Comentario obra: “Apátrida”

“Dícese de la persona que no tiene patria, bien por haber perdido la nacionalidad, bien por profesar ideas internacionalistas”.

Ideas internacionalistas son esas que sobran en las sobremesas familiares chilenas, donde las tías se creen europeas, porque son tan gritonas y achoclonados; inglesas, por tan buenas para el té a las cinco de la tarde; alemanas, por un heredado apellido de pronunciación más dura que el mapudungún… o cualquier cosa que no huela a Latinoamérica, y ya que somos los ladrones por excelencia en España, no nos queda otra que tratar de escoria a cuanto peruano, boliviano y colombiano asome la nariz por acá. Nos aliviamos si la guagua salió más clarita, ojalá rubia, para mejorar la raza; mientras las peluquerías se siguen manteniendo gracias a la gran demanda del rubio platinado. Y así vamos pasando los siglos, en un extraño progreso construido en malls igualitos a los de Europa, ahogándonos en un cielo irrespirable, una  copia feliz del edén, que al parecer por estos años, está quedando en dirección norte.

Apátrida es una obra de teatro argentina, creada por Rafael Spregelburd como dramaturgo, director y actor y Federico Zypce como creador de instrumentos y compositor musical, que se construye a partir de un suceso histórico ocurrido en su país, a fines de 1891. En él, el pintor Eduardo Schiaffino y el crítico español Eugenio Auzón, se enfrentaron a duelo tras discutir si es que existía o no, el arte puramente argentino.

El diálogo entre los dos personajes y sus oposiciones, se hacen un sólo texto y las contradicciones que nos ofrece constantemente Spregelburd, suenan tan lúcidas como las ideas mismas de cada personaje y vamos paseándonos así, entre ser el que ofende y el ofendido y viceversa, envueltos en un discurso tan concreto como alegórico, que en su protesta vestida de sables, carruajes y suspensores, está la eterna necesidad del artista: el anhelo de un espacio digno en su propio país, donde la cultura de los compatriotas sepa la importancia del arte, para darle el lugar que se merece.

Con un verbo no poco simple, donde se hace necesario estar bien atentos a lo que se dice, pues también nos puede cansar esta voz encargada de contarnos casi todo, pues la otra parte nos la cuenta la genial creación sonora, para ir asimilando la sensación del texto, la pampa, la casa rosada y hasta el acento argentino como si fuera nuestro. Y seguramente tiene algo que ver que ver con esa infinidad de razones que explican la admiración (¿envidia?) histórica que hemos sentido hacia ellos, siendo nuestros hermanos argentinos, una especie de mellizos, donde uno de los dos salió aventajado; más caradura, más ondero, más rockero y hasta más europeo.

Y dentro de este espacio oscuro de árboles y humo, que podría ser cualquier bosque chileno, aparecen algunas frases favoritas del texto, que ojalá se queden en mi memoria en forma de poesía:

“El crítico ha herido la mano del pintor”.
“Somos el triunfo de un discreto genocidio. Hemos abierto el camino al Sur a fuerza de aguardiente. Hemos emborrachado al indio hasta matarlo”.
“Ninguna patria celebra a sus apátridas”.
“De cuántos ignorantes se compone un público”.

Aquí la info de horarios y valores: http://www.teuc.cl/bonnus_apatrida.htm

 ©Por Magdalena Chacón.

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