Crítica de cine: “Pueblo chico, pistola grande”: Diversión para los viudos de Ted
En el lejano oeste norteamericano, en 1882, Albert (Seth MacFarlane) es un joven pastor de ovejas con graves problemas de adaptación. Su único amigo es un virgen enamorado de la prostituta más ocupada del pueblo. Sus padres lo maltratan, sus ovejas no le obedecen y su novia Louise (Amanda Seyfried) ya no lo soporta, al punto de abandonarlo por el petulante Foy (Neil Patrick Harris) dueño de la única tienda de bigotes del pueblo. La llegada clandestina de Anna (Charlize Theron), quien es la esposa de Clinch Leatherwood (Liam Neeson), el bandolero más peligroso de la región, cambia la vida de Albert al surgir entre ellos una sincera amistad. Anna quiere ayudar a Albert a superar los problemas en su vida, pero sin que él se entere de su verdadera identidad.
La segunda película de Seth MacFarland traslada su ácido estilo al universo del Far West, en consideración con los códigos del género, pero sólo en su aspecto formal. De fondo, es la excusa para desarrollar su estilo de comedia que lo hiciera famoso en la serie animada “Padre de familia”.
En dicha serie para la televisión, todo puede suceder, pero hay veces en que el drama e incluso el melodrama adorna las situaciones, intentando generar emociones fuera del esquema. El resultado no complica, pues aunque el formato de animación puede contener estas mutaciones, en este caso específico, el absurdo recuerda al final que se trata de una situación momentánea con el fin de generar la risa.
En la película “Ted” (2012), el drama inmiscuido también es un ingrediente inesperado que se utiliza en favor de la historia y en desmedro del estilo. Sin embargo, aunque se trata de acción en vivo, “Ted” tiene una gracia: es un peluche parlante. Nuevamente el resultado no complica (tanto), pues aunque el genero de comedia puede contener estas mutaciones, en este caso específico, (nuevamente) el absurdo recuerda al final que se trata de una situación momentánea con el fin de generar la risa.
¿Suena repetido? Pues sucede esto: En “Pueblo chico, pistola grande” existe drama inmiscuido. Pero Seth MacFarlane no es un peluche parlante ni un personaje animado. Es un hombre de carne y hueso, quien como ya lo demostró en la entrega de los Oscar en 2013, a veces tiene gracia y otras no.
Pese a su desbalanceada interpretación, su personaje Albert está muy bien construido. En un mundo de rudeza, donde todo se resuelve a balazos, Albert no encuentra la forma de darse a entender, básicamente porque es un cobarde. La lucha por la superación de este problema va de la mano con la búsqueda del verdadero amor y del enfrentamiento del verdadero mal, en este caso interpretado por el personaje de Neeson. Lo básico de la historia permite que existan muchísimas oportunidades de generar humor al estilo MacFarland, sin embargo, cuando estos espacios no se aprovechan, el vacío genera que los grillos se manifiesten. Es quizás un problema de timming, algo no muy bien visto en la comedia, lo que en buen chileno se conoce como “güateo”.
En esta sátira sobre la brutalidad del viejo oeste, MacFarlane utiliza casi todos los recursos que ya habían sido testeados por Mel Brooks en 1974 con “Blazing Saddles” (una de sus mejores comedias), incluyendo los chistes de meteorismo. Respecto a este singular detalle, Brooks los utilizaba astutamente en clave de exageración, ilustrando de algún modo el lógico pensamiento sobre qué sucedería si la base de la dieta en el oeste fueran los porotos. En ese sentido, la escena no sólo era hilarante, sino asertivamente inteligente.
Siguiendo la línea, el sello MacFarland que ha hecho al director tan famoso va más allá e incluye cabalmente la escatología en cuanto al humor, pero igual de bruto que los hermanos Farrelly y sin los nexos de inteligencia de su predecesor Mel Brooks. Sin embargo, para quienes admiramos el talento histriónico de MacFarland y su lucidez al momento de escribir guiones, sabemos qué esperar en su trabajo respecto a este tema y lo soportamos: van a haber muchísimos chistes de wáter. En ese aspecto, “Pueblo chico, pistola grande” no es la excepción.
Asimismo, la película incluye humor negro, chistes de judíos, de negros, referencias a la cultura pop y escenas musicales. Todo como sátira sobre la rudeza y hostilidad que significaba la vida en el viejo oeste. Las ambientaciones son perfectas y el reparto es de lujo, incluyendo los cameos como el de Christopher Lloyd. En definitiva, los problemas del filme van por otro lado: el resultado de la película es bastante irregular, porque la cantidad de los chistes no va de la mano con la calidad. Las escenas realmente chistosas son memorables, pero terminan siendo las pocas.
La nueva película de Seth MacFarlane, en conclusión, es sólo para fanáticos, quienes aceptan lo “pegado” de sus chistes, es decir, reiterativos y algunos exageradamente lentos, y para quienes no sólo se rieron, sino que carcajearon hasta la incontinencia con las pachotadas del oso Ted.
© Hugo Díaz
En twitter: @elhugo
1 Comment
Crítica revisada. Suena muy interesante, Ted no estuvo mal pero, como dices, el peluche daba todo el plus. Gracias!!