“Madagascar 3” en 3D: La cuenta regresiva de la animación digital
Pertenezco orgullosamente a la generación que vio nacer a los nuevos monitos animados, esos digitales, cuando a finales de los 90 la industria gringa se las vio de cuadritos al entrar a competir con el anime que los obligaba a reinventarse luego de las últimas y rebuscadas producciones Disney (El Jorobado de Notre Dame, Mulan, Pocahontas, manifestaciones de un género que se encontraba en su más evidente decadencia). La razón del éxito de estas nuevas animaciones de Pixar y Dreamworks tuvo su explicación por algo más complejo que la mera tecnología digital: Aportaban una mirada nueva al manoseado género de la animación gringa, que nos tenía hasta las narices de princesas, musicales, secundarios pseudo graciosos y versiones prostituidas y comerciales de clásicos literarios destrozados sin compasión. Las nuevas animaciones ofrecían historias originales, imaginativas y con más de una lectura, pues podían ser disfrutadas tanto por niños como por adultos, debido al humor inteligente, el doble sentido y las referencias culturales.
Hoy esa creatividad se ha perdido. Luego de más de una década, el género entró en el inevitable espiral de decadencia, los personajes, antes carismáticos, ahora son unidimensionales y reciclados; donde antes hubo ingeniosas referencias culturales ahora solo adornan la insulsa trama con temas bailables de moda que hacen pasar, con patéticos resultados, a la historia como un producto moderno o juvenil. Y las historias se han vuelto repetitivas, clichés y dignas de un análisis estructuralista que, como buen académico latero que soy, pasaré a probar revisando la nueva secuela de Madagascar:
Retomando el manoseado concepto de los animales parlantes, Madagascar cuenta la historia de un cuarteto de animales de un zoológico de Nueva York que quieren regresar a su cómoda vida en La Gran Manzana, descontentos con su actual hogar, África. En circunstancias estúpidas e inverosímiles, arriban a Montecarlo, y luego de una ridícula persecución de autos llena de todos los clichés de esas persecuciones (Creo que solo les faltó enredarse con un tendedero de ropa y salir vestidos con las prendas) conocen a unos animales de circo. Ahí comienza el conflicto. Los protagonistas, para ser aceptados, urden una farsa que recuerda sospechosamente a la trazada por el protagonista de Bichos, la hormiga Flick. Incluso la leoparda cumple el mismo rol de la princesa hormiga del filme. Otras farsas de animaciones pretéritas que recuerdo son la del mapache de Vecinos Invasores o la del tigre Diego de La Era del Hielo. Y podría recordar dos o tres ejemplos más si me diese el esfuerzo, pero soy flojo. Así que sigamos deconstruyendo la predecible película.
Hay un personaje, el tigre, que obviamente desconfía de los farsantes, pero finalmente termina aceptándolo. Y los animales terminan llevando a cabo un exitoso circo sin supervisión humana, en el clásico periodo de bonanza y felicidad de estas historias que no tardará en verse truncado y que precede al previsible desenmascaramiento y decepción: Los animales del circo descubren la farsa de los protagonistas de pasar por artistas, y terminan echándolos. Por supuesto, como en todas estas películas, los protagonistas enmiendan su error y acuden a salvar el día, regalándonos una dulzona reconciliación y un final incómodamente feliz. Como reloj la cosa.
¡Pero aún hay más! Los personajes tampoco se quedan atrás en reciclaje. Uno de los secundarios, un lémur, es como el hermano retrasado de Syd de La Era del Hielo, más chico, más fome y más prescindible, que entabla un romance con una osa del circo que no aporta nada a la trama, ni hace reír. El antagonista es una lunática cazadora de animales que quiere la cabeza del león en su pared de trofeos, como si la película no tuviese suficientes clichés. Así, irá siguiendo a los animales a lo largo de toda la trama, envuelta en las situaciones más ridículas e imbéciles que harán ver al Equipo Rocket como unos villanos competentes (Al menos, ellos sí son graciosos).
Y eso es otra cosa que me molesta de la película, aparte de carecer de originalidad, no tiene lógica. Ya sé, me dirán, pero es una película para niños sobre animales que hablan. Sin embargo, eso no quiere decir que no necesite coherencia argumental. Incluso en las otras películas de animales parlantes que he visto, o juguetes, o autos, o lo que sea, existe cierto grado de verosimilitud. Sin embargo, acá los animales manejan aviones, apuestan en los casinos, viajan en tren y todo sin ayuda de los humanos. Incluso son capaces de dirigir un negocio, montar espectáculos circenses, firmar contratos y recibir al público, todo sin ayuda de los humanos. ¿Llevarían ustedes a sus hijos a un circo administrado por monos, leones y tigres, donde hasta el presentador y los músicos son animales salvajes? ¿No creen que es algo peligroso, para no decir estúpido? Y a la villana no parece molestarle en absoluto que sus presas sean animales que piensan y hablan, manejan vehículos, y la pila de actitudes humanas más. Y lo más raro de todo, es que el circo de los animales es un fracaso porque los trucos no salen bien, pero yo pagaría por ver animales intentando siquiera administrar un circo, monos cobrar entrada, una cebra intentando bailar bien sobre una cuerda o un león y un leopardo discutir cómo se practica con el trapecio. Pero acá es visto como algo de todos los días.
Los animales se pasean como Pedro por su casa durante toda la película, por El Coliseo de Roma, Nueva York, Londres, y a nadie parece importarle mucho. La villana captura a los cuatro protagonistas en las afueras del zoológico y nadie muestra objeción por qué estaba haciendo allí a esas horas. Y todo ello sazonado con temas musicales de moda que no hacen sino confirmar lo efímero de estas producciones, y su desesperado intento por caer bien.
Madagascar 3 solo imita superficialmente el humor ingeniosos de las primeras animaciones digitales: Ha corrido agua bajo el puente, y si antes era simpático ver a la Princesa Fionna esquivar balas al estilo Matrix, ahora ver a la villana de Madagascar hacer lo mismo, diez años después, molesta. Porque cuando uno ve que los monos comienzan a dispararle plátanos (¿Cómo se les habrá ocurrido hacer esa relación?) uno puede adivinar que se viene la famosilla escena en cámara lenta. Y eso es solo una muestra del los usados y abusados recursos que si alguna vez fueron originales, ahora dan pena.
En fin, podría llenar páginas con las incoherencias y clichés de la película, sobre todo el final, pero apuesto a que tienen mil cosas mejores que hacer, como mirar cómo se seca la pintura de sus casas. Solo me resta decir que la industria del cine lo hizo de nuevo: Nuevamente, confunde infantil con estúpido; masivo con banal.
Madagascar 3 en 3D se estrena este jueves 7. Lamentablemente, el cine infantil ha caído en los mismos vicios del cine adulto: parece una fórmula matemática o una historia creada con un programa de computación que solo cambia los nombres y los personajes, repitiendo la misma historia hasta el cansancio. Necesitamos una revolución similar a la que vivimos a finales de los 90: No solo tecnológica, no solo por medio del formato 3D, sino replantearnos las historias y personajes que, esta vez, tardaron mucho menos en tornarse manoseados. Esperemos que eso pase pronto. Pero de momento, si no va a ver esta película, no se preocupe: saldrán unas cuarenta iguales, y se han hecho otras cuarenta antes, por si quiere verlas.
©Por Felipe Tapia, cuyas fórmulas de despedida de sus textos tampoco son originales.
1 Comment
No la he visto, y dudo que lo haga teniendo el antecedente de la primera que fue bastante fome.
Me llama la atención eso si el relato que haces de cómo los animales pasan piola en el entorno humano. Eso precisamente rompe toda coherencia con la primera, en donde gran parte del hilo argumental está dado en el trayecto de los animales a través de la civilización, y cómo se las deben ingeniar para no ser cazados, perseguidos, ni causar pánico.
Eso sí, si de animación digital gringa se trata, solo existe Pixar. Es el único estudio que ha sido capaz de producir arte de calidad en el género: Up, Wall-E, Ratatouille, Nemo. El resto, a lo más alguna historia chistosa.