“Caballo de guerra”: crítica de cine

Si hay un director de cine famoso, conocido hasta por las personas que no ven nunca una película es Steven Spielberg. Si no me creen, hagan el simple ejercicio de pedirle a alguien que les nombre directores de cine; sino es el primero, el segundo que le nombrará será Steven Spielberg. Esto se debe a que es tal vez uno de los primeros directores que entendió que una buena película, también puede ser gusto de las masas. Tanto es así que el término blockbuster comenzó a usarse popularmente a raíz del éxito de “Tiburón”, uno de los primeros filmes de este director estadounidense, que de ahí en adelante no ha tenido una sola película que no haya sido un éxito de taquilla. Por eso también es conocido como “El Rey Midas del cine”. Tampoco encontrarán un crítico que diga que una película de Spielberg es mala (cualquiera), a lo más les podrán decir que alguna es “no tan buena”.

Este visionario realizador logra todo eso porque tiene una especie de fórmula “mágica” para emocionar al público y a la crítica, fórmula que nuevamente repite en “Caballo de guerra”.

“Caballo de guerra” es una fábula, que narra la aventura de un caballo llamado Joey  durante la Primera Guerra mundial. Durante el metraje conoceremos a Joey desde sus primeros días, cuando es comprado por un terco agricultor para ser usado como caballo de arado, a pesar de que todos le aconsejan que no pues el animal es un purasangre que jamás trabajará la tierra. Aquí comienza a verse la fórmula Spielberg. El hombre sigue una corazonada, algo “mágico” le dice en su interior que el caballo es especial, a pesar de ir en contra del sentido común… y obviamente no se equivocará.

Luego, el caballo será entrenado por el joven hijo del agricultor (otro elemento recurrente en el cine Spielbergiano, personajes muy jóvenes o niños) con quien entablará una relación de amistad férrea y que traspasará todas las dificultades. Aquí otro componente de la fórmula: los personajes serán capaces de proezas increíbles, motivados por la fuerza de su corazón; sumados todos estos elementos, hay que ser de piedra para no emocionarse con esas cosas. Tal vez algunos consideren esto una manipulación emocional ya muy vista, (cursi inclusive) y si, algo de eso hay. Sin embargo para bien o para mal, los seres humanos (como lo describiría muy bien Aristóteles en “La poética”) nos seguimos emocionando por las mismas cosas: la nobleza, que se transforma en heroísmo, la valentía de un niño, la amistad que atraviesa el tiempo, etc.

La película nos mostrará todo el extraordinario viaje de Joey, pasando por varios dueños, y en donde el hermoso caballo será protagonista de lo más duro de la guerra, será testigo del sufrimiento humano, del odio, y también del profundo amor, tal vez lo único que nos sostiene en circunstancias tan terribles como esas. El viaje de Joey es entonces, un viaje por lo mejor y lo peor del hombre, y nos muestra que a veces un animal puede ser más noble que una persona, ya que el equino a pesar de todas las vicisitudes a las que se enfrentará, no dejará jamás de luchar, transformándose en un símbolo, en  un milagro viviente. Súmenle a todo eso la música del maestro John Williams y la fotografía del gran Janusz Kaminski y tendremos nuevamente un gran filme.

Sin ser la mejor película de Spielberg, “Caballo de guerra” sin duda emocionará al público de todas las edades, especialmente a aquellos que aún disfrutan de las fábulas y de las historias de coraje, valentía, y amistad sin límites. Un filme que nos recordará que los milagros todavía existen. Aunque a algunos les parezca cursi.

© Por Juan Carlos Berner

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