Crítica de teatro: “Antonio y Cleopatra en la playa”
El actor Bastian Bodenhofer dirige a su hija Maira en una obra, creada por ambos, que habla del amor y la locura.
Bastian Bodenhofer ha dicho que el estreno de “Antonio y Cleopatra en la playa” es solo el primer paso para la historia creada junto a su hija y al actor Gonzalo Merino, ya que su intención es llevarla a la pantalla grande próximamente. Esta intención cinematográfica se nota en la puesta en escena de la obra, que juega con la música, el “montaje paralelo” entre los dos protagonistas, la estructura más o menos clásica de una comedia romántica y una cierta atmosfera de fantasía que en algo recuerda al universo de “Amelie”.
La historia se centra en Cleopatra (Maira Bodenhofer) una joven actriz que sufre una enfermedad terminal y que no vivirá más allá de un año, y Antonio (Gonzalo Merino) un ingenioso titiritero que se enamora de ella. La obra utiliza como referencia la tormentosa historia de amor entre la reina del Nilo y el famoso general romano para aludir a las imposturas del amor y las dificultades de conocer y satisfacer al otro.
Con solo dos personajes en escena y muy poca escenografía, la obra se aleja de la narración realista para jugar con diversos elementos que le otorgan un carácter “mágico” al encuentro de ambos personajes. Con el correr del tiempo (las cuatro estaciones del año) y el simbólico viaje a la playa, la relación se consolidará, sin embargo deberán enfrentarse a la pronta muerte de ella y a la verdadera personalidad de ambos.
La principal característica de la obra, y probablemente también su mayor problema, es su intención camaleónica de mutar el tono y ritmo de la historia contantemente, sin decidirse por ninguna línea en la que profundizar. Así en poco más de una hora, la obra transita desde un drama romántico hacia un humor tipo slaptick lleno de acciones física y gestos, para caer en una suerte de sátira, luego volver al drama (más bien al melodrama) y finalmente esbozar la intención de dirigirse hacia un lugar más oscuro y obsesivo, que no llega a desarrollarse.
Pese a que existen momentos de real interés, en los que ambos protagonistas dan muestras de su talento, la irregularidad en la estructura hace que los personajes no lleguen a desarrollarse realmente, y solo aparezcan como desdibujados arquetipos. Poco y nada sabemos de sus verdaderas intenciones por lo que el final resulta un tanto efectista y forzado. La promesa de un romance intenso se cumple solo a medias, y la sensación final es que ni el drama ni la comedia cuajaron del todo en este nuevo encuentro entre Antonio y Cleopatra.
Para verla:
Desde el viernes 17 de Mayo. Funciones viernes y sábado 22:30. Teatro Mori. $8.000 general y $4.500 estudiantes y tercera edad.
(c) Por Aldo Vidal
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