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Para entender a “Saint Seiya” (“Los caballeros del Zodíaco”)

Para entender a “Saint Seiya” (“Los caballeros del Zodíaco”)

Si bien este artículo no pretende ser un análisis de la envergadura de Para leer al Pato Donald de Dorfmann, considero necesario tomar en cuenta el contexto en el que se emite la película que dentro de poco será exhibida en los cines de nuestro país. De lo contrario, la historia será considerada, para quienes no la conozcan, como absurda, ridícula e idiota. Pero en realidad, es mucho más complejo que eso.

Muchas historias, sobre todo las que vimos de niños o jóvenes, necesitan verse en retrospectiva, conectándonos con nuestro niño interior y considerando la minúscula oferta animada de la época. Lógicamente, algunos con tenidos sobrevivirán a este análisis y otros simplemente quedarán como bodrios sobrevalorados en su momento, pero creo que casos como Saint Seiya merecen el beneficio de la duda para descubrir que esta fue una obra bastante interesante para la época y que pavimentó el terreno para miles de animes venideros, y digámoslo claro, infinitesimalmente superiores en calidad a esta serie, pero que sin ella quizá no habrían encontrado un mercado amansadito gracias a los caballeros de sangre inagotable. No es culpa de ellos ni de Kurumada que la falta de originalidad de la industria del cine (Vicio exclusivo de Hollywood antaño, pero contagiosos para japoneses y otros) haya puesto sus ojos en una de las tantas obras exitosas que han existido.

Lo primero que hay que aclarar es que el título “Los Caballeros del Zodiaco” se escogió para evitar confusiones. Los héroes que nos ocupan eran llamados Santos, porque peleaban del lado de tal o cual dios griego o de otra mitología, pero para evitar confusiones con los santos de la Biblia, se les denominó caballeros. Seiya y sus compañeros pelearon primero entre ellos, luego contra los caballeros negros, luego con los caballeros de plata (Y uno que otro enemigo de relleno), los caballeros de oro (Que luego de aliarse con los protagonistas, dejaron pasar mucho tiempo para echarles una manito), los Dioses Guerreros de Asgard, los Generales de Poseidón y los Espectros de Hades.

La historia parece ser una de las tantas que reproduce matemáticamente el viaje mítico del héroe de Joseph Campbell: un héroe recibe un llamado a la aventura, a la que se niega inicialmente, luego recibe un objeto mágico para pasar una serie de pruebas, las dificultades de estas últimas van en orden ascendente, etc. Si a esto le sumamos que los protagonistas son cinco héroes que se visten con armaduras que representan constelaciones de estrellas, el resultado no es muy alentador. Al menos, ahora. Sin embargo, hay que recordar que en los años noventa la oferta de animación, sobre todo la de tv abierta, era sustantivamente pobre, y nada más complejo que Las Tortugas Ninja se había emitido. Vale, puede que esté exagerando y probablemente una o dos cosas buenas sí se emitieron, pero ustedes me entienden.

Si uno se enfoca más en el fondo que la forma, puede ver que “Saint Seiya” contenía potentes mensajes sobre compañerismo, lealtad y moral, muy distantes del blanco y negro con el que la era Reagan – Thatcher nos tenía embobados. Los enemigos de Saint Seiya no siempre eran malvados, a veces solo tenían una versión distinta de lo que es justicia, y los personajes principales no recibían sus dones por herencia o casualidad, como He-Man o Superman, sino que debían ganárselos a punta de esfuerzo, sacrificio y sufrimiento melodramático. Este sello está presente en casi todas las historias de anime, y no hace falta ser un genio para advertir el subtexto identitario nipón, un país que le da especial importancia a la autosuperación, el altruismo y el honor, lo que se ve reflejado hasta en sus producciones más masivas y simplistas. La mayoría de las historias, para niños o grandes, por boba que sea, promueve estos valores. “Rashomon”, “Los Siete Samurais”, “Supercampeones”, “Dragonball”, prácticamente  todas. Y si para Japón “Saint Seiya” pudo haber sido una más de estas historias, en Chile en los 90 fue una novedad. Solo piénsenlo: De los monitos chilenos, probablemente los más identitarios sean Condorito y Pepe Antártico, personajes que intentan resaltar las cualidades del chileno: la promiscuidad, la pillería y la flojera. No me malinterpreten, adoro a los personajes de Pepo y Percy, pero claramente no son modelos de conducta (Y por supuesto, nadie espera que lo sean, no mezclemos peras con manzanas).

A pesar de los valores que transmitían y los subtextos insertos en la serie, esta llamó la atención principalmente por el alto contenido de violencia, poco usual para los programas infantiles emitidos en la tarde. La serie contenía elementos de epopeya y tragedia griega, y los héroes continuamente se sacrificaban, optaban por la fuerza y no solían resolver los conflictos por la razón. Uno de los capítulos más polémicos fue cuando Shiryu, el dragón, se autocegaba cual Edipo, para poder vencer a Argol de Perseo y su escudo de Medusa. Le sucedieron a este episodio hectolitros de sangre en cada capítulo y roturas de brazos y piernas que solo un mensaje de perseverancia y heroísmo lograba disimular. En este punto, creo que uno de los logros de “Saint Seiya” fue instalar un debate en torno a si un contenido televisivo bueno es aquel que no contiene violencia (Como, por ejemplo, “Monster High” o “Yingo”) , o aquel que contiene un mensaje. Si es por prohibir la violencia, habría que empezar por La Caperucita Roja y seguir con la Biblia, la Ilíada, el Mío Cid y el Quijote.

Los personajes eran Seiya, el protagonista fanfarrón, llevado de sus ideas y con patillas; Shun, cuya delicadeza y sensibilidad habrían pasado por masculinas si no hubiese llevado una armadura rosada y con tetas; su hermano Ikki, el antihéroe rudo y cruel que debía su actitud a traumáticos sucesos de su juventud; Hyoga, obsesionado con el cadáver de su madre y capaz de hacer hielo; y Shiryu, el más sabio y menos impetuoso del grupo, debido a que fue entrenado por un maestro tipo Yoda o señor Miyagi. Cada uno peleaba guiado por sus propios ideales y no por interés personal, pero eran capaces de sacrificarse por un bien mayor o para ayudar a alguien, y como de costumbre, iban sufriendo transformaciones, apoteosis  y epifanías, todo muy al estilo Campbell, que solo eran posibles en una serie con continuidad de “teleserie” y no con capítulos autoconclusivos como era la costumbre para la época.

“Los Caballeros del Zodiaco” se ganaron a un público interesado en una historia con contenido más allá de la violencia excesiva, y la serie se acabó justo cuando comenzaba a volverse repetitiva y abusar del esquema de videojuego (Pasar etapas, vencer a malos cada vez más poderosos hasta llegar con el jefe final, etc.). Años más tarde la Saga de Hades, que había quedado inconclusa, trajo algo de nuevos aires a la franquicia, aunque no tantos, y fue disfrutada por adultos que en su niñez habían visto con devoción la serie. Se han emitido secuelas y precuelas que explotan el rentable producto, con indiscutibles mejorías en el área técnica (Tampoco es un gran logro, es lo de menos, si han pasado tantos años) pero mediocres resultados en el contenido, que suele ser un refrito.

Antes de acabarse, antes de que sus fans maduraran y buscaran otros horizontes narrativos, Saint Seiya dejó un legado de muchas series que empezaron a emitirse en Chile, algunas de mejor calidad a años luz de los jóvenes con armaduras multicolores, otras totalmente olvidables. Sería absurdo decir que SS está entre las mejores series de anime que se han emitido en Chile, pero cualquier fan del género debe admitir que instaló un debate sobre la calidad de los contenidos televisivos infantiles y destacó por su originalidad entre tanto programa sano, higiénico y plano al que el público infantil estaba malacostumbrado.

Por este motivo, si alguno de ustedes está interesado en ir a ver la película CGI que será emitida este 25 de septiembre, debe tener en cuenta todo lo anterior.

  © Por Felipe Tapia, un crítico puro y angelical que irradia luz divina

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2 Comments

    Exelente análisis, con perspectiva, me ha encantado.

    Los caballeros del zodíaco ? que niñez más feliz, me encantaban. Excelente, me encanta todos los tipos de animé ??

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