Un gran personaje: “La Dama de Hierro”

Margaret Thatcher es por donde se le mire un personaje. A nivel histórico, desde la concepción moderna del feminismo, incluso a nivel personal. Pero de uno u otro modo, todos sabemos que los personajes, al final del día vuelven a ser personas. Aparentemente, no todos.

Bajo una estructura fragmentada, “La Dama de Hierro” muestra a una ex primer ministro británica al borde de la demencia, recurriendo a la aparición de su difunto esposo para repasar imágenes de su vida política, el único aspecto que la sitúa donde realmente quiso llegar. Si nos basamos en esa premisa, la película cumple todas las expectativas narrativas planteadas. El problema radica en que Margaret no tiene otra cara, y desde ese punto de vista, sería capaz de utilizar la lectura de cuentos a sus hijos como práctica de sus discursos. Y, más allá de lo inverosímil que resultaría esto, deshumaniza a la persona en su punto máximo: lo vuelve plano. Y este problema no nace de la exageración de quien se sienta a criticar, sino de las mismas situaciones que plantea la película.

Porque si bien soy yo el que me dejo llevar por los cabos sueltos que deja la realización, nadie mandó al guionista a escribir frases para el bronce cada diez minutos, cayendo en clichés de manera progresiva hasta un punto en que el final de la película nos deja con la peor pregunta que podemos tener: ¿por qué terminó aquí? Peor que la fatídica ¿y eso es todo? Porque ahí al menos hay una frustración, aquí simplemente hay indiferencia.

No es problema de la personificación, porque el maquillaje es impresionante, ni menos de actuación, ya que a la pobre Meryl la han puesto hasta a bailar canciones de Abba y aún así le hemos creído. ¿Será culpa del formato “Biopic”? ¿O será la estructura? Es imposible no acordarse que todo lo que ésta película hace mal, “Violeta se fue a los cielos” lo hace bien. Más fino entonces, ¿la mezcla de sonido? Ok, es mala. Pero no importa mucho. La música es peor. Sumando y restando, todas esos pasos en falso se habrían permitido bajo el formato de una obra de teatro. Pero entonces, redoble de tambores por favor… ¿para qué hacer de esto una película?

“La Dama de Hierro” falla al intentar ser la dama de hiero y olvidarse de Margaret Thatcher. Porque mientras dibuja una caricatura unilateral del polémico protagonista, retrata una delicada imagen de su esposo, un notable Jim Broadbent. El peor error es caer en aquello que ella misma pregona una y otra vez a lo largo del metraje: “solía tratarse de hacer algo, ahora se trata de ser alguien”. Todos los aciertos que la directora Phyllida Loyd apunta, se caen a pedazos bajo al pretensión de querer dejar huella tanto en la cultura pop como en las validaciones del feminismo.

 

© Por Ignacio Hache

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