Crítica de cine: “El reencuentro”
Los opuestos se atraen
Creo que para todos resulta indiscutible el hecho de que para que una buena historia resulte, es necesario contar con buenos personajes. Una película con personajes planos puede arruinarla, no importa qué tan interesante sea la historia. Pero me gustaría ir un poquito más allá. Más que cada personaje esté bien construido de forma individual, la química que se genere entre ellos puede ser mucho más eficaz que la manera en que funcionan por separado. Esto es lo que se logra en “El Reencuentro”, de Martin Provost.
¿Qué pasa si colocas a dos personajes altruistas? ¿O a dos personajes egoístas? O mejor aún ¿Si colocas a un personaje altruista con uno egoísta, y dejas que actúen en una situación dada? Provost parece haber entendido muy bien cómo funciona esto, lo que le ha permitido sacarle partido a dos personalidades opuestas pero tremendamente complementarias entre sí. Es casi como estar jugando a los soldaditos de juguete.
Las protagonistas de esta historia son Claire, una mujer de mediana edad con un hijo en la universidad, y Beatrice, la ex pareja de su difunto padre que busca cerrar los episodios inconclusos de su vida.
Claire (Catherine Frost) es una persona que dedica muy poco tiempo para sí misma. Vive sola, evita las relaciones amorosas, no bebe, y trabaja como partera, lo que viene a ser una metáfora de que ella prácticamente vive para los demás y no para el resto. Beatrice (Catherine Denueve) es absolutamente todo lo contrario: glamorosa, narcisista, manipuladora, irresponsable, amante de los lujos y la buena vida. Es ludópata y despilfarra como si no hubiera un mañana. Y es, al mismo tiempo, un vampiro de energía que encuentra la oportunidad ideal para suscitar la lástima de Claire: padece de cáncer terminal.
Como quien ayuda a un animal herido, Claire no puede evitar su complejo mesiánico y ayuda hasta el descriterio a una mujer con la que no tiene nada que ver. Sacrifica su carrera, su dinero, su relación con las demás personas para volcarse únicamente a Beatrice. Es interesante ver a lo largo del filme la manera en que Claire va renunciando poco a poco a su propia felicidad, su carrera, su familia, sus relaciones, para satisfacer los infantiles caprichos de la errática Beatrice. Es como si hubiese cambiado los niños que vienen a este mundo, por una mujer adulta pronta a abandonarlo cuyo crepúsculo está llegando. Casi lo opuesto, pero perturbadoramente parecido.
Las actuaciones son intensas, los personajes complejos y bien desarrollados, pese a que en ocasiones resulta algo inverosímil cómo Claire puede tomar tantas malas decisiones a causa de su complejo mesiánico, pese a ser una mujer madura, responsable e inteligente. Los secundarios también aportan lo suyo, pero el verdadero corazón de la película está en la fabulosa capacidad que tienen para complementarse los personajes interpretados por Denueve y Frost. Una química muy difícil de ver con frecuencia y que acá es cautivadora e ideal para un drama de este tipo.
Por Felipe Tapia, el crítico dedicado en cuerpo y alma a causas perdidas.