Crítica de cine: “La pasión de Michelangelo”
“La Pasión de Michelangelo” hace obvia alusión a la película protagonizada por el otro hijo favorito de la virgencita, sí po, ese mismo, ese que en la tele es super encachado. Sin embargo, acá el protagonista es Miguel Ángel, basado en un personaje real de nuestro ¿Cómo decirlo? imaginario cultural ochentero. La película explota la moda de las conspiraciones, sin embargo, acá no hay reptilianos ni sectas, solo un joven estrafalario.
Se dice que en Peñablanca, en plena Dictadura Militar, un joven de 14 años llamado Miguel Ángel, tenía visiones con la Virgen. Como las alternativas eran locura o religión, se optó por la opción más lucrativa, es decir, se erigió un altar al aire libre al que acudían los creyentes y devotos a pedir milagros mientras Miguelito hablaba con la virgen y desencadenaba espectáculos visuales en el cielo. Bueno, esto último con un poquito de ayuda de los milicos de la época, reza la película.
El hecho de que Miguel Ángel viviese en la calle y fuera un sibarita de las bolsas de ñoco, genera dudas acerca del santito, lo que provoca que la Iglesia envíe a uno de sus curitas a violárselo, no, mentira, nada que ver, a verificar la autenticidad de los milagros que ahí se decía que tenían lugar.
El enviado es el padre X, que atraviesa por una crisis de fe, sin embargo, el protagonismo será opacado por el personaje que sin duda posee más carisma de la película, después del Migue: Modesto, Ateo, con conocidos y amigos tanto en el lado de los comunistas como de los religiosos, en este caso su esposa. El personaje del curita es más bien plano, y viene a funcionar más como una grabadora que registra los acontecimientos en torno al joven y su pasado, lo que deja a Modesto el rol de cuestionar, evaluar, criticar o tener crisis de fe.
Miguel Ángel irá involucionando de ser un joven ingenuo y necesitado de afecto maternal, a un manipulador, cínico y lascivo adolescente, que cada vez oculta menos sus tendencias homosexuales, lo que choca con la institución conservadora que busca ampararlo. La intervención del aparato gubernamental tampoco será de mucha ayuda para salvaguardar la probidad e inocencia del supuesto hijo de la Virgen, quien se irá deteriorando hasta el absurdo y lo grotesco, lo que le costará la fidelidad de sus seguidores más devotos, teniendo que recurrir a los patos malos, oportunistas y otras malas hierbas que intentarán sacar su tajada del manso ni que negocio de las apariciones sacras.
La película funciona muy bien en el tratamiento de los personajes, y sobre todo Miguel Ángel es tratado y desarrollado en su plenitud, llegando en ocasiones a ser una especie de “Cara Cortada” chileno, sofocado por la ambición y sobrepasado por su necesidad de ascender socialmente. De hecho, la estructura es la clásica narración del ascenso y caída de una estrella, en la que el protagonista se va deshaciendo de quiénes le ayudaron a llegar hasta donde está para luego quedarse solo en los momentos de crisis. Sin embargo, se olvidaron de que estamos ante una película de época, y se necesita de algo más que un slogan de un programa de radio de aquellos años, o la botella de una bebida de aquel entonces, para trasladarnos a esos tiempos. Últimamente es muy común recurrir a estas prácticas, y se aplaude el esfuerzo de producción por conseguir el envase de bebida ochentero, la imagen de archivo del canal, o el cartel publicitario de la época. Pero se necesita ir un poco más allá. A lo que me refiero es que la película se centra más en el caso particular de Miguel Ángel, lo cual está muy bien, que en el contexto de la época. Todo lo relativo a la conspiración militar y el rol de las autoridades, queda en nada, hizo falta profundizar más en ese aspecto, cree este servidor. Porque si es por tomar un caso raro X de superchería local y volverlo película, bien podríamos hacer la película del perro al que se le apretaba el cogote y decía “Mamá”. Para parar una historia, creo que hace falta más contexto y motivaciones de los personajes. Si no, atentos, porque se vienen las películas de Baby Vamp y El Dandy Chileno.
Es obvia la intención o línea editorial de la película, de mostrar la responsabilidad del Gobierno Militar, o al menos los mandos medios, en la charada que fue Miguelito. Pero no las desarrollaron como me habría gustado. Nadie pide que deshilvanen todo el misterio, ni que la película sea un documental. Pero quedaron bastantes dudas, por lo menos en lo que a mí respecta. Por ejemplo, si El Gobierno quería desviar la atención de sus actividades, y si en Villa Alemana se realizaban prácticas poco ortodoxas que no debían salir a la luz pública ¿Por qué no escogieron cualquiera de los otros pueblecillos en el culo del mundo, en lugar de Peñablanca, que estaba al lado?
©Por Felipe Tapia
3 Comments
Hola Amigos, quisiera saber si habra algun concurso para participar por unas entradas? me parece super interesante la pelicula, yo no recuerdo esta historia de pequeño, con suerte me acuerdo de lo de alice meyer y el “topo gigio” o del “filipino” y su guagua!!! jajaja que tiempos!
Saludos,
Estimado Matías, para esta película no tenemos entradas.
Saludos cordiales,
Peñablanca es un sector de Villa Alemana. Es como decir porque eligieron Chuchunco en vez de Estación Central.