Crítica de cine: “Amigos de armas”
Al ver esta película se hace irremediablemente imposible no evocar los obvios referentes del género: “Breaking Bad” y “El Lobo de Wall Street”: Un protagonista apocado que tiene un trabajo de mierda accede a la oportunidad de su vida para hacer dinero rápidamente, sorteando un sinnúmero de encrucijadas morales que le terminan pasando la cuenta. El Sueño Americano versión corta, o si el crimen no paga, el chanchullo paga mal.
David Packouz (Milles Teller) se gana la vida haciendo masajes y su novia va a tener un hijo suyo. Financieramente anda muy mal, hasta que se reencuentra con un amigo del colegio, que lo inicia en el negocio de la compra y venta de armas. Hasta aquí, el argumento parece calcado de “Breaking Bad”, pero sería injusto comparar dos obras tan disímiles. En realidad, el filme se asemeja más a “The Wolf of Wall Street”. De hecho, el amigo de David es Efraim Diveroli, interpretado por Jonah Hill, quien, al igual que el vecino y socio de DiCaprio en la antes mencionada película, hace el papel de gordo repulsivo, amoral y oportunista (Papel que solo pueden interpretar gordos feos, rara vez los protagonistas guapos). Como en las referencias antes mencionadas, la esposa o mujer está relegada a un rol pasivo o destinada a la mera crianza, pero claro, David debe mentirle para ocultar la naturaleza de su verdadero negocio. Y como se trata de un tipo inseguro y sin carácter, se deja avasallar fácilmente por la personalidad arrolladora de Efraim, la mala junta con patas y sobrepeso.
La estructura de la historia es la típica: La pareja protagonista (Teller y Hill) tienen un comienzo modesto, pero paulatinamente van ascendiendo en el negocio hasta llegara las ligas mayores, como DiCaprio o Cranston. La ambición, la irresponsabilidad y la arrogancia los harán morder más de lo que pueden masticar, y la predecible película tendrá un desenlace igualmente predecible. El auge y caída, los inevitables momentos de opulencia desfachatada, son la moneda corriente de una historia archicontada, que dialoga constantemente con el intertexto “Scarface”, como diciéndonos que el filme está consciente del género al que busca pertenecer. Básicamente es la tónica “Dos idiotas con mucho dinero y el criterio de un choripán”.
Quizá la característica más distintiva es el humor gringo tipo “Hangover” que la distancia inmediatamente de sus referentes. Sí, algo de la caricatura y la pachotada de “El Lobo de Wall Street” está ahí, siempre presente, sobre todo en el personaje de Hill, quien prácticamente se interpreta a sí mismo. Y aunque de manera un poco forzada, la historia intenta desarrollar una narrativa experimental, adelantándonos mediante frases prospectivas lo que va a pasar. Antes de ciertas escenas aparece una frase que más adelante dirá uno de los personajes, y francamente uno se cuestiona si eso enriquece o no a la película, aunque definitivamente no la estorba ni resta. Simplemente aparecen de pronto.
Algo que sí me hizo ruido es las decisiones estúpidas que toman los protagonistas, es decir, uno sabe de qué va el argumento y es evidente que no se trata de genios de la economía o la administración, pero en algunas ocasiones las malas decisiones se hacen de manera tan consciente y obvia, que terminan siendo un Deus Ex Machina justificados solo para hilvanar la trama de la película. Casi parece que lo hicieran para sabotearse a sí mismos. Cuando esto ocurre y al espectador le causa rabia, es sin duda una mala señal, narrativamente hablando (Y en todos los sentidos). De hecho, muchas de sus acciones son absurdas y contradictorias, y no por el carácter cómico de la película (Algunas de estas acciones se entienden por el género), sino porque la vuelven inverosímil.
Uno esperaría que el subtexto antiguerra estuviese más presente, sobre todo tratándose de una historia basada en un hecho real. Al comienzo de la película se introduce un monólogo que explica los verdaderos motivos para justificar las guerras y el comercio de armas, y el protagonista un par de ocasiones hace objeciones morales a un oficio que choca con sus creencias pacifistas, pero supongo que el objetivo de la película no era didáctico o político, sino simplemente limitarse a contar una historia, combinando la comedia con el drama. Claro, algo del discurso de probidad está presente: es mejor ahorrar y ganar poco por las buenas que hacerse rico rápidamente y por las malas, el esfuerzo dignifica y bla bla bla, pero a estas alturas no es nada nuevo bajo el sol.
A pesar de todo, la película funciona perfectamente al darle al espectador exactamente lo que quiere, como el reencuentro con un viejo amigo. Es solo una comedia gringa plagada de humor de lo más gringo, y no se debe tratar de buscar algo más que eso, de lo contrario, uno puede acabar decepcionado.
Por Felipe Tapia, que hace ver a los otros críticos como larvas purulentas e infectas