Crítica de cine: “La huésped”, una idea poco original y mal concebida
La misma Stephenie Meyer sostenía que su novela “La huésped” era una historia que difícilmente podía ser adaptada a la pantalla grande, pues el conflicto central es interno y por ello no expresable en forma visual. No estaba tan equivocada.
La película no funciona como se plantea y el resultado es simplemente frustrante.
La raza humana ha sido invadida por parásitos extraterrestres con forma de pelusilla de fibra óptica que se autodenominan “almas”. Se apoderan de las mentes de sus respectivos huéspedes, suprimiendo sus recuerdos y dejando los cuerpos intactos, salvo por los ojos, que delatan la presencia extraterrestre por un encendido color azul. Estos cuerpos poseídos viven entre sí en completa armonía, son respetuosos, gentiles, medioambientalistas y buscan el bien común por sobre el individualismo. Por ello, persiguen a los últimos sobrevivientes humanos para evitar una repoblación que acabe con el equilibrio que ha conseguido el planeta tierra.
Melanie Stryder (Saoirse Ronan) pertenece a uno de estos grupos fugitivos, pero es capturada por La Buscadora (Diane Kruger) una de las agentes persecutoras del nuevo orden mundial. Melanie es sometida a la implantación de un alma longeva y sabia llamada Errante (Wanderer en inglés), con el fin de permitir que el alien indague en la memoria de Melanie y dé con el escondite de los humanos fugitivos. Pero el resultado es fallido, pues la conciencia de Melanie sobrevive al proceso, generando un conflicto interno con la extraterrestre, quien debe elegir entre cumplir su misión o ayudar a Melanie a proteger a los desvalidos humanos al borde de la extinción. Obsesionada por la promesa que le hizo a su hermanito Jamie (Chandler Canterbury), Melanie controla a Wanderer para que la lleve al refugio que su tío Jeb (William Hurt) mantiene en el desierto de Arizona. Al verla, su tío sospecha de que Melanie puede estar aún viva dentro del cuerpo, por lo que la protege del linchamiento inminente, la rebautiza Wanda y la ayuda a adaptarse a su entorno.
La premisa no es para nada original, pero funciona como historia de fantasía/ciencia ficción. Sin embargo, la creadora de la novela homónima Stephenie Meyer, famosa por explorar el tema de los amores adolescentes, modificó los ingredientes del género de ciencia ficción, agregándole las tribulaciones del romance. De este modo, el conflicto se agudiza al momento en que Melanie/Wanda se reencuentra con su novio Jared Howie (Max Irons) y conoce al mismo tiempo a Ian O’Shea (Jake Abel), produciéndose una atracción mutua entre Wanda e Ian. Es decir, una especie de triángulo Bella-Edward-Jacob, pero llevado un paso más allá: Un cuadrado. Cuatro conciencias en tres cuerpos. De este modo, la dualidad humana que atormentaba a Bella de “Crepúsculo”, es traspasada en esta oportunidad a un personaje con una dualidad literal, en la que su personalidad dividida debe luchar consigo misma sobre a quien complacer.
En la adaptación cinematográfica, esta situación intenta provocar tensión dramática (o incluso sexual), dando un resultado extraño, incompleto, impreciso y en ocasiones simplemente ridículo.
Para empezar, la única forma en que Melanie puede expresarse es a través de una voz interna. Las discusiones están lejos de ser complejas como Smeagol/Gollum en “El señor de los anillos”, reduciéndose a extorsiones e insultos al principio, hasta verdaderas expresiones de amor filial una vez alcanzado el clímax. La transición entre ambos estados es tan breve que se perciben saltos lógicos serios que restan solidez al relato. Esta falencia es extrapolable a las relaciones interpersonales del resto de los personajes. Wanda es odiada, cuestionada, respetada y amada, en ese orden, sin grandes esfuerzos más que el atestiguamiento de breves ejemplos de bondad extraterrestre. Nunca un enemigo entre las filas había gozado de tanta buena fe.
Lo que nos lleva a otros problemas, quizás más graves dentro de la historia. La naturaleza armónica de los extraterrestres, por ejemplo, sólo confunde la posición antagónica de los personajes. Siendo tan benevolentes, por un lado, se hace difícil creer en su habilidad para dominar a la raza humana de forma tan eficiente (un fenómeno no explicado y que el proceso de implantación no satisface), y por otro no permite la asociación de esa “pureza” con el relativismo moral de castigar a toda una raza por los errores de una parte, así como de perpetuar el castigo mediante la opresión y el exterminio.
La idea de una invasión alienígena mediante la usurpación de cuerpos fue desarrollada previamente en “La invasión de los exhumadores”, más conocida como “Los usurpadores de cuerpos” (1956 y 1978), “Body Snatchers” (1993) y más recientemente en “Invasión” (2007). En esta última cinta, el horror de la premisa fue cambiado por la ambigüedad sobre si como especie no estaríamos en mejor situación siendo invadidos, pues los extraterrestres, lejos de transformar nuestro planeta en un infierno lo convierten en un jardín de rosas. Desde ese punto de vista el terror original fue transformado en un relato sin posibilidad de generar empatía, al no tener Nicole Kidman argumentos para no dejarse dominar, resultando una película absurda, aburrida y con un final feliz (posible en ciencia ficción, disfuncional en el horror).
En el caso de “La huésped” ocurre algo muy parecido. Son tantas las piezas faltantes del rompecabezas, tantas las inconsistencias que es imposible generar un relato sustancial. La narrativa utilizada tampoco ayuda, pues presenta a los personajes en desorden, en situaciones textuales, minimizando sus dimensiones. Nunca conocemos los motivos de La Buscadora salvo cuando ya es demasiado tarde. Nunca queda claro por qué el fenómeno que afecta a Melanie no se ha replicado en millones de otros cuerpos, salvo cuando es demasiado tarde.
Es extraño que el director Andrew Niccol, con una amplia experiencia en el género (Gattaca, 1997; S1m0ne, 2002; El precio del mañana, 2011) haya traspasado su pericia sólo a la estética y al espectáculo visual (que tampoco es muy abundante) y haya dejado un poco de lado aspectos básicos narrativos que permitieran desarrollar verosimilitud, por ejemplo, en una invasión a gran escala o en levantar un triángulo amoroso del absurdo.
Con una progresión mejor construida, un nivel de amenaza más concreto que el de un contexto post-apocalíptico forzado y con una mejor construcción de personajes, (con mayores y mejores recursos que enamoramientos pueriles), esta película habría salido mejor parada. Pero ni siquiera el talento de Saoirse Ronan (“Expiación, deseo y decepción”, 2007; “Desde mi cielo”, 2009; “Hanna”, 2011) puede salvar a su protagonista de caer en el ridículo cuando tiene que hablar sola y más encima poner caritas para dar a entender que son dos personajes por el precio de uno.
La huésped (The Host).
Dirección y guión: Andrew Niccol.
Elenco: Saoirse Ronan, Max Irons, Jake Abel, Diane Kruger, William Hurt, Chandler Canterbury.
EE.UU., 2013, 125 minutos, todo espectador+7
©Hugo Díaz
1 Comment
Quiero aprovechar de aclarar que las falencias de esta película son producto de una mala adaptación. Pues la invasión extraterrestre estaría explicada en secuencias de acción en la narrativa del libro. “Arañas de 12 patas gigantes habrían inoculado a los humanos indefensos”, esta es sólo una imagen que podría haber cambiado el tono (y la calidad) de La Huésped.