Crítica de televisión: “Zamudio, perdidos en la noche”
Plasmar en pantalla la vida de alguien que ha muerto siempre es un trabajo complejo, pues la posibilidad de herir sensibilidades es casi inevitable. En el caso de la nueva serie de Televisión Nacional, “Zamudio, perdidos en la noche”, que aborda el asesinato de Daniel Zamudio, el debate está casi garantizado.
El horrible crimen del adolescente, que incluyó suásticas dibujadas en su cuerpo y múltiples vejaciones durante y después de su muerte, causó conmoción pública y logró conmover a tal punto que permitió destrabar la ley antidiscriminación que llevaba más de una década juntando polvo en el Congreso. Además detonó un ineludible debate sobre la tolerancia y respeto a las minorías sexuales en el país. Ahora su vida y muerte llega al formato televisivo con un discurso más ambiguo y sin la participación de la familia, que ha criticado públicamente la realización.
La serie, basada en el libro homónimo de Rodrigo Fluxa, sin duda es audaz. A poco empezar el primer episodio, nos damos cuenta que este Daniel (Nicolás Rojas) está lejos de ser un joven heroico y al contrario, como protagonista resulta ligeramente desagradable. El retrato que nos presenta la serie no es de un joven romántico, sensible o confundido, al contrario, se trata de un chico ambicioso y superficial, hijo de una sociedad exitista que busca el reconocimiento y la fama instantánea. Aquí Zamudio recuerda un poco a la figura de “Lolita” (llevaba al cine magistralmente por Stanley Kubrick) ya que al igual que el personaje literario de Navokok, utiliza su sexualidad juvenil para seducir, para avanzar, para inquietar.
En ese sentido un acierto, que muestra el arrojo de la serie, es la escena de sexo gay del primer capítulo, que con toda naturalidad nos mostró la pasión y el desenfado del personaje, sin pedir disculpas por eso. La escena da cuenta de la esencia del personaje y también, en un plano extra televisivo, de cómo ha cambiado la percepción del público, ya que sin denuncias en el CNTV ni escándalos mediáticos, se acepta como parte necesaria de un trabajo que explora la sexualidad de un personaje de estas características.
Otro aspecto que indica que los responsables de la serie no están por aumentar el mito de Zamudio, si no por analizar, quizás con excesiva frialdad, los acontecimientos, es la es la decisión de darle la misma cantidad de tiempo a los asesinos del protagonista.
Víctima y victimarios tienen edades similares y dramas parecidos en sus familias. Todos tienen padres indiferentes y poco empáticos, además vienen un estrato social donde las oportunidades parecen estar fuera de su alcance. Al mostrarnos paralelamente estas realidades de alguna forma la serie los hermana. Sin duda una provocación para los espectadores. ¿Qué dice de nuestra sociedad si asesinos y víctimas son tan parecidos?
Para aumentar la polémica la tesis del libro en el que se basa la serie desecha la idea del crimen de odio, y presenta una mirada más ambigua sobre el crimen. Una propuesta que no admite indiferencia. Así la promesa de la serie es mostrarnos una trama que abrirá debates y nos dejará pensando no solo en la homofobia de nuestra sociedad, sino también sobre la falta de oportunidades, y las formas en jóvenes con una vida por delante pueden volverse brutales criminales.
“Zamudio, perdidos en la noche” recién comienza, pero abre muchas expectativas respecto a cómo una ficción nacional puede abordar sucesos tan sensibles, conjugando factores artísticos, técnicos y sociales. Sin duda, una apuesta ambiciosa que hay que seguir con mucha atención.
© Por Aldo Vidal
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