Crítica de cine: “Rara”
Sara (Julia Lübbert ) y Catalina (Emilia Ossandón) son hermanas y viven con su madre Paula (Mariana Loyola), quien es una jueza homosexual que vive con su pareja Lía (Agustina Muñoz). Su relación con sus hijas es abierta y franca, por lo que estas entienden a la perfección la orientación sexual de su mamá, saben que no es algo usual y lo comparten abiertamente en el colegio en el que estudian. Y todo parece indicar que la relación con el entorno es mutuo, porque ni a sus compañeros ni a sus cercanos parece molestarles el tipo de familia en el que fueron criadas (Al menos aparentemente). Pero Sara comienza a sentirse incómoda y avergonzarse, porque sabe que algunos las miran con desconfianza o distancia.
“Los niños pequeños no tienen prejuicios”, señala la directora Pepa San Martín. “Los prejuicios son algo que adquirimos en la medida que vamos creciendo. Esa es la gran diferencia entre estas dos hermanas. Una está mucho más insertada y entiende lo que pasa alrededor suyo. La otra aún logra vivir en el mundo que ella se construye”. Por ese motivo Sara, la mayor, experimenta más incomodidad que la menor, Catalina.
Basada en la historia real de la jueza Karen Atala, “Rara” es un acertado retrato sobre paradigmas culturales que están cambiando frente a nuestros ojos, pues no se trata de una cuestión de gente mala o buena o gente de mente abierta y cerrada, sino que hay una realidad que está cambiando y exige que evolucionemos junto con ella, pues los vientos del cambio no se pueden detener. La historia es sencilla pero muy bien contada, y con una franqueza con la que es fácil empatizar.
En algunas películas ciertos discursos explícitos entorpecen o vuelven forzada la historia, pero eso no pasa acá. Por ejemplo, cuando Sara le dice a su amiga Pancha que pese a vivir con una pareja de lesbianas a ella le gustan los hombres (Para subrayar el hecho de que la orientación sexual de una persona no necesariamente se define por la que tengan sus padres) es realizada con total naturalidad y sentido. También una historia paralela en la que Catalina adopta un gatito llamado Nicanor (Interpretado por El Rucio) y pregunta si es posible que esté viva sin su mamá, es una metáfora simple pero inteligente sobre la idea de que una madre es finalmente la que cría y da amor al hijo, no necesariamente la que la concibe biológicamente.
El padre, interpretado por Daniel Muñoz, intentará arrebatarle la custodia de las niñas a Paula, en una batalla legal cuyos fundamentos reales no se conocen del todo bien, pues son casi tácitos en la película, ya que el acento está puesto en el drama humano de las niñas, sobre todo de Sara, y de lo difícil que es para ella lidiar con el saberse pertenecer a una familia diferente a la de la norma, al mismo tiempo que experimenta los sinsabores de la adolescencia.
El filme no busca reinventar al Séptimo Arte ni propiciar una reflexión profunda sobre la tolerancia o las familias homoparentales, tampoco hace una crítica aguda sobre la heteronormatividad, simple y llanamente es una historia muy humana sobre una situación que se siente muy real todo el tiempo. Creo que parte de este logro se debe a las buenas y creíbles actuaciones, y prueba de esto es que los personajes de las niñas terminan robándole el protagonismo a actores de trayectoria como Daniel Muñoz o Mariana Loyola, y creo que esto es señal de que se está haciendo algo muy bien.
El único detalle que llamó mi atención es la paradoja que encierra esta película, pues a la vez que busca derribar la idea conservadora de que el niño debe ser criado por padres heterosexuales, al mismo tiempo subraya y alimenta la idea –conservadora también- de que los hijos deben ser criados por la madre, porque su lugar está ahí, eso es lo correcto ¿Qué pasaría si el padre fuese el que quisiese criar a las dos niñas? ¿Que la razón por las que se las quiere quitar a la madre no es que esta sea lesbiana, sino porque él quiere pasar tiempo con ellas y tiene el mismo derecho que su ex esposa? Por supuesto que al haberse basado esta historia en un suceso real esto no cobra una relevancia muy grande, sin embargo no deja de ser un subtexto interesante si uno analiza a fondo el meollo del asunto.
Otra cosa que no pude evitar hacer es compararla con otra de similar género vista también hace poco: “Carol”, basada en una novela de Patricia Highsmith, también profundiza en el amor lésbico, sin embargo en esta cinta ambas están descubriéndolo y experimentándolo, en lugar de “Rara”, en el que se nos presenta un hogar homoparental ya constituido en el que se evidencia clara preocupación y amor por los miembros que componen la familia. Aun así, nuevamente el antagonista es el ex marido que busca a todas luces vengarse desarmando la familia feliz haciendo uso de todas las herramientas judiciales que la sociedad heteroparental le provee.
“Rara” es una película redondita, con un planteamiento claro y directo que no busca experimentar con metáforas sesudas, y por eso es que funciona bastante bien, y vale la pena ir a verla. A diferencia de muchas películas chilenas que he visto últimamente, no busca ser experimental ni diferente, y su caballito de batalla es la narración fluida y las interpretaciones honestas y bien logradas. Pero su simpleza, lejos de alejarla del mensaje que trasmite, lo terminan volviendo mucho más potente.
Por Felipe Tapia, un crítico aún a la espera de que le salga pelo en pecho