
Érase una vez un manga que encantó a miles de fans, se adaptó a una serie de animé y a varios musicales, vendió millones de juguetes, peluches, espadas y todo tipo de mercancía y se alzó como uno de los tres grandes del Shōnen (manga para adolescentes), junto a “One Piece” y “Naruto”. Hablamos de “Bleach”, de Tite Kubo, que gozó de casi diez años de éxito internacional (2001 a 2009), con ventas que superaban los seis millones de ejemplares al año. Sin embargo, a partir del año 2010 las cosas cambiaron para Kubo: declive de ventas pocas veces visto en la historia del comic japonés, rechazo generalizado de los lectores, incluso de los más fieles, y el término definitivo de su serialización en la revista Weekly Shōnen Jump. No veremos aquí en detalle las razones de su caída (aquí un video que lo explica con maestría), pero sí ciertos patrones y factores de riesgo en común con la serie de Netflix, “Stranger Things” que, de no ser abordados en su tercera temporada, podrían llevarla a un lugar que nadie quiere, la cancelación y la ruina. Los siguientes párrafos contienen spoilers de ambas series. Si no las has visto, te ruego detener tu lectura, prender Netflix y deleitarte con estas producciones.
Ichigo Kurosaki, protagonista de “Bleach”, es un muchacho de quince años con la capacidad de ver fantasmas. Gracias a su encuentro “casual” con la segadora de almas (o shinigami), Rukia Kuchiki, obtiene de ella los poderes de un segador de almas, que se dedican a guiar a los humanos recién fallecidos hacia el mundo espiritual y a purificar a los Huecos, almas que no fueron conducidas a tiempo y se transformaron en monstruos sedientos de personas. La serie comienza a brillar con su segunda parte, cuando la Sociedad de Almas, organización jerárquica y militarizada de segadores de almas que reside en el mundo espiritual, descubre que Rukia le ha transferido sus poderes a un humano, acto constitutivo de delito grave y merecedor de la pena capital. Nuestro protagonista y sus amigos entran en la Sociedad de Almas para rescatarla, aventura en la que lucharán contra un sistema atávico, rígido y que poco entienden. Además, Kubo agrega una vasta cantidad de personajes originales, inteligentes y entrañables, entre los que se destacan Sōsuke Aizen, principal antagonista de la serie, quien había manipulado a todos a su antojo, incluso a Ichigo desde su nacimiento y posterior encuentro con Rukia, para lograr traicionar a la Sociedad de Almas.
Alguna vez escuché que lo que distingue a las buenas historias de ficción de las malas es su capacidad de conectar de buena forma los elementos que la componen. Tite Kubo lo logró con destreza encomiable, pues todos los acontecimientos y personajes presentados son necesarios y suficientes para sus fines. En la siguiente saga, “Arrancar”, Aizen forma un ejército de soldados originados a partir de la fusión entre los segadores de almas y los huecos, pero es vencido por Ichigo y la Sociedad de Almas. A pesar de las buenas ventas, la serie comenzó a tener grietas claramente observables. El manga repitió y explotó sin escrúpulos aquellos aspectos que habían funcionado bien en la saga anterior: una princesa a rescatar, batallas de espadas, personajes inolvidables y al mismo villano. Parece todo correcto, pero, ¿qué falta? Originalidad y una sutil conexión de dichos elementos. Luego de la muerte de Aizen, en el 2010, que marca el fin de la saga y del éxito de la serie, “Bleach” cayó en un pozo del que no salió nunca más.
“Stranger Things” es, bien lo sabemos, la serie del momento de Netflix, vista, sólo en EE.UU, por más de 16 millones de personas. He visto en algunas páginas que “Stranger Things”guarda similitudes con varias obras: “ET”, “Alien” e incluso “It”. Si bien considero que esas teorías son correctas, me atrevo a decir que las coincidencias que tiene con “Bleach” son iguales o mayores. Para empezar, podríamos nombrar las siguientes:
- Rukia Kuchiki y Will Byers son secuestrados y sirven como un puente entre el mundo ordinario y el mágico.
- Para rescatarlos, su grupo de amigos, asistidos por una figura mentora (Kisuke Urahara y Jim Hopper), comienzan un periplo en el que descubrirán cómo funciona el mundo de los adultos, con sus mentiras y manipulaciones.
- Dos personajes centrales, Eleven e Ichigo Kurosaki, ambos con poderes sobrenaturales, son usados, desde su nacimiento, por los antagonistas de las respectivas series, el Doctor Brenner y Sōsuke Aizen.
- Los Huecos y los Demogorgons se alimentan de humanos y son oriundos de mundos de apariencia inhóspita (Hueco Mundo y Upside Down, respectivamente).
Más allá de esas coincidencias, que al lector bien pueden parecerle anecdóticas, quiero centrarme en una de tipo estructural: el declive creativo a partir del segundo gran arco narrativo. Mucho se habló sobre las virtudes de su primera temporada de la serie de Netflix: los niños carismáticos; la iconografía ochentera; el correcto trato del suspenso; el choque entre la ingenuidad infantil, las tribulaciones de la adolescencia y la ambición de la adultez; todo articulado y conectado de forma redonda. La segunda, en cambio, fue sólo regular, como máximo. Por un lado, abusó con machaconería de los elementos que la hicieron grandiosa, al punto de volverla aburrida y a veces insoportable. Sólo por nombrar algunos: un nuevo “rescate” de Will; la inclusión de burdas escenas de fanservice (la fiestita del final) que, además de inútiles, traicionan la propuesta oscura de la primera parte en favor de un infantilismo absurdo; la aparición de personajes sin razón de ser, y una historia llena secuencias de acción y suspenso que no logran congeniar bien. Creo que el patrón ya comienza a visualizarse: la saga de la Sociedad de Almas equivale, en calidad, a la primera temporada de “Stranger Things” y “Arrancar”, a la segunda, en las cuales ya se empiezan a observar carencias argumentales.
Me parece que en ambos casos hay dos posibles culpables, los autores, por su falta de recursos narrativos, y la editorial (o plataforma), por querer asegurar el éxito a partir de la explotación de la fórmula anterior. A decir verdad, y señalando otra coincidencia al mismo tiempo, Netflix es muy parecida a la Weekly Shōnen Jump en lo que se refiere su política editorial: las dos realizan una selección de las series originales a publicar, les asignan recursos dependiendo de su audiencia y las cancelan si no cumplen las expectativas. Si sólo considerásemos eso, sería lógico responsabilizar a la empresa. Sin embargo, creo que es una excusa si pensamos en la cantidad de series que se mantienen frescas sin importar el paso del tiempo, como “One Piece”. Cualquiera sea la razón, si la tercera entrega de “Stranger Things” no apuesta por lo original, sigue añadiendo relleno pueril y no se esfuerza por ofrecer un trabajo compacto y bien enlazado, tendrá el mismo destino de la obra de Kubo: una gloria pasada, desperdiciada, malmirada y olvidada.
Por Juan Francisco Grez.
1 Comment
Muy buena comparación, además que asegura por un año más mi virginidad ❤