Sobre “Los amantes pasajeros” y algunos actos almodovarianos

 Sobre “Los amantes pasajeros” y algunos actos almodovarianos

Durante el segundo semestre de 2013 aterrizó en este país “Los amantes pasajeros” (2013), la última comedia de Pedro Almodóvar, que forzadamente o no prefirió conectar con el humor y el melodrama característico de sus filmes más emblemáticos tras el término de la dictadura franquista. “Pepi, Lucy, Bom y otras chicas del montón” (1980), “Entre tinieblas” (1983) y “Mujeres al borde de un ataque de nervios” (1988), son algunas de las varias cintas que convergen a cuanto al tono en esta pieza que tiene como escenario un avión comercial bastante sexualizado y sarcástico atendido y animado especialmente por tres auxiliares que viven el día a día, o cada vuelo,  con sus ventajas y desventajas, como si fuera un musical de Broadway.

Con evidente coralidad, los pasajeros escapan de algunos fantasmas personales, sin olvidar impregnar su cuota de humor negro frente a las tragedias. Así transcurre una cinta que dista de los mundos ensombrecidos que vislumbró con más fuerza a partir de los noventa (un antecedente se remonta a 1986 con “Matador”) hasta su penúltima entrega “La piel que habito” (2011), puesto que el remezón de esa Movida Madrileña que encandiló y de la que fue parte el mismo Almodóvar (mientras dividía su tiempo como funcionario en la empresa Telefónica) provocó este vuelco prácticamente inesperado. Como volviendo a los orígenes.

De todas maneras, esta fórmula que, no hay que negar, sí causa risas, y que hace reconectar con ese Pedro de los ochenta, se vuelve un reciclaje casi absoluto de principio a fin por aquellas resonancias de sus obras cumbre de la comedia y de la histeria española de hace tres décadas. No por eso se debe opacar la entrega caricaturesca de Javier Cámara, quien siempre luce de la mano almodovariana (basta solo recordar su rol en “La mala educación” -2004-) y una Cecilia Roth, quien se aparta de aquella mujer que pierde a su hijo en “Todo sobre mi madre” (1999) y se acopla un tanto a esas fetiches de la talla de Carmen Maura, Marisa Paredes o Rossy de Palma.

Un filme que tampoco no olvida, y ni siquiera insinúa, por el contrario, acentúa con arrebato el kitsch de una época afiebrada, con tonos encendidos y que pueden amalgamarse bastante bien con la especie de alter ego que tenía el director, Pathy Dhyfusa (una actriz estrella porno conocida en un circuito under y que se encargaba de divulgar las experiencias disparatadas de aquellos años). Temporadas en que Alaska, Divine, David Bowie, Lou Reed o los New York Dolls encendían los oídos durante tanta jornada orgásmica.

Definitivamente, no se puede hablar de una pieza esencial en el hemisferio fílmico de un artífice que despierta amores y odios. “Los amantes pasajeros” se dejó llevar por la irregularidad y lo hilarante. Sin embargo, el acto de rememorar, tal vez de despertar una biografía, de su propia vida, de varias prestadas, o de su filmografía (claramente lo es esta última) hacen que se reconozca no tanto una vejez, sino que el paso del tiempo y las magulladuras o, simplemente, un necesario cambio de piel para enfrentar otra etapa con nuevos aires.

 Por ©Leyla Manzur H

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