Crítica de cine: “Casablanca”: el mayor acto de amor es negarlo

El lolo rebelde que grita desde el corbatudo aburguesado que soy ahora insiste en llevar la contra, y cada vez que uno de estos clásicos se instala como una obra de calidad indiscutible, algo dentro de mí busca oponerse a esta entrega cultural y mi reacción es siempre “ver para creer”.

Después de ver la versión remasterizada de “Casablanca” me doy cuenta de que mi pataleta está injustificada: “Casablanca” fue, es y será una peliculaza. Nada que decir. Una historia de amor en la que el amor triunfa pero no triunfa, en la que Rick (Humphrey Bogart) renuncia a quedarse con Ilsa (Ingrid Bergman) para salvarla a ella y perseguir nortes mucho más ambiciosos que la felicidad personal. Una película en la que su protagonista sacrifica el amor para adquirir conciencia social, y que nos regaló arquetipos inmortales como el pianista Sam, la frase: “Tócala otra vez, Sam” o el final “Creo que este es el comienzo de una linda amistad”. La historia transcurre en su mayor parte en un solo espacio, el bar de Rick, al igual que “Star Trek” y “Los Venegas”, pero la historia es en todo momento dinámica y envolvente, y no precisa de más escenarios. Quizá lo único que empaña la atmósfera es que no puedo quitarme de la cabeza el comercial de pañuelitos Dualette mientras veo la película.

Resulta penoso que la manera (Que celebro totalmente) de entregarnos buenas historias sea recuperando las viejas glorias en lugar de elaborar películas nuevas, esto solo evidencia la decadencia del cine masivo y vuelve urgente una revisión de las estrategias creacionales de la actualidad. Por ende, hoy es una opción mucho más válida para ir al cine una remasterización que un filme nuevo, lo cual no deja de ser patético. Además, los costos de producción son mínimos, y la película se publicita sola, como decía Labbé de su comuna.

Entonces ¿Qué caso tiene seguir con esta crítica? Convencer de que “Casablanca” es una buena película es como tratar de convencerlos de que el mar es azul o de que el sol está al centro y los planetas giran a su alrededor.  Listo, se acabó, fin. Vayan a leer otro blog o a bajar monas piluchas, no les quito más tiempo. Esperen, mis dos jefes dicen que si no alargo la crítica me golpearán el doble y me quitarán la ración de avena que me dan cada día y esta noche dormiré fuera y no en el galpón con los otros niños inmigrantes encadenados escribiendo.

Como ya dije, resulta redundante seguir realizando una crítica sobre “Casablanca”, así que escribiré mi visión sobre por qué es un clásico, imaginando cómo sería esta película si la hubiesen hecho en los tiempos actuales.

Si “Casablanca” hubiese sido escrita por guionistas hollywoodenses actuales, Rick no solo sería un tipo duro y que cerró su corazón. Estaría lleno de mala leche y pegaría guantazos a todo el mundo. Ugarte sería una minoría latina y Rick acabaría golpeándolo. Nos mostrarían el asesinato de los alemanes que tenían los documentos como un espectáculo de explosiones y patadas, con chistes facilones del tipo “¿Por qué les disparaste? ¡Ya nos habían entregado los documentos! ¿Siempre tienes que ser tan violento?” “Pero lo pedí por favor”.

Rick con Ilsa en una de las escenas más recordadas de “Casablanca”

El bar de Rick estaría lleno de hampones, strippers y drogas, y habría una pelea cada tres por cuatro. Lazlo sería un tipejo insoportable que trataría pésimo a Ilsa y terminaría siendo un traidor al movimiento que representa. Tanto Ilsa como Rick serían expertos en artes marciales, y cada vez que Ilsa (Con el triple de delantera) sacudiera a los malosos, le diría a Rick “¿Creíste que por tener un lindo cuerpo no sé defenderme sola?” Louie sería el amigo chistoso del protagonista, ese que busca seducir mujeres y beber alcohol a cada rato, y salvaría a Rick en el momento más inesperado. Tiraría la talla durante toda la historia y cuando se dirijan al aeropuerto diría algo como “Aún no termino de pagar este auto, cuidado”.

La escena final sería un ruidoso enfrentamiento con los malosos, y luego de una explosiva balacera en la que el aeropuerto entero quedaría en ruinas, Lazlo e Ilsa lograrían escapar por los pelos subiéndose al avión en el último segundo, no sin antes echar abajo de un puntapié a uno de los villanos que los siguió hasta el avión. Lazlo tendría que sentarse en los controles y diría algo como “No sé manejar esta cosa” e Ilsa le respondería: “Conmigo también partiste siendo un inexperto y ahora me sacas más de un grito”.

La escena final en la que Rick le dice a Louie que este era el comienzo de una linda amistad estaría lleno de tallas doble sentido aludiendo a una posible homosexualidad, algo así como “Pero en camas separadas ¿Verdad?” o “Espero que no tan linda”.

Pero “Casablanca” no necesita de esos recursos. Se basta con su buena historia y sus personajes profundos y bien tratados. Pero por si las dudas, dejo hasta acá mi ejercicio de imaginería, no vaya a ser cosa que un guionista llegue por accidente a esta página y saque ideas para un remake, otro de los males de esta época.

Historia muy recomendable para las viejas generaciones que no la vieron, y para las nuevas, para que conozcan otro tipo de cine y (Ojalá) se encanten con este.

©Por Felipe Tapia, un crítico que no se vende, porque nadie le compra.

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