Crítica de cine “1976”
Carmen, una mujer que goza de una acomodada situación económica, viaja a su casa en la playa para hacer algunos arreglos. Mientras su familia va y viene, se compromete con el cura del pueblo para cuidar a un chico que tiene una herida a muy mal traer y a quien él mantiene en el más estricto secreto. Ella de a poco irá comprendiendo que el joven no es un delincuente como llegó a pensar, sino alguien que puede sufrir en demasía si llega a ser descubierto por personas que durante esos años torturaban y masacraban a compatriotas bajo el yugo del gobierno militar.
Esta cinta nos remonta a un año álgido políticamente hablando. Comenzaba a conocerse que el gobierno imperante logrado a la fuerza y de manera totalmente antidemocrática desde el año 1973, era responsable de torturas y matanzas por todo el territorio nacional, es decir, de graves violaciones a los derechos humanos. Pero para la sociedad de alta alcurnia esto no era motivo de preocupación; muy por el contrario, no solo se hacían oídos sordos, sino que también se apoyaba y justificaba aquel reguero de sangre, con mucha ignorancia por cierto. Lo que propone Manuela Martelli, quien debuta en dirección de largometrajes con “1976”, es mirar hacia afuera y ser consciente de lo que ocurre a su alrededor desde la comodidad que su situación económica puede brindar, lograr desprenderse de la normalización influenciada por parientes y amigos más cercanos, y adoptar un juicio crítico, íntimo y personal sobre aquellos hechos. Incluso, adoptando un rol participativo, no solo pasivo.
Para ello, Martelli limpia la escena, y en vez de ubicarnos en la urbe -en donde todo ocurre con mucha bulla y personas multiplicadas por mil- nos posiciona en la costa, con pocos vecinos, y en donde el espacio y el silencio abundan. Allí es más fácil sentirse agobiada y perseguida por las decisiones tomadas. Cautela, miedo, inseguridad y desconfianza son las cargas que pone Martelli sobre Aline Kuppenheim, su protagonista, quien realiza un extraordinario papel.
La familia de Carmen, mientras tanto, solo ríe, descansa y lo pasa bien, ajenos e ingenuos a lo que fluye por la mente de esta esposa, madre y abuela. Y esa distancia natural hace que se vaya sintiendo más sola y desorientada, el saber que está obrando bien pero llena de dudas, y que ni siquiera puede compartirlo con sus más cercanos.
Martelli dirige como si no fuera la primera vez. Segura, con una cámara muchas veces fija que capta todo el entorno. La fotografía y luz están muy bien logradas. Sin embargo, lo que más llama la atención, es el suspenso in crescendo que tiene la película de la mano con una banda sonora que ya quisieran otras obras del mismo corte. Sonidos ochenteros con peaks musicales que ahondan la tensión y profundizan la angustia, son sin lugar a duda, uno de los puntos más altos y reconocibles del filme.
Otro punto a remarcar, y en este caso es algo más personal, es que si bien es un largometraje que tiene un ritmo constante y que va creciendo según el suspenso, se separa de ese ritmo desesperadamente anodino, en donde no ocurre absolutamente nada, que adoptaron casi todas las películas chilenas de los últimos años, más preocupadas de la simetría y la fotografía para poder participar y ganar en festivales internacionales que de mostrar una buena historia con la agilidad necesaria para no aburrir al espectador.
En otro aspecto, cabe destacar que Martelli y Kuppenheim ya habían trabajado juntas anteriormente compartiendo set. Dichas cintas fueron “Machuca” (2004) y “La Buena Vida” (2008), ambas dirigidas por Andrés Wood, quien precisamente es uno de los productores de este largometraje.
“1976” es totalmente recomendable para quienes desean ver otra mirada, otro punto de vista de aquellos que sí vivieron en esos años y no fueron solo espectadores, sino que demostraron tener corazón y empatía, aunque algo tuvieron que transar.
Escrito por: ©Daniel Bernal
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