Don Ramón: recordamos con cariño su último “Con permisito, dijo Monchito…”
Tenía quince años y recuerdo como si fuera ayer la portada de un diario capitalino en el cual, sobre una foto del inconfundible personaje de “Don Ramón”, se podia leer “A los 64 años fallece actor mexicano Ramón Valdés”. La verdad es que yo hace rato le había perdido la pista a los programas “El Chavo del 8” (1971–1980) y “El Chapulín Colorado” (1972–1979), aunque los seguían transmitiendo en algún canal de televisión abierta (Of course!), pero fue increíble cómo me quedé petrificado en el living de mi casa leyendo semejante titular.
El personaje de “Don Ramón” en la exitosísima serie de TV para niños (y sin duda para adultos también) “El Chavo del 8”, es de esas personificaciones que logran superar al actor mismo. Lo que desplegaba el actor Valdés al ponerse polera negra ajustada al cuerpo (¡envidiable la delgadez de Ramón a sus 60 años!) y su clásica gorra celeste, era de una espontaneidad envidiable para cualquier actor. Yo no tengo dudas que en escuelas de teatro mexicanas enviaron a todos los estudiantes a ver al “El Chavo del 8” exclusivamente para analizar y aprender del desempeño de Valdés. No era secreto para nadie que las instrucciones de Roberto Gómez Bolaños (Director, guionista, productor, etc., etc., etc., del Chavo y Chapulín) para Ramón Valdés era esto, así de simple y profundo: “Moncho, sé tú mismo”. Y vaya que era él mismo. Toda su esencia, toda su magia, toda su expresión brutalmente dócil desplegada en el escenario. Cuántas veces se salió de libreto, cuántas veces improvisaba y hacía escenas salidas del alma, cuántas veces hizo reír hasta a los mismos actores y camarógrafos, quedando las carcajadas grabadas para la posteridad.
Pero la interpretación de “Ron Damón” (como lo llamaba equívocamente el Chavo), no fue la única que Ramón Valdés dio vida con maestría y prestancia por lo que no puedo dejar de mencionar: “Rasca Buches”, “Tripa Seca” y “Peterete”, todos de la serie “El Chapulín Colorado”. Acá Ramón hacía de villano, siempre antagónico al bueno de Chespirito, o abusando del torpe Chómpiras. Valdés nuevamente se mostraba genuino, con una calidez actoral en donde a veces queda la sensación de que los papeles le quedaban chicos. Mención aparte es el capítulo cuando el Tripa Seca se hace pasar por muerto para que el Chapulín no lo persiguiera más, pero la torpeza de sus ayudantes (el “Cuajináis” entre ellos) termina con una de las secuencias más hilarantes recordadas de esta serie de TV.
Ramón Valdés siempre quiso estar al margen de los problemas que se comenzaron a producir al interior del elenco de Chespirito. Problemas que sólo el tiempo permitió develar pero no perdonar, terminan inevitablemente con quiebres y separaciones entre ellos. Sin embargo, Valdés mantiene buenas relaciones con todos sus compañeros, de quienes recibió siempre respeto y admiración. Paradójicamente, una de sus mejores compañeras era Angelines Fernández (“La Bruja del 71” en “El Chavo del 8”), quien en su lecho de muerte no paraba de llorar y solo repetía “Mi Monchito, se fue mi Monchito”.
Este 9 de agosto un nuevo aniversario desde que el gran Ramón Valdés dejó este mundo y no tengo deseos de hablar de su infancia, sus problemas con el tabaco y las mujeres, ni tampoco de la causa de su muerte ya que Internet está lleno de ese tipo de información, solo quise hacer un homenaje desde el corazón a quien admiro mucho, a quien no me canso de aplaudir en cada una de sus intervenciones en las series mexicanas ya mencionadas, con las que crecimos y, vaya el destino, hasta hoy seguimos viendo. ¡Sólo me queda darles las infinitas gracias a Monchito! ¡Un grande!
© Daniel Bernal
En Twitter: @Bernalustwit