensan que todos los demás son estúpidos. Mientras espera vender su casa, a un precio altísimo, se va a vivir a un condominio llamado el pequeño Shangri-la, en donde llega su hijo para informarle que se irá a la cárcel, por lo que necesita que se haga cargo de su hija de 10 años. Para Oren, un hombre que olvidó como lidiar con las emociones, la llegada de esta nieta se convierte en un martirio y no le queda otra más que pedirle ayuda a su vecina Leah, una simpática viuda que se gana la vida cantando en el bar del pueblo.
La película, desde la primera escena, está marcada por la tristeza y la nostalgia. En cada uno de los diálogos queda presente la idea de que todo tiempo pasado fue mejor. Sin embargo, y ahí está la mayor genialidad de esta cinta, es que sabe reírse de esto. “Juntos… pero no tanto” es una comedia inteligente y divertida, pero sobre todo enternecedora, que nos muestra además que nunca es tarde para aprender cosas nuevas y para volver a empezar, temas que Reiner ya había abordado de alguna forma en su cinta más conocida, “Cuando Harry conoció a Sally” (1989) y también en “Antes de partir” (2007).
Michael Douglas logra aquí una extraordinaria interpretación, al hacer de Oren un tipo odiable y querible al mismo tiempo, con una personalidad que nos recuerda a personajes entrañables como el Dr. House de la serie homónima. Por otra parte, aunque el guión le da el protagonismo a Oren, logra que Diane Keaton también se luzca a través de un personaje encantador, algo así como la abuela que todos quisiéramos tener, aunque también ella se verá obligada a superar sus propios conflictos y aprender a valorarse a sí misma.
El vínculo entre ambos personajes será a través de la pequeña Sarah (Sterling Jerins, a quien ya vimos en “El conjuro”), la nieta de Oren, quien poco a poco irá socavando la dura corteza que blinda a su abuelo. Paralelamente, a lo largo del metraje, la pequeña va criando una oruga, y va observando el proceso en que esta se convertirá en mariposa, es decir, Sarah irá descubriendo como un ser sin alas puede transformarse y aprender a volar.
Una película con un aire noventero, que con mucho humor viene a dar un refresco a la cartelera nacional, la cual por estos días está más cargada hacia las aventuras y la ciencia ficción.
© Juan Carlos Berner
En Twitter: @jcbernerl