Kubrick y la tecnología como elemento transformador de la sociedad.
Un autor no es solo un individuo que escribe o crea un conjunto de cosas (libros, películas, cuadros). Un autor podría definirse como un conjunto de características presentes en una obra, un sello, una identidad que impregna a un número determinado de creaciones. Y eso es Stanley Kubrick, ni más ni menos. Es verdad que uno tiene el vicio de fijarse en los nombres de los directores para juzgar a una película, y así como algunos pintores firmaban cuadros que nunca pintaron, hay ocasiones en que el autor precede a la película. Por suerte, Kubrick no es el caso, porque es más que un apellido evocador del cine de autor, tiene un sello propio que retrata cambios importantísimos a nivel tecnológico y social que empezaron a hacerse visibles en la segunda mitad del siglo pasado.
En la mayoría de las películas de Stanley Kubrick (No todas, pero la mayoría) la tecnología se alza como una nueva figura divina que opaca a los personajes de las mitologías pretéritas. El destino de los hombres ya no está trazado por deidades omnipotentes o castigadoras, y ahora es la tecnología la que viene a introducir cambios en la sociedad en general y sus individuos, alterando su manera habitual de comportarse.
Podría llenar páginas y páginas con esta verborrea insípida, pero creo que es mejor pasar a algunos ejemplos: En “Doctor Strangelove”, la bomba atómica es mostrada como un objeto decisivo en las relaciones diplomáticas entre los países, y no solo eso, en el destino del ser humano común y de a pie. En tiempos de la Guerra Fría, el día de mañana un loco podría apretar el botón, mandando al carajo todos los sueños, proyectos y esperanzas de un mundo entero. Pero no cualquier loco tenía ese poder de decisión: hacía falta un avance tecnológico como la bomba atómica para poder decidir el destino de toda esa gente. La bomba se convierte, entonces, en un objeto sagrado, que algunos repudian y otros ambicionan.
En “La Naranja Mecánica” un revolucionario invento promete modificar para siempre el sistema penal, haciendo cuestionar conceptos básicos como los derechos de los reclusos, la dignidad humana y el libre albedrío. Una máquina en la que se conecta al delincuente de turno posee el poder para cambiar nuestras vidas, hacer sentir más seguro al ciudadano honesto, y mantener a raya a los parias sociales. De nuevo, es más un adelanto tecnológico y no un ser humano el que tiene el poder transformador de la sociedad.
Quizá el ejemplo más obvio de este planteamiento es “Odisea 2001”, en la que un hueso que gira marca el principio de la evolución de bestia a hombre, llevándonos a niveles de complejidad en los que somos capaces de crear máquinas que psicológicamente son nuestros iguales, al punto de que pueden desarrollar cuadros psicóticos que terminan volviéndose una amenaza a la raza humana.
En “El Resplandor” nuevamente el objeto transforma al hombre, la espaciosa casa vuelve a un tranquilo escritor un psicópata asesino y desalmado, a quien solo le hizo falta un ambiente distinto para despojarse de años de humanidad, civilización y educación.
Por último, aunque Kubrick solo planificó sin llevar a cabo esta historia, “Inteligencia Artificial” nos muestra una realidad en la que la podemos reemplazar a miembros de nuestra familia por máquinas que, al igual que Hal 9000, pueden alcanzar complejísimos niveles de identidad y sentimientos.
Sé que la obra de Kubrick no comprende únicamente lo tecnológico, y que durante su carrera el director transitó por el género bélico, histórico, entre otros. Pero igualmente resulta interesante que en todas las películas mencionadas aparezca con recurrencia el elemento de la tecnología como una fuerza poderosa que transformará al mundo, y nos hará mirar nuestra existencia de forma distinta ¿Se habrá adelantado Kubrick a los tiempos actuales?
© Por Felipe Tapia, uno de los personajes clave para este 2015
Fuente imagen: filmdetail.com