Crítica de cine: “La última ola”
A estas alturas una película de desastres no es algo a lo que uno vaya a exigirle originalidad. El género posee obvias limitaciones, trazadas por una visión naturalista del mundo, en el que el ser humano se empequeñece ante el poderío de la naturaleza. Un recordatorio de que somos piojos en este vasto universo. El mercado estadounidense ha sabido explotar bastante bien este concepto, y olas gigantes, terremotos, volcanes, tornados, tornados con tiburones y hasta profecías mayas han sido material para un formato bastante típico y poco propenso a la innovación.
Cuando uno ve una película de este género que no ha sido parida por Hollywood, recupera las esperanzas de ver algo distinto. La verdad es que hasta ahí nomás: “La Última Ola” o “The Wave”, cuyo nombre original es “Bølgen”, narra un desastre ocurrido en los bucólicos parajes de Noruega (País del cual provienen el filme y su director Roar Uthaug), en donde se desprende un enorme pedazo de una montaña, lo que provoca una ola gigantesca.
Acá podemos ver la mayoría de los tópicos del género: una familia que debe protegerse a toda costa, dejando atrás los problemas domésticos mostrados al inicio de la historia; el hecho de que al principio nadie repara en los indicios de una catástrofe inminente salvo un protagonista ascurrío; y por supuesto el riguroso análisis del animal humano, desde el heroísmo altruista hasta el miedo paralizador. Nada nuevo bajo el sol, sin embargo, en esta ocasión están ausentes los estereotipos hollywoodenses, volviendo a la película mucho más agradable e interesante. Es como si tuviésemos lo mejor de ambos mundos: por una parte toda la espectacularidad tecnológica de las películas de desastres, y por otro la identidad y el encanto del cine no gringo. Al cambiar los códigos culturales y visuales, se produce una amalgama que termina siendo un aporte en el género de películas de desastres. La belleza del paisaje en contraste con los escenarios digitales de Hollywood también le da una nueva dimensión estética a la película, compensando lo tradicional del argumento.
La historia no es nada del otro mundo: Kristian (Kristoffer Joner) es un geólogo y padre de familia, con la que obviamente tienen conflictos domésticos. Mientras se van de viaje a un hotel este comienza a recibir extrañas lecturas en la actividad geológica, y empieza a temer lo peor: una parte importante de la montaña comienza a venirse abajo. Como suele pasar en el género, al principio el padre y geólogo no quiere alarmar a todo el mundo pues no está totalmente seguro de sus sospechas, pero pronto el resto de los habitantes y personal terminan reconociendo lo que Kristian había estado prediciendo: El desastre cobrará un montón de vidas, pero la familia de Kristian hará lo posible por superar la adversidad y de paso intentar ayudar a la mayor cantidad de gente durante el proceso, desarrollando el concepto de no perder la esperanza en una manera similar a “The Impossible”.
“La Última Ola” es una película totalmente recomendable para quienes gusten del género de desastres naturales, pero acá podrán experimentar la experiencia desde un ángulo distinto, desprovisto de los típicos clichés o caricaturas hollywoodenses que la mayoría de las veces acaban ridiculizando la historia, como en “Terremoto: La Falla de San Andrés”. Aunque claro, tampoco se esperen que esta película reinvente el género.
Por Felipe Tapia, el crítico que tiene el poder de teletransportarse solo al mismo lugar en el que está.