“The Walking Dead”, ad portas de la cuarta temporada: sobrevivientes torcidos
En la temporada pasada –dividida en dos- presenciamos apuestas arriesgadas e interesantes, como el asesinato de personajes principales en la primera tanda de episodios y otros no tanto. Aun así, la cuota de violencia nunca será igual a la del comic, y los cambios son cada vez más notorios, pero a mi juicio los hermanitos Dixon han sido un aporte a la trama. Sin embargo, la mayor crítica que se le podría hacer a esta tercera temporada es la misma que se le viene haciendo desde que comenzó la serie (O al menos desde la segunda temporada): La cantidad desmesurada de relleno la vuelve lenta, y el estiramiento de chicle es más notorio que el de “Lost”. A propósito de la mítica serie, Rick cada vez más se perfila como un Jack Sheppard, al aceptar la pesada carga de proteger al resto, más por no quedarle otra opción que por un complejo mesiánico. Junto con esto, el protagonista ha tenido que soportar y admitir cada uno de sus errores, los que les han costado la vida a muchos miembros del grupo, igual que Jack. Pero como no hay nadie más dispuesto a aceptar esa responsabilidad, ninguno se queja lo suficiente como para que dimita.
Tanto Jack Shepard como Rick Grimes se dedicaban antes a trabajos relacionados con salvar gente: Médico y policía, respectivamente. Pero Rick lo hace de una manera mucho menos sutil, pega primero y pregunta después, y cruza barreras que el médico jamás habría cruzado. Impactante fue la escena en la que ignora a un mochilero, sin importarle que su hijo esté mirándolo. Hemos ido viendo la transformación de Rick, que luego de matar a Shane siente menos remordimiento, como cuando se encargó del preso Thomas. También es evidente que está medio cucú. No, Rick no habría sido un buen médico cirujano.
Ambas son historias sobre el aislamiento: en una los protagonistas están rodeados de agua, en otra, rodeados de un mar de zombies. Y no pueden escapar, solo subsistir. Deben lidiar con problemas similares: falta de comida y agua, otros seres humanos hostiles, los conflictos internos entre sobrevivientes, etc. Pero a mi parecer, la diferencia fundamental es que los náufragos de “Lost” conocen muy bien las líneas que por ningún motivo están dispuestos a cruzar, y anteponen otros valores al mero cuidado del pellejo propio. Por eso es que en “Lost” abundaron los mártires. En “The Walking Dead”, en cambio, todo vale, todo es cancha, si te molesta dispárale. La estabilidad mental no es requisito.
Si “Lost” era una historia donde la clave de la supervivencia estaba en la colaboración, sentido de comunidad y heroísmo, “The Walking Dead” basa la supervivencia en el sálvate tú solo, en la competencia, el Agarra Aguirre; y cada vez más se define como una historia en la que los zombies son secundarios, podrían haber sido reemplazados por contaminación, falta de agua, animales, una guerra o cualquier otra amenaza. Acá, el tema de fondo es el individualismo, la necesidad de sobrevivir que sobrepasa al altruismo o empatía, cuando el instinto de supervivencia se convierte en el motor principal de nuestras vidas. Los monstruos son los humanos, indudablemente.
Hasta el final de esta temporada hemos visto a muchos personajes sufrir transformaciones que si en “Lost” serían una evolución, acá son involuciones. El caso más evidente es Carl, el hijo de Rick. Si en “Lost” las crisis vuelven más humanos y unidos a los personajes (Que antes del accidente eran todos extraños), en “The Walking Dead” estas mismas crisis los endurecen, los deshumanizan.
Por eso es difícil imaginar un final feliz para esta serie. En “Lost” la meta era clara: salir de la isla. Fuera de esta, les espera un mundo feliz tal cual como lo dejaron: familia, amigos, trabajo, etc. En “The Walking Dead” eso no es posible, y probablemente, en esta cuarta temporada, con una gran cantidad de bajas producto de la anterior (Aunque menos que en el comic), un Gobernador aún suelto por ahí y un mundo todavía repleto de zombies, la violencia seguirá centuplicada, y no hay mucho por hacer al respecto. Tal vez es esa la desesperanza la que vuelve a los personajes como son. A menos que se encuentre la cura a la enfermedad de zombies o los personajes que quedan lleguen a un lugar donde estén verdaderamente a salvo y con la esperanza de un nuevo comienzo para la humanidad, lo único que les queda es seguir vagando y ver cómo van muriendo uno por uno, intentando postergar la muerte la mayor cantidad de días posibles. Espero que lo logren. Todas mis energías para ustedes, chiquillos, o al menos los que van quedando.
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©Por Felipe Tapia, que te dice que no pierdas la esperanza