Crítica de cine: “La bruja”

 Crítica de cine: “La bruja”

¿Terror?

Como audiencia estamos tan condicionados que al oír hablar de una película titulada “La Bruja”, es difícil no imaginar una cinta de aquellas, con sustos terroríficos que nos sorprenden en una escena de suspenso, un antagonista monstruoso, y una casa a mal traer. “The Witch” no es nada de eso, es más bien la historia de una familia que ve cómo se desmoronan los lazos afectivos, construidos más en torno al fanatismo culposo que al verdadero calor hogareño.

Dirigida por Robert Eggers, para ser una película que lleva en su título a una bruja, la bruja sale bastante poco, sí como en “Alien”. Pero la verdad no se echa de menos. La historia se centra en una familia de Inglaterra en el siglo 17, que luego de ciertos conflictos se ve obligada a retirarse a una vida en el campo en Estados Unidos. Al parecer la suerte no parece sonreírle a William, su esposa e hijos. No consiguen prosperar con sus cosechas, las que mueren con inusitada rapidez, y tampoco consiguen alimento cazando, por lo que pasan más de una pellejería. Pero estos problemas son mínimos luego de que Thomasine pierde a su hermanito bebé Sam, mientras este estaba a su cuidado. La lógica indica que el culpable fue un lobo, pero luego algunos indicios delatan la presencia de algo sobrenatural en el bosque.

La madre Katherine deberá lidiar con el amor que siente por su hija Thomasine, versus el rencor que empieza a profesarle por haber extraviado a su bebé. Todo esto, junto con el autoflagelante fanatismo religioso de toda la familia, que cree poder resolverlo todo rezando, la estricta moralidad cristiana y el miedo e inseguridad frente a todas las dificultades, comienzan a desintegrar a una familia a la que le llueve sobre mojado.

Lo primero que hay que entender sobre “The Witch” es que no hay que mirarla como la típica película de terror: el fan del género acostumbrado a que lo hagan saltar y mostrar de a poco un terror sobrenatural podría verse decepcionado. La narrativa es lenta y experimental, no reproduce la dinámica típica de las películas de terror, y su objetivo no es asustarnos mostrándonos fantasmas, sino retratando a la familia devota religiosa de la sociedad de esa época. Es más, se diría que el filme es una especie de gusto adquirido, debes renunciar a todo lo que nos han acostumbrado sobre el género para apreciar la historia, o incluso no se debería considerar del género, dadas las diferencias en la narrativa y en la propuesta.

Quienes esperen ver algo distinto sobre brujería y estén hartos de los recursos baratos del cine de terror, pueden ver en esta producción una alternativa interesante. Hay que decir, eso sí, que el final es algo apurado y que se pudieron haber desarrollado mejor algunos tópicos y temas. Supuestamente la historia se construyó recogiendo experiencias reales de brujería de la época, pero eso no se advierte con tanta fuerza en el filme. Los prejuicios, la superstición, el pacto con el Diablo, los aquelarres, los fundamentos para convertirse en bruja, el machismo de los juicios, etc., se pudieron haber tratado en mayor profundidad. Eso sí, es efectiva y a la vez imparcial haciendo una crítica al puritanismo fanático, mostrando a unos padres que son capaces de anteponer sus creencias religiosas antes que el bienestar de sus hijos, a quienes no dudan en considerar brujas. Gran parte de las desgracias que los aquejan son considerados castigos por su impureza o pruebas de un poder superior a ellos, revelando la ignorancia de unos protagonistas que al mismo tiempo uno no puede evitar despreciar por su beatería, pero al mismo tiempo sufrir junto con ellos y sus desgracias, ya que la ignorancia no es un pecado.

El fanatismo religioso es un elemento esencial y sumamente interesante, ya que al ser creyentes los protagonistas, asumen desde un principio la existencia de brujas y poderes sobrenaturales. Ello nos permite ahorrarnos la archirrepetida trama inicial de las películas de terror, en la que el protagonista escéptico debe convencerse primero a sí mismo de que lo que vio es un fantasma o monstruo, y luego a los demás que no le creen. Tal vez es la ventaja de que la historia transcurra en una época menos racional y escéptica, y más proclive a aceptar lo sobrenatural.

El personaje de Thomasine se roba el protagonismo y ofrece una mirada crítica a los valores de la familia que los conducen a su fin, convirtiendo a las siniestras intervenciones de la bruja en un elemento secundario en la destrucción. Al final, nos quedamos con una película de suspenso psicológico más que el terror al que estamos acostumbrados, donde no solo el miedo al monstruo es lo principal sino también las emociones humanas: la culpa, el rencor, la certeza de hacer lo correcto, la inseguridad, y la resiliencia, acaban volviéndose más importantes que cualquier susto detrás de la puerta o un demonio sádico. Por eso, quienes busquen algo distinto pueden verse gratamente sorprendidos con esta película, y los fans del género tradicional puede que no encuentren la experiencia vertiginosa que buscaban. Así que ojo piojo.

Por Felipe Tapia, el crítico que es un gusto adquirido: al principio te carga, luego te fascina y no quieres a otros.

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