Crítica de cine: “La vida de Adèle”

 Crítica de cine: “La vida de Adèle”

El drama, el erotismo y la sexualidad son tres aristas que se han conjugado con una fuerza lóbrega en el escenario del cine europeo. Así se ha manifestado o se ha conjeturado en más de alguna ocasión para interpretar innumerables líneas argumentales. Desgarros, quiebres, amores más descarnados han emanado desde esa zona. No obstante, la ganadora de la Palma de Oro en Cannes 2013 ensambló parte de esas piezas mencionadas desde la adolescencia confusa, desde el alejamiento de una cierta pureza.

“La vida de Adèle”, el largometraje de tres horas de Abdellatif Kechiche –una adaptación libre, dividida en dos capítulos, de la novela gráfica “Le bleu est une couleur chaude” (2010), de Julie Maroh– ciertamente habla de aquello, del adiós de una inocencia, de la virtud del primer amor desde un espacio moral. Adèle no tiene ni siquiera 18 años, aún está en el colegio y florecen sus dilemas. Disfruta de las cátedras humanistas, de sus amigos, de la comida, no se avergüenza de sus vacuidades intelectuales. Pero su moralidad (que no aparta el plano de lo sexual) se ve azotada inicialmente cuando irrumpe la presencia de Emma, esa estudiante de Bellas Artes de cabello azul. Así es como ese color comienza a teñir su cotidianidad.

Una cinta que dista, por su mismo carácter de adaptación libre, de ese clima más emotivo y devoto que envuelve la obra de Maroh, en donde el viaje iniciático de Clementine (la Adèle de la novela gráfica) se desarrolla alejada de una celeridad para explotar el poder sexual y desprender sus capas según sean sus fases interiores. Algo similar a lo que le ocurre a Emma.

Con una cámara siempre preocupada de la protagonista, no olvidando los primeros planos (que contribuyen en la comprensión gradual de la odisea moral de Adèle) y siempre fiel en adelantar la presencia de Emma con tonos azules (tal como en la novela gráfica), la cinta no sólo tiene sus puntos magnéticos cuando se aferra a un contenido erótico y a un sexo más arrojado. El rostro constante que demuestra el galimatías interior de la protagonista, trasunta una densidad emocional mayor, la cual desde hace bastante tiempo no se encontraba con vigor en la pantalla grande. La vinculación con un universo adolescente no caracterizado por una empatía absoluta, sino por la construcción y deconstrucción de emociones, de ensoñaciones, de un futuro, es lo que se manifiesta aquí entre risas y pugnas, entre miradas sugerentes y desilusiones, entre el deseo y el desencanto.

Adèle crece y allí mismo es donde trasciende la cinta, en evitar el estancamiento de la figura, porque ese paso que requiere de una madurez para avanzar (que se extravía en más de una ocasión) y un gran amor, son los cuales, de una u otra forma, comprometen toda acción y pronunciamiento. Un resultado que hace predominar la causa y el efecto sin una ornamentación forzada y sin olvidar que, luego de un cruce, los involucrados dejan de ser los mismos.

Más allá de la polémica suscitada el año pasado por las actrices Léa Seydoux y Adèle Exarchopoulos, acusando al director por su despotismo sobre todo en el trabajo de las escenas de cama, y el descontento de la misma Maroh por cómo se trató el contenido sexual, el filme no queda atrapado en un hemisferio de controversias ni se alza a los cielos por estos antecedentes. A estas alturas ya da lo mismo si dejó boquiabierto o no a Steven Spielberg, quien presidió el jurado de Cannes 2013. “La vida de Adèle” no se queda en lo que se denominaría una cinta queer. Por su energía brutal es totalmente menos inocente que la atmósfera que entregó Lukas Moodysson en su “Fucking Amal” (1997), si se habla de un romance lésbico, y abre más cuestionamientos tanto sobre la condición humana como sobre la moralidad.

© Leyla Manzur

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4 Comments

  • Sinceramente, para que se hagan películas lésbicas como ésta prefiero que no se haga ninguna… porque mucho decir que visibilizan y normalizan pero parece que nadie ve que en realidad estamos en lo de siempre: las relaciones entre mujeres se convierten en objetos de morbo masculino y en escenitas degradantes de tetas y coños antes que en cualquier otra cosa, y eso es más un retroceso que un avance.
    Soy lesbiana y estoy muy harta de escuchar tantas alabanzas absurdas a esta película que no es más que el desahogo pornográfico de las obsesiones de un director déspota. Fui a verla ilusionadísima porque el cómic me había encantado y tenía las esperanzas de encontrarme con algo igual de bueno o quizá mejor, pero no puedo expresar mi sorpresa al encontrarme tamaña basura… Quince minutos de porno lésbico completamente gratuito e injustificado que ensucian el resto del metraje y actúan a modo de llamada de atención desesperada (así como llamada a la recaudación, a la audiencia y a la crítica masculina) para disculpar tres horas insustanciales, desaprovechadas y vacías, con lo que podía haber dado de sí una temática inicial tan fantástica.
    El director sólo se preocupó de rodar tijeras y cunnilingus, no hay rastro de la profundidad de la novela gráfica, de su estética cautivante, de su buen gusto, de su sensibilidad, de su despliegue en cuanto a temas y motivos… sólo sexo explícito, poses ridículas y morbo facilón para arrastrar a la gente a verla y convertirla en vouyers.
    Sin esas largas escenas de sexo la película habría ganado en dignidad y fuerza, precisamente es contraproducente a su causa este excesivo regodeo.
    En lugar de estas escenas (o de gran parte de ellas) se podría haber aprovechado metraje e incluir, por ejemplo, una escena de ataque homófobo de los que están tan tristemente vigentes en Francia u otros países europeos, eso sí contribuiría a una mayor sensibilización del público y no una escena como la de las tijeras con la que la película cae en el ridículo, se descalifica a sí misma y le da la razón a quienes afirman que es pornografía mostrada sólo con el propósito de excitar.
    Cuál es la intención si no de regodearse de tal manera? ¿Si no vemos ocho orgasmos no entendemos la pasión entre ambas protagonistas? ¿O la “necesidad” de meter estos quince minutos de sexo salvaje era porque si no nadie aguantaría tres horas soporíferas viendo a una actriz con cara de empanada?
    Me pregunto cómo es posible que nadie (o muy pocos) vean lo que es en realidad esta película: una fantasía pornográfica de un director heterosexual, basándose en un juicio apriorístico de cómo follan dos lesbianas que no es más que su propio deseo puesto en imágenes (y además tiránicamente, en plan “vosotras tocaos hasta la extenuación que yo filmo mientras babeo).
    De haber sido dos hombres los protagonistas (o un hombre y una mujer), el director jamás se habría recreado así en una escena sexual entre ellos y la película no habría sido tan brillante para los críticos. Si la pareja hubiera sido heterosexual y si el sexo, aunque realista, hubiera sido tratado de manera más sutil, de esta película ni se habla. Y mucho menos se la premia. Pero claro, a los críticos heterosexuales les ha gustado mucho y por eso ganó Cannes…
    Por eso, lo que me escama de todo esto (aparte de que me es imposible simpatizar con un señor que ha hecho que sus actrices se sientan poco menos que abusadas…) es que el director ha reducido una historia compleja sobre el amor, la amistad, la intimidad… en una larguísima escena de sexo hecha desde el punto de vista de un observador masculino y heterosexual (qué sorpresa) que reduce a las lesbianas y a las mujeres en general en objetos hipersexualizados cuyas prácticas sexuales son y deben ser aquellas que despiertan los deseos de este público en particular. Como siempre, se reduce a las mujeres (lesbianas o no) a lo mismo. Objetos. Objetos con los que vender, comerciar, excitar… objetos masturbatorios y poco más.
    Esta película no hace ningún favor a la causa homosexual, más bien todo lo contrario.
    Si me extiendo tanto y me expreso con tanta vehemencia es porque quiero que mi punto de vista (que es el de muchas lesbianas también) ayude a entender por qué tanta indignación justificada con esta película, por eso insisto en dar explicaciones de lo que considero que es un enfado lógico (el que también siente la propia autora del cómic) y no una pura histeria “porque sí”.
    Recomiendo encarecidamente la lectura del cómic original para que cualquiera compruebe la diferencia por sí mismo en todo cuanto afirmo: claro que hay sexo, de hecho nadie niega la necesidad de que lo haya, pero está tratado de una manera completamente diferente: con buen gusto, sensibilidad y respeto. Son escenas estéticas y realistas, no tan facilonas, exageradas y burdas como en la película, donde la mirada masculina y casi onanista se delata por sí sola. La autora, Julie Maroh, también expresó su indignación al respecto.
    Conste, insisto, que en ningún momento se discute sobre no mostrar sexo en la película, de hecho es necesario y está justificado que se muestre, pero no ASÍ. El problema no es con el sexo explícito siempre que esté justificado y bien presentado. El problema es cuando se ha decidido mostrar una escena sexual larguísima con el único propósito de crear morbo gratuito y polémica para después querer tomar al espectador por tonto, hacerse el ingenuo y pretender venderlo como “arte”. Eso es lo indignante. Más que una relación sincera y realista entre dos mujeres parece una fantasía pornográfica bastante tópica (e incluso ridícula por determinadas posturas) de un hombre heterosexual.
    Tened por seguro que si Kechiche hubiera dirigido “Brokeback Mountain” o una historia de amor con dos hombres como protagonistas, ni de coña se habría recreado tanto.
    Es por este cúmulo de circunstancias por el que las lesbianas nos sentimos tan ofendidas: se nos reduce siempre a lo mismo, al mismo papel de objetos destinados a dar placer o morbo a la audiencia… Es curioso que las mayores alabanzas procedan, justamente, de hombres heterosexuales; las mujeres, heteros o lesbianas, la ponen bastante peor y son mucho más críticas. Será quizá porque la cosificación sexual de la mujer es algo tan enquistado en nuestra sociedad, en todos los ámbitos, lo tenemos tan admitido, que ni se permite darle la vuelta cuando alguien lo cuestiona (y entonces, de hacerlo, se nos tacha de histéricas, mojigatas o estrechas de mente, como si confundiéramos “abiertos de mente” con “necesidad de mostrar sexo explícito”) y, como siempre, se visibiliza a las lesbianas sólo para la consecución del placer masculino; se las muestra como objetos sexuales en la pantalla con la hipócrita excusa de que es necesario ver esas escenas pornográficas para entender la vida de la protagonista. Y así, la vida de Adèle se queda reducida a “La vida sexual de Adèle”. Una película fácil, vulgar, pornográfica, con todo lo que podía haber dado de sí (no se dedica apenas atención a la lucha interior de la protagonista, a los conflictos con sus padres y amigas ni la solución a los mismos, no se incide en la necesidad de una mayor visibilización y normalización, etc.)…
    Creo sinceramente que Kechiche no quiso desarrollar con la misma extensión y profundidad ningún otro tema más que el sexual, disfrazando tal cantidad exagerada de escenas pornográficas bajo tres horas de “cine” y “arte”.
    El director parece que sólo se dirige a un público específico para que alabe su obra. Podía haber hecho una verdadera maravilla, pero se dejó cegar por el recurso más fácil y explícito. Es verdaderamente una lástima.

  • Yo creo que la base argumental es tan sólo el drama ante la voracidad del amor. La sexualidad y el erotismo pasan a ser un componente para expresar esto último.

    P.D: Me encanta ese dejo de bobería en Adéle. El que tenga la mayor parte del tiempo su boca abierta, o cómo come tallarines.

  • Yo opino igual y creo que es importante explicar el porqué de nuestra indignación (que no es una mera “pataleta” ni mucho menos el producto de una militancia fanática, como muchos creen) para que mucha gente empeñada en verla como lo que no es entienda por fin que si se rodó así es simplemente para crear morbo gratuito y para poder sobrellevar una discriminación y una falta de respeto a las que los homosexuales, por desgracia, nos tenemos que enfrentar con demasiada frecuencia.

    Si alguien quiere hacer porno, que lo haga, pero que no lo justifique haciendo ver que defiende algo o a alguien y sobre todo que se atreva a llamarlo por su nombre y a no disfrazarlo de otra cosa. Además creo que el poder de la sugerencia es mucho más importante que lo explícito y fácil, y creo que esta película, además, oculta sus carencias bajo toneladas de sexo explícito completamente injustificado. Está claro que a los hombres heterosexuales el tema lésbico les encanta y les atrae muchísimo, pero se les ve mucho el plumero para que luego lo nieguen con tanta hipocresía… Lo que ha rodado Kechiche no es arte, es simplemente pornografía para canalizar sus propias fantasías y disfrazarlas a través de tres horas de “pasión”, “filosofía de los cuerpos” y “sensibilidad”, y si algo me molesta especialmente en esta vida es que traten de venderme una moto falsa o que quieran hacerme comulgar con ruedas de molino.

    El cuadro del tipo que se excita viendo sexo entre dos mujeres es tan antiguo como el mundo, y “La vida de Adèle” no hace sino alimentar la fantasía de la que se nutren las películas porno de toda la vida. No entiendo con qué derecho este director se ha atrevido a utilizar a las lesbianas a través de una película que no es más que una apropiación machista y morbosa de su sexualidad.

    Nos ha costado mucho que a las lesbianas se nos respete (y aún nos sigue costando diariamente) para que nos tengamos que ver expuestas de este modo y se nos visibilice sólo para fomentar el mito erótico frente al público mayoritariamente masculino, lo cual además resulta de muy mal gusto y muy frustrante, porque sentimos que es como si al exponer nuestro disgusto nos increparan: “¡Encima que os visibilizamos y de una manera artística además, os quejáis cuando deberíais aplaudir, sois unas histéricas y unas puritanas!”. Es casi como cuando las mujeres se ven “obligadas” a agradecer ese piropo que reciben por la calle sin haberlo pedido.

    Sinceramente creo que el día que veamos penes en pantalla con la misma frecuencia con que vemos coños y tetas podremos empezar a hablar de igualdad… y hasta que no vea una película de este mismo director que se recree durante diez minutos en dos hombres gays practicando un “justificadísimo” y “bellísimo” sexo anal seguiré pensando que Kechiche es un vulgar onanista y sólo ha buscado plasmar su propia fantasía y la de muchos hombres (como digo en mi comentario, es sintomático tanto la Palma de Oro en Cannes como que las mayores alabanzas procedan de críticos masculinos).

  • ¿Por qué tantas lesbianas estamos en contra de esta película? Aquí enumeramos las razones:
    – Fomenta tópicos machistas y morbo gratuito.
    – Vulgariza impunemente la maravillosa obra original, ‪#‎Elazuleselcolormascalido‬, de ‪#‎JulieMaroh‬, y la sexualiza convirtiéndola en basura.
    – Reduce la imagen de las lesbianas a mera pornografía para hombres y la relación entre ellas a una frívola fantasía machista.
    – Cosifica y explota a las actrices, ‪#‎LeaSeydoux‬ y ‪#‎AdeleExarchopoulos‬, para hacer de ellas simples objetos masturbatorios.
    – Ningunea todos los temas profundos del cómic original, así como su buen gusto y sensibilidad, sacrificando su importancia para centrarse únicamente en la explicitud de unas larguísimas escenas sexuales totalmente innecesarias para la trama.
    – Intenta convencer al espectador de que estas escenas son imprescindibles para entender la vida de la protagonista, y en cambio no se regodea ni la décima parte con las escenas de cama heterosexuales (también supuestamente importantes para entender la vida de la protagonista y su evolución).
    – Convierte la visibilización y normalización lésbica en puro morbo para voyeurs y pajilleros.
    – ‪#‎AbdelatifKechiche‬ demuestra una total falta de respeto hacia la idea original concebida por la autora.
    – Es una película mediocre premiada y alabada injustamente sólo por su reclamo sexual, sin el cual la historia no destaca por nada y habría pasado completamente desapercibida.
    – Es ofensiva para las lesbianas, utilizadas una vez más para lo mismo de siempre: la consecución del placer masculino.
    – Toma por idiota al espectador queriendo venderle una supuesta gran historia de amor que no es más que vulgar pornografía.
    – Desaprovecha un fantástico material original y lo que podía haber sido una valiosa y memorable obra de referencia queda reducida al reclamo fácil y comercial.
    – Todo lo anterior se corrobora también con las eróticas fotos promocionales y la sexualizada campaña de publicidad.

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