Adiós Percy
El Genial Felipe Tapia homenajea, con su particular y emocionada pluma, a uno de los grandes del cómic chileno que acaba de partir: Percy.
De la generación de viejos dibujantes se nos están yendo todos: Pepo, Themo Lobos (El año pasado), y ahora Percival Eaglehurst, más conocido como Percy. Su muerte marca un antes y un después en la historia del comic chileno, ya que de las 4 estatuas de monos chilenos que hay en San Miguel, dos pertenecen a Themo: “Ogú y Mampato”. También está “Condorito”, de Pepo, y el cuarto es otro de los emblemáticos: “Pepe Antártico”, de Percy.
Oriundo de Antofagasta, se le pidió que dibujara un personaje chileno que no fuera ni roto ni huaso, y de alguna manera, Percy se dibujó a él mismo, un tipo picarón, picado de la araña, el famoso Pepe Antártico, que hizo de las suyas en la revista Pingüino (Una joyita para la época en la que no había Internet ni Playboy), La Tercera, La Cuarta y en su propia revista.
Originalmente iba a llamarse José Fresco, pero Pepe Antártico era menos obvio y explícito. El narigón de jopo siempre iba tras de las jovencitas, e intentaba sacar provecho de todas las situaciones y verle el lado positivo a las cosas. Tal vez esa característica también fue sacada de su creador, ya que es muy normal que los dibujantes se recreen a sí mismos y vivan a través de sus personajes.
Pepe Antártico siempre mostró un humor más adulto que sus colegas monos, reforzaba estereotipos atinentes a la frescura del chileno, y ese fue el lugar que se ganó en el panteón del comic nacional. En un mundo mucho más ingenuo que el actual, en el que la sexualidad y la imaginación iban de la mano, Pepe se desenvolvió como un tipo políticamente incorrecto, una versión chilena de Don Juan Tenorio, y por eso caló tanto en su público, pues no tenía intenciones didácticas como Mampato, y la picardía de Condorito no le llegaba ni a los talones. Junto con Palomita, de Eduardo de la Barra, son el caballito de batalla de la calentura chilensis en el cómic.
De todos los monos nacionales, fue uno de los pocos que ha logrado incursionar en la pantalla. Themo logró que “Alaraco” fuese interpretado por Fernando Alarcón en el Jappening con Ja y que “Ogú y Mampato” fuesen animados en el cine; Condorito logró ser animado un par de veces, y hasta hubo un proyecto fallido de hacerle una adaptación Live Action. “Pepe Antartico”, por su parte, tuvo una incursión más modesta, pero notable: Pato Torres lo interpretó en el Jappening con Ja, aunque sin mucho éxito. Pero pocos son los monos chilenos que han logrado traspasar el papel, y eso hay que reconocerlo.
Otra de las cosas que destacan a Pepe es que, a diferencia de los otros personajes chilenos, ha recibido duras críticas. Nadie reclama porque Condorito beba o que Ogú resuelva los conflictos a golpes, pero en su momento, Pepe Antártico fue criticado por promover el adulterio y tratar a las mujeres como objetos, lo que da cuenta de que el personaje estaba lejos de ser considerado para niños.
Percy fue un tipo honesto, enamoradizo, y con un gran sentido del humor. Antofagastino, fue amigo entrañable de mi abuelo, y gracias a esto pude conocer sus historietas. Sin embargo, a pesar de ser un enamorado de la vida, no era Pepe. “Pepe Antártico” era una visión caricaturesca y exagerada del autor, quien nunca tuvo la intención de promover la misoginia. Era solo un personaje para reírse un rato, nada más, sin ningún mensaje social o educativo en el fondo. Pero a veces, lo políticamente correcto y la censura moralista terminan siendo una misma cosa.
Mejor juzgue por usted mismo la obra, y conozca a este talentosísimo artista, quien acaba de morir este jueves 11 de julio del 2013. La editorial Unlimited ha publicado varias de sus historietas, y recientemente Ediciones B publicó Vida y Obra de Percy Eaglehurst, con varios comics de este personaje. No hay duda de que Percy será recordado, y que está en el cielo de los dibujantes, haciendo monos con Themo y Pepo, pero siempre más picantes que sus colegas. Seguirá persiguiendo mozas, al igual que su personaje Pepe Antártico.
©Por Felipe Tapia, quien se sacaría el sombrero, si lo usase
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