Crítica de cine: “Líbranos del mal”. Policías y espíritus

 Crítica de cine: “Líbranos del mal”. Policías y espíritus

Existen ciertas ideas que, no importa cuántas veces sean desarrolladas, si se hace bien, funcionan. Un ejemplo podría ser “Líbranos del mal”, película de Scott Derrickson (“Sinister”, “El exorcismo de Emily Rose”). Si bien no es ninguna obra maestra ni quedará en los anales del cine de terror, esta cinta está a años luz de experimentos fallidos como “Sinister”. Acá, la fórmula es mucho más simple que la cinta protagonizada por Ethan Hawke, y por eso es más fluida y menos decepcionante.

¿El tópico? Sencillo: Un protagonista X está acostumbrado a ver el mundo desde un enfoque racional, pero luego de presenciar varios sucesos paranormales, debe abandonar su escepticismo y aventurarse a otros sistemas de creencias para poder salvarse a sí mismo y a los que quiere. Es simple, típico y lo hemos visto desde “Drácula” hasta “Insidious”. Quizá lo novedoso es que acá se combina el género de terror con el policial. De hecho, la primera parte de la película pasa bastante piola como policial, hasta que comienzan a surgir fenómenos paranormales. La propuesta inicial es bastante atractiva, ya que genera la suficiente intriga como para interesar al espectador, aprovechando los recursos del relato policial: Varios sucesos que aparentemente están aislados, de pronto empiezan a conectarse, y el protagonista debe encontrar los nexos para que todo tenga sentido. Solo eso hace a la película algo bastante entretenido. Listo, fin de la crítica.

Mentira, no puedo escribir nada sin antes soltar toda la mala leche y arrogancia acumulada. Personalmente, si la película desarrolla eficazmente una historia típica/ tópica, cojea principalmente en los personajes. La mayoría son clichés o estereotipos demasiado reconocibles. El policía Ralph Sarchie (Eric Bana) y su compañero  (Joel McHale) forman la típica dupla de policías: uno es sobrio y el otro es alocado; uno se toma las cosas con calma y el otro no; uno solo cumple con su deber y el otro adora meterse en problemas; suelen descalificarse aunque se respetan y aprecian, y tienen conversaciones y discusiones bastante clichés. Los malosos también son los clásicos sicópatas de cara pintada, con traumas de guerra y poseídos por demonios.

Y de hecho, el único personaje que se distancia de los estereotipos lo hace de manera tan visible, intencionada  y ruidosa que termina siendo forzado: Mendoza (Edgar Ramírez) tiene un oscuro pasado de adicción y se hizo sacerdote para expiar sus pecados. Es buenmozo, bebe, fuma, y tiene experiencia en exorcismos. El problema con el personaje es que la película nos está gritando todo el tiempo en la oreja que él no es un cura convencional, por medio de escenas en las que sale trotando, entrenando cual Rocky, mirando mujeres, coqueteando y bebiendo (Aunque sin portarse mal).

Otro punto flaco de la película es que la acción y el diálogo están mal repartidos. El principio arranca con un montón de escenas de acción pegadas una tras de otra, y luego pasamos a momentos interminables en los que el protagonista parece hacer trabajo detectivesco de oficina o diálogos en los que los personajes justifican sus motivaciones o filosofan sobre el mal, la fe y otros conceptos abstractos.

La transformación de escéptico a ecléctico de Bana está bastante bien lograda, aunque a ratos pareciera como si en realidad la película fuese un panfleto religioso que nos dice que debes convertirte al cristianismo para poder enfrentarte al mal. Aunque claro, si tenemos en cuenta que la historia está basada en hechos reales (No sé hasta qué punto), todo esto podría estar justificado, en parte. Las escenas de exorcismo también son demasiado clichés para mi gusto, algunos clichés son obviamente sacados de conductas típicas de casos reales de posesión: voces, superfuerza, etc., pero otras parecen ser un refrito de otras películas del género.

Creo que en términos de calidad, esta película está bien hecha y se halla a medio camino entre en  “El exorcismo de Emily Rose” y “Sinister”, y es más digna que la mayoría de las cintas de terror hollywoodenses, sobre todo aquellas que intentan emular un falso “realismo” a través de cámaras caseras. Esto demuestra que a veces lo sencillo le gana a lo rebuscado, si revisamos trabajos anteriores del director. La idea es simple y la iniciativa de mezclarla con el género policial le da un aire fresco, aunque tampoco para tanto. Sin embargo, es recomendable para cualquiera que guste del género policial o de terror.

© Por Felipe Tapia, resultado de un accidente con fisión nuclear en un laboratorio.

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