Crítica: “El árbol de la vida” de Terrence Malick

Durante todo el año 2011, se habló incesantemente acerca del fin del mundo. Escuchamos predicciones mayas, historias de hecatombes horrorosas, extraterrestres en la tierra y la visión astrológica del ingreso a la era de Acuario. Sea como sea, algo está cambiando en este universo y creámoslo o no, ya se nos ha propuesto de diferentes maneras, estar preparados.

“El árbol de la vida” es una extraordinaria sucesión de imágenes perfectamente construidas, que por sí mismas crean un relato poético sustentado principalmente en la belleza y que cree en la capacidad del espectador de comprender en profundidad el mensaje que la construcción completa pretende entregar. Este mensaje nos habla concretamente, de que ya es tiempo de enfrentar la vida en este mundo, desde el amor.

El árbol genealógico de cada persona, es la construcción ancestral de su historia, que va sucediéndose de generación en generación y se traspasa por la vía de la sangre y de la crianza, como una herencia inevitable, que muchas veces no queremos cargar. Es por eso que cada ser humano lleva consigo, de una u otra manera, la historia de su familia, trazándose de antemano un camino lógico que de manera inconsciente podemos seguir a ciegas, o bien lograr identificar si ese camino es realmente el nuestro, para poder desviarnos y avanzar por un camino nuevo, el propio.

En la película “El árbol de la vida”, Jack (con la conmovedora actuación del pequeño Hunter McCracken), es un niño que junto a sus dos pequeños hermanos, fue criado por un padre severo hasta la violencia, que a propósito de sus propias frustraciones vocacionales, está obsesionado con el éxito de sus hijos, un éxito muy mal entendido, basado principalmente en los logros profesionales y económicos. Contrarrestando, la madre de los niños (Jessica Chastain), les entrega toda la belleza y ternura posibles en una madre y aunque no tiene ninguna posibilidad de enfrentarse al padre, se las arregla para transmitirles su propio mensaje amoroso. Los niños por lo tanto, reciben paralelamente dos lecciones: “No debes ser tan bueno si quieres ser alguien importante en la vida” y “Se siempre bueno, no importando por qué”.

Así es como vemos a Jack adulto (Sean Penn), que ha logrado una carrera exitosa y una vida afectiva tan vacía como su moderna casa. Jack está constantemente buscando: Busca en los juegos de infancia, en su compañera de curso, en el ascensor del moderno edificio donde trabaja, en la rubia que pasa por su lado, en el incansable pensamiento que Terrence Malick, nos entrega en forma de miradas y susurros. No es más que un ser humano inquieto, como lo hemos sido todos a lo largo de la historia, queriendo encontrar la razón de la existencia, para poder vivir en paz. Y si bien en la película no se hace un trazado argumental convencional; pues pasamos de ver el mundo moderno en que se mueve Jack adulto (con una impecable fotografía), a ver largas secuencias de imágenes que representan la creación de la vida (ahora con una fotografía perfecta), para luego junto al Jack niño, en el Estados unidos de los años 50, vivir la verdadera prisión que significa, el no poder expresarse, una situación muy común para la época, una experiencia que vivieron la mayoría de nuestros padres.

Malick se excusa en estos personajes y en ésta época del pasado, para mostrarnos en 139 minutos, un sinfín de preguntas sucesivas que arman la película, planteándonos todos los miedos del ser humano; los celos, el odio, la vergüenza, la incertidumbre. Y desordenando el tiempo, gracias al montaje y el sonido, que siempre va superponiendo presente y pasado e incluso otras dimensiones, nos muestra el lado bello de las cosas, la respuesta sencilla a preguntas complejas, contándonos a medias una historia de personajes, para decirnos solamente, que seamos capaces de amar. Y por eso el árbol genealógico, porque para poder amar, es necesario perdonar, perdonarnos a nosotros mismos, al mundo y primero que todo, la herencia que no quisimos heredar de nuestros ancestros. Malick, que entiende que el verdadero cambio universal está dentro de nosotros, nos sugiere ver el lado bueno de la vida, para ser mejores seres humanos, más honestos y diferenciarnos así de esa parte hostil del mundo que tanto nos molesta, donde debes ser malvado para que no se aprovechen de ti, pues cualquiera de nosotros, en el momento menos esperado, podría estar en el lugar juzgable.

© Por Magdalena Chacón.

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3 Comments

  • ¡Que buen artículo Magdalena! Malick es un genio.

  • […] a la extensa carrera de Terrence Malick quien este año estuvo nominado al Oscar por la pretenciosa “El árbol de la vida” (lee la […]

  • acabo de tratar de ver esta pelicula en dvd…la encontré demasiado mala, es lo peor que he visto, obviamente no la vi entera, me dio hasta sueño. No la recomiendo para nada, y si es ponerle nota, la califico con un 2. lo unico que salva ahí son los actores reconocidos.
    Esta pelicula es tan fome como leer el libro “platero y yo”….o acasa es un muy buen libro también?.

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