“Un Método Peligroso”: No hace falta estar loco para ir a verla.
“Un Método Peligroso” es una conjugación de razón y sentimientos, ciencia y pasión, como elementos que para bien o para mal, coexisten, si no lo sabrá bien el eminente psicólogo Carl Jung, que en este filme muestra su lado humano, la pasión detrás del científico, mientras un analítico y distante Sigmund Freud lo reduce todo a impulsos y fenómenos medibles y catalogables, todos ellos relacionados con la sexualidad (Impulso que para él rige todos nuestros comportamientos).
“Un Método Peligroso” se sitúa cronológicamente allá por los principios del siglo XX, cuando el psicoanálisis estaba en pañales, y el hombre recién comenzaba a estudiar y entender la compleja psique humana. Sin embargo, en ese entonces ya debíamos lidiar con problemas como la fidelidad, la pugna por reprimir o liberar nuestros impulsos, y el escepticismo de las viejas escuelas ante teorías poco convencionales. Todos estos ingredientes son la prueba de que David Cronenberg aún no destiñe. Puede que la cinta no tenga esos finales abruptos o esas atmósferas delirantes de sus clásicos, pero diablos, el tipo sabe cómo contar una buena historia.
“Un Método Peligroso” no recurre a intrincados flashbacks o polifonías trasnochadas, es casi como el equivalente a “Una Historia Sencilla” de Lynch, y lleva a la ficción de excelente forma la vida de dos personajes de la realidad, los dos padres del psicoanálisis. No es la primera vez que Cronenberg trata temas atinentes a la psicología en las películas. Pero si en Spider la trama gira en torno a un psicópata, “Un Método Peligroso” busca aterrizar la psicología, llevarla a un contexto más cotidiano, más humano, aplicándola al hombre común, como usted o como yo, que no necesariamente debe de ser un psicópata para necesitar ayuda profesional para desenvolverse en la vida diaria.
Carl Jung debe tratar de ayudar a una enigmática y trastornada joven, Sabia Spielrein, a recuperar sus cabales, dañados a causa de su traumática infancia, y en el proceso, paciente y médico acaban teniendo un vínculo más allá del profesional. El clásico tema de ciencia vs. Ética encuentra aquí una buena piscina en qué nadar, dándonos una lección de que ese viejo y sacapillo adagio de que ya todo está contado, es mentira. Los temas nunca se agotarán, mientras puedas desarrollarlos apropiadamente. Esa excusa de que ya todo está hecho es una chiva de los chicos de Hollywood para taparnos de remakes, secuelas y adaptaciones mediocres, así que a otro perro con ese hueso.
Esta película, aunque trata un tema profundo y complejo, no es para nada latera ni académica, al contrario, es sumamente conmovedora, humana y hace ver a Carl Jung como un tipo imperfecto, un espejo en el que no nos costará nada vernos reflejados. Uno de los mejores personajes el Otto Gross, que simboliza la tentación, el lado oscuro del ser humano, que no reprime nada, y a la mayoría de nosotros nos molestará ver que tenemos un poco de nosotros en él. Al contrario, Sigmund Freud es la total represión, el mundo visto a través de un libro, que mira a todos los personajes desde arriba, y nosotros no seremos la excepción al sentirnos constantemente evaluados y analizados en todos nuestros defectos y trancas por el famosos padre del psicoanálisis, interpretado por Vigo Mortensen.
Y esta es una de las cosas más atractivas de la película, la simpleza y complejidad simultánea del filme es tal, que la trama se desarrolla en torno a solo 4 personajes: Jung, Freud, Sabia Spielrein y la esposa de Jung. Claro, además está Otto Gross. Pero el reducido número de participantes basta para relatar una historia redondita, bien lograda y para nada pretenciosa. ¿Qué más se puede pedir, hoy en día? Aproveche las vacaciones de invierno y vaya a ver esta película, pasará mucho tiempo antes de que el cine salga con una joyita como esta. Y si no lo cree así, es que está enfermo del chape, loco de patio, con los cables pelados, peinando la muñeca, y necesita ir al loquero. Corta.
©Felipe Tapia, el crítico que sabe lo que le gusta a tu hermana
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