Comentario cine: “Lorax: En busca de la trúfula perdida” Panfletos infantiles, el nuevo nicho a explotar.
Recuerdo cuando leí en el diario que “Cars 2” había sido fuertemente criticada por ser una propaganda izquierdista, ya que la trama giraba en torno a la dependencia del petróleo y la necesidad de tener nuevos combustibles. Los villanos por supuesto eran las compañías petroleras que perderían su negocio si se permitían estos nuevos combustibles. Se me vinieron a la mente dos cosas: la primera, qué bueno que se utilice el cine para promover este tipo de mensajes, y que lo infantil deje de ser sinónimo de estúpido para el séptimo arte. Lo segundo: ¡Qué buena publicidad! Nunca vi Cars 1, pero leer ese artículo me dio ganas de ver la película de los autitos con cara.
“Lorax: En busca de la trúfula perdida”, intenta continuar esa escuela, con resultados mejorables, me apena decirlo. La película entrega una innúmera cantidad de mensajes demasiado obvios, sin pasarlas por el cedazo de la creatividad y es un festival de clichés olvidables, por lo que la película le hace un flaco favor a las causas que se apura en defender en una hora cuarenta minutos, en los que ataca al capitalismo salvaje, la ambición, el consumismo compulsivo, el comprar cosas inútiles por seguir a la masa, la poca preocupación por el medio ambiente, etc.
Sé que soy un critiquillo de tercera, sé que la gente importante nunca leerá este texto, pero me voy a permitir soñar por un minuto: Voy a suponer que, por accidente, un prestigioso empresario de la animación infantil está navegando buscando mujeres desnudas y va a dar a esta crítica, entonces aprovecho para darle un mensaje: ¡QUE SEA INFANTIL NO SIGNIFICA QUE DEBA SER UNA BOBERÍA! Recuerdo que cuando era chico me llevaban a ver verdaderas obras maestras del cine infantil: “El Mago de Oz”, “La Historia Sin Fin”, “Willow”. Ahora, justifican bodrios del calibre de “Mini Espías” o “Alvin y Las Ardillas” con el pretexto de que “Son para niños”, lo que traducido sería algo como “Son para llevarlos el fin de semana al cine y deshacernos de nuestra culpabilidad por participar poco y nada en su formación mientras nos entregamos a nuestra adicción al trabajo”. ¿Cuándo perdimos el norte y comenzamos a tratar a nuestros niños como seres con daño neurológico? Chuta, debo estar envejeciendo, me puse moralista.
La historia es más o menos la siguiente: Un tipo decide crear un producto totalmente inútil con e fin de hacerse rico rápidamente, y para ello sacrifica todos los árboles de una zona, pese a las advertencias del Lorax, el espíritu del bosque. Como consecuencia de ello, el aire se agota y un empresario inescrupuloso decide vender aire envasado. Para impresionar a una bella niña, Audrey, un poco avispado Ted debe conocer al causante de la falta de vida vegetal, el Unavez, quien lo ayudará a plantar la última semilla para devolver el verde a los pobres ciudadanos, mientras el empresario inescrupuloso lo intentará evitar a toda costa, o en realidad a poca costa, como sabrán más adelante. No pude evitar recordar que la misma idea, de cómo una pequeña planta puede devolvernos la vida natural, fue desarrollada mucho mejor en “Wall-E”.
La película es contada con flashbacks que la mayoría de las veces parecen del todo innecesarios, hay mucha historia de más, y las tallas son demasiado predecibles. Pero creo que el punto flaco de esta historia son los personajes. Ted, el protagonista no despierta la menor empatía, sus motivaciones son muy poco claras y a uno no le interesa si sigue con vida o si será aplastado por un árbol en la escena siguiente. El Unavez es plano, unidimensional y estúpido, y sus creadores pensaron que bastaba con hacerlo tocar una guitarra eléctrica en un par de escenas para que los niños lo encuentren cool. Un poco más y lo hacen andar en skate, usar lentes de sol o mascar chicle. Su familia son los clásicos rednecks ignorantes, desleales e inconscientes. El Villano es el típico empresario al que no le importa la salud de la gente o la naturaleza, y por supuesto, es de baja estatura, como la Reina de Corazones de “Alicia” de Tim Burton, o el Príncipe de Shrek 1. Demasiado visto, muy poco original. Sus secuaces son dos ratis corpulentos y de lentes oscuros (Y tampoco se ven cool), que recuerdan demasiado a los secuaces del malo de “Las Trillizas de Belleville” o “La Abuela Grillo”. Y además, da la impresión de que estos villanos no parecen esforzarse mucho por llevar a término sus fechorías. Al principio intentan disuadir a Ted de que conozca la manera de devolver a los árboles, pero le dan una advertencia y el niño no hace caso, luego van a buscarlo a su casa y la madre de Ted los echa. Uno esperaría más crueldad y perseverancia de parte de alguien cuyo millonario negocio inmoral peligra.
Pero el premio se lo lleva el Lorax ¿Quién es ese? De él no se ha hablado en toda la crítica ¡Aaaaah, sí, ya me acuerdo, es el que da el nombre a esta película, por misteriosas razones! Creo que es el personaje más inútil que se ha creado. Pude imaginarme perfectamente la película sin este peludito enano. Solo aparece en los flashbacks y al final, y no contribuye en nada ni para detener la catástrofe ni para mejorar el mundo una vez esta es consumada. Se supone que es el espíritu de los árboles que aparece cuando estos son amenazados, pero es el peor guardián que uno podría llamar. Hasta El Chapulín Colorado es más eficiente. No puede intervenir, ni siquiera sabe aconsejar, es decir, solo le dice al Unavez: No tales árboles porque es malo. Y listo, pega hecha. Ni siquiera le explica cómo funciona el ecosistema, las consecuencias de su ambición, nada. Y cuando intenta evitar el desastre, se comporta como un retrasado mental incapaz de hacer nada bien, solo mete la pata de lo lindo y uno se queda con la impresión de que lo volvieron estúpido a punta de películas infantiles modernas. Y al final de la película, cuando todo se soluciona, aparece muy campante. Yo que él me moriría de la vergüenza, unos niños tuvieron que hacer su pega.
La historia no convence mucho y los mensajes son demasiado directos como para ser tomados en serio. La intención es buena, y realmente prefiero que se entreguen este tipo de mensajes que banalidades a los infantes. Pero si agregáramos creatividad a las buenas intenciones, los resultados serían maravillosos. Debo confesar que me siento un poco mal al haber despedazado una buena iniciativa animada, pero mi deber como el paladín de la ñoñería es defender la calidad audiovisual a donde quiera que yo vaya. Por eso voy a ser bien sincero: padre culposo, si este fin de semana va a sacar a su hijo al cine a ver una película infantil, si su creatividad no le da para más, o le aterra interactuar con su retoño, llévelo a ver esta. Por lo menos, tiene un mensaje. Pero si se esfuerza un poquito más, sáquelo a pasear, juegue con él, conversen, háblele de lo importante que es cuidar este mundo, transmítale valores (Puaj, qué perno suena eso), hágalo feliz y estimule sus capacidades creativas. Pinten dibujen, hagan música, muéstrele libros. Si no, Lorax: en busca de la trúfula perdida puede ser un aceptable plan B.
©Por Felipe Tapia, adorado por cultos tribales
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