Si yo fuera un personaje de “Game of Thrones”: El final de la cuarta temporada
Atento: Si no has visto la cuarta temporada de “Game of Thrones” (GOT), Darth Vader es el papá de Luke, el Príncipe Adam es He-Man, la isla de “Lost” era un purgatorio, la flor de los siete colores estaba en la casa de Ángel, Hamlet muere y crucifican a Jesús.
Terminó una cuarta temporada que dejó la vara más alta que nunca, si la comparamos con la latera tercera (La Boda Roja fue lo único rescatable), plagada de diálogos interminables y sacadas de vuelta. Acá volvimos a esa atmósfera que nos capturó en la primera temporada, ese sello distintivo de todas las historias de fantasía heroica, porque en lugar de profundizar en los dragones y elfos, se enfocaba en los conflictos políticos, los personajes desmadrados y las pasiones desatadas.
Mientras más veo GOT, más creo que son los matrimonios por conveniencia los que han precipitado a este loco mundo en los acontecimientos que conoce todo aquel que ha visto la serie. Solo fíjense: Si Robert Baratheon no se hubiese tenido que casar con Cersei Lannister por motivos políticos, éste no la hubiese engañado con prostitutas, ésta no hubiese concebido hijos con su gemelo a escondidas y Joffrey nunca habría sido rey. Y bueno, sólo piensen en un mundo sin Joffrey. Digo, antes del pastel de pichones.
Si la gente en GOT se casara por amor y no por conveniencia, Lysa Tully no se habría casado con Jon Arryn y éste no habría muerto envenenado. Por ende, Ned Stark jamás habría tenido que ir a Desembarco del Rey para reemplazarlo y encontrar su fin. Y sus hijas no habrían tenido que sufrir tanto. Tampoco Walder Frey habría exigido a Robb Stark que se casara con una de sus hijas, y no lo habría asesinado por no cumplir su palabra y seguir su corazón. Imaginen, sólo imaginen lo importante que es para la historia un concepto tan elemental como el matrimonio por conveniencia, realidad que aunque para nosotros es impensable, en nuestro propio universo hace bastante poco era la norma, al menos en las clases más pudientes. Sólo imaginen todas las historias tipo “Game of Thrones” que debe esconder nuestra propia historia y que probablemente nunca conozcamos.
Con este pequeño ejercicio mental nos damos cuenta de que estamos ante una serie que se ha ganado a pulso su legión de fanáticos, a los que no deja de sorprender. Cuando todos creíamos que Ned Stark o sus hijos iban a ser los protagonistas, un Tyrion Lannister se roba la cuarta temporada magistralmente, atrapado en la descarnada lucha por el poder a la que el tamaño de este nuevo protagonista parece no importarle mucho.
Es por este motivo que he llegado a pensar que, si yo fuese un personaje de “Game of Thrones”, no me hubiese gustado ser un Lannister, un Tyrrell, o un Stark. O cualquier tipo con mucho poder. Y lo mismo se aplica para este mundo real sin dragones ni caminantes blancos. Porque si algo nos ha enseñado esta serie es, que mientras más poder tienes, más peligro corres protegiéndolo de tus enemigos ¿Qué posición social o comodidades valen eso? Ninguna, prefiero conservar mi cabeza en lugar de dormir en sábanas de seda. Tampoco me habría gustado ser un huérfano del Lecho de Pulgas, aquellos cuya vida no vale nada, o un borracho de Villa Topo, expuestos al constante y permanente peligro de que un día llegue un orate y te parta la cabeza de un hachazo. No, creo que lo mejor y más práctico en estos casos, es haber sido una persona de buena posición económica, pero sin ninguna obsesión por el Trono de Hierro o más tierras. Me hubiera gustado algo de bajo perfil, con las comodidades básicas y ya. Nada más. No es muy romántico, no es muy heroico, no da para la trama de una serie, pero bueno, no más miren lo que le ha pasado a Ned Stark, Robb Stark, Tyrion Lannister, Robert Baratheon o Joffrey ¿Alguno de ustedes quisiera estar en su lugar? ¿Alguno envidia su posición?
Por © Felipe Tapia, feliz con lo que tiene.
1 Comment
Mejor ser un Lannister o un Stark que cualquier campesino que sufrió la violación y muerte de toda su familia, y luego es obligado a pelear en una guerra que no le incumbe y morirá solo sin nadie que lo entierre ni lo recuerde.